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Contratapa|Viernes, 17 de abril de 2015

Homo Creyente

Por Rodrigo Fresán
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Desde Barcelona

UNO Semana Santa ya fue. Ah, esas siestas; volver a ver Ben-Hur en la 1 de TVE con mirada de marmota cíclica; la confirmación de que la alguna vez díscola y ex divorciada princesa Letizia y ahora reina católica por derecho divino iba a volver de lo más contenta a su alguna vez despreciado palacio vacacional en Mallorca para presidir foto de familia real cada vez más minimalista a la salida o entrada de misa; el nuevo demaprogre-hit del antisistema Macaco cantando con esa voz antivoz otro de sus himnos bien(poco)pensantes que “Somos hijos de un mismo Dios”; CR metiendo cinco goles a un pequeño equipo y celebrado como a mesías resurrecto; el tan breve como intenso brote de misticismo que golpea a esposa e hija de Rodríguez y las tiene comentando las procesiones en los telediarios como si se tratasen de desfiles de moda. Por suerte, todo eso dura poco y pasa pronto. Y la realidad retorna al estado natural de no creer en nada o de decir cada cinco minutos “No se puede creer” (que no es otra cosa que el sí creer profundamente en la incredulidad que provocan ciertos milagros de polaridad negativa).

Y Rodríguez entra en su casa y está todo a oscuras. Y de pronto, desde las alturas, lo atraviesa un rayo celestial de colores vitreaux eclesiástico. Y se oye un coro de ángeles que jamás le haría los coros a Macaco. Y Rodríguez cae de rodillas y, ay, duele tanto caer de rodillas. Y Rodríguez –ver par creer– ve las estrellas...

DOS ...y fue Albert Einstein quien dijo aquello de “Hay dos maneras de vivir tu vida: una es como si nada fuese un milagro, la otra es como si todo fuese un milagro”. Y ahí, en el suelo de su casa, Rodríguez, cree. Pero se sabe que los milagros duran poco y no se recuperan y entonces se apaga esa luz y se encienden las otras, las de siempre, la de un flash del teléfono móvil y las luces cuya terrena factura eléctrica no deja de subir mes a mes. Y entonces las risas de quienes se pasan la pantallita con su foto. Y ahí están su mujer y su hijo y su hija y su novio: el disc-jockey argentino Tomás Pincho, que sale con su hija (o más bien entra en ella) con esa luz de okupa de luxe tan Macaco. Tomás Pincho que quisiera creerse amigo de los vintage-hippies Larry “Doc” Sportello y Jeffrey “The Dude” Lebowski pero no, nada que ver, amiguito. Y todos se ríen a carcajadas. Y Tomás Pincho lo ayuda a levantarse y le explica que estaban probando un nuevo reflector de discoteca llamado American DJ Mystic que “va muy bien con el éxtasis” y provoca ese efecto de santidad y...

Rodríguez nunca tuvo tantas ganas de mandar al diablo a alguien.

TRES Pero perdonar es divino, dicen; y Rodríguez renquea lanzando unas risitas conciliadoras y vaticanas hasta el baño y ahí se encierra a hojear las nuevas entradas (con Francisco tiene cada vez más trabajo) de la sacra carpeta en la que archiva noticias religiosas. Por ejemplo: esa ¿buena? nueva que informa que pensar en Dios le hace bajar la guardia a tu cerebro, ¿tiene que ponerla en su archivo espiritual o en su otro archivo neuronal? ¿Quo Vadis? Porque parece que, sí, creer mucho es creerse cualquier cosa. Así, un equipo de psicólogos de la Stanford University determinó que los creyentes se arriesgan más de lo debido y que incurren en comportamientos impensables para ateos seguros de que nadie vendrá en su rescate. En resumen: si observas las fiestas de guardar, más te conviene guardarte a ti mismo a la hora de la práctica del turismo de aventura. Y Rodríguez no puede evitar el recuerdo del vía crucis de esos tres espeleólogos españoles –¿serían católicos?– hundidos en un barranco de Marruecos, esperando en Domingo Santo un rescate que no llegó por “disfunción en las gestiones” entre países de relación complicada, hasta que sólo uno vivió para contarlo y, seguro, agradecerle a Dios el estar vivo. Y Rodríguez no lee el diario en Internet, pero sí los comments a las noticias y cosas como éstas, de uno y otro lado, que te hacen perder la fe en el hombre: “A ver si así dejan ciertos españoles de viajar a ese país tercermundista. Y de paso les devolvemos a todos los marroquíes que viven en España sin oficio ni beneficio” y/o “Los españoles no son buenos en el turismo de riesgo, las autoridades marroquíes deben responder a estas infames noticias sensacionalistas imponiendo visado a los turistas españoles que no saben asumir sus responsabilidades”.

Commentaos los unos a los otros.

CUATRO Y –no es lo mismo creyente que crédulo– el cerebro no sólo baja la guardia con el catolicismo. Buscar y encontrar la concentración absoluta mediante meditación oriental significa, también, no iluminación, sino descenso de voltaje y actividad eléctrica ahí dentro. Otros especialistas han descubierto que cuando el cerebro vaga de aquí para allá trabaja más que cuando se dedica a una sola idea. Pensar mucho es, en realidad, pensar menos. O algo así. De ahí que ahora se postule que la meditación no-direccional es mucho más positiva que la meditación focalizada y mientras Rodríguez lee esto se imagina a millones de personas arrojando sus mantras por la ventana, cayendo en las calles, pidiendo socorro, sin que nadie los entienda.

CINCO De acuerdo con lo anterior, se dice Rodríguez, pensar mucho en Dios es pensar en nada. ¿En qué creía ese hombre aplastado por la lápida de la tumba de su suegra mientras rezaba, tal vez, agradecido, por ya no tener a ese pesada en casa? ¿Qué creyó ese tipo de profético apellido Diamond cuando paró en una gasolinera de Middletown porque llovía demasiado, compró un billete de lotería para cambiar un billete y se ganó 326 millones de dólares? ¿Y a quién le rezan esos empleados del FBI que piden que les construyan una réplica de la Casa Blanca para, ante la evidencia de que ahí entra cualquiera, poder entrenarse en la protección a, tal vez, una futura presidente que sigue creyendo en sí misma? ¿Y esos arqueólogos que ruegan no les corten el presupuesto porque –ahora sí, de verdad, lo juramos por la Virgen y aunque la familia esté en contra de nuestro trabajo– están a veinte metros de los huesos de Federico García Lorca aunque “la certeza no se tiene hasta la excavación, pero estamos casi convencidos de que están allí”? ¿Y cómo dar crédito a ese fraile franciscano del Santuario do Cebreiro tan icónico y folk y fotogénico posando para las fotos de los caminantes de Santiago y que, resulta, llevaba años abusando de una menor y de un joven discapacitado mental? ¿Y cómo fue posible que en tiempos de la (in)corrupta burbuja inmobiliaria, en España, se construyese más que en Italia y Alemania y Francia juntas; y que para demasiados la Tierra Prometida pase por volver a eso? ¿Y de dónde saca su seguridad la NASA para creer que en menos de una década encontrará vida extraterrestre? ¿Y cuál es la mala fe de esos aliens-jihadistas dispuestos a hacer volar Barcelona por los aires?

En la sala de su casa, puede oírlos: su sagrada familia sigue riéndose de él. Y Rodríguez se pregunta qué se creen. Y cree que lo mejor es no responderse, por los siglos de los siglos, acción, cámara, luz, hágase.

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