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Contratapa|Viernes, 5 de diciembre de 2003
GUERRA CONTRA EL TERROR

El guión lo escribe Bin Laden

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Por Robert Fisk*

Detengámonos a pensar un momento. ¿Alguien se ha dado cuenta de que hay algo raro en los últimos episodios de la “guerra contra el terror”? ¿Se le ha ocurrido a alguno de los polluelos de halcón de Washington o de Downing Street que están perdiendo la iniciativa? ¿Ha notado alguien que es Bin Laden quien está escribiendo el guión?
Al Qaida ataca Nueva York para que nosotros ataquemos Afganistán. Al Qaida ataca Bali para que el gobierno australiano reitere su apoyo a Estados Unidos. Al Qaida amenaza a Estados Unidos para que nosotros demos muerte a cuatro de sus miembros en Yemen.
Y mientras tanto, nuestros gobiernos –incluso el irlandés, según se informó la semana pasada– responden no protegiéndonos, no uniéndose en un nuevo y alentador sistema de justicia internacional, sino aprobando leyes que reducirán nuestras libertades y nuestros derechos.
¿Nos ataca Al Qaida? Hay que intervenir los teléfonos y los correos electrónicos de ciudadanos inocentes. Vamos a cachear a todo musulmán que se encuentre en un aeropuerto. Espiemos a nuestro propio pueblo. Cómo debe de estar sonriendo Bin Laden, y me consta que no es un hombre con sentido del humor.
Ahora los estadounidenses tienen que vivir con el Departamento de Seguridad Interior (en inglés, Department of Homeland Security). En este momento quizás es mejor pasar por alto las raíces teutónicas de este nombre: Homeland puede traducirse como “patria”, o en alemán, Heimat, como se decía durante el Tercer Reich. En los aeropuertos de Estados Unidos ya son marcados los viajeros extranjeros, ya sea por su color de piel, su religión o su empleo.
He aquí un pequeño ejemplo. Hace poco realicé una serie de conferencias en universidades norteamericanas. Los estadounidenses son gente grandiosa: son brillantes y quieren saber la verdad sobre Medio Oriente, en buena parte porque se dan cuenta de que sus periódicos y sus cadenas de televisión les mienten sobre lo que ocurre en la región. Yo no cobro por mis conferencias. The Independent y su edición dominical tienen miles de lectores en Estados Unidos y los periodistas tenemos el deber de hablar con ellos.
Pero en el viaje más reciente pasé por la “revisión al azar” de los aeropuertos en 21 ocasiones. Cada vez que tuve que subir a un avión, un pequeño código aparecía impreso en mi pase de abordar y todo mi equipaje de mano era desmenuzado.
Esto no me molesta en lo más mínimo. El personal de seguridad de los aeropuertos es cortés, mal pagado y con frecuencia muy amistoso: incluso convencí a uno de estos empleados de ir a la charla que di en Manhattan. Pero fue el hecho de haber salido de Beirut, o bien el número de visas de países parias que tengo en mi pasaporte o simplemente mis reportajes lo que me hizo ir a parar a la lista de seguridad estadounidense.
El código de seguridad del pase de abordar era, de hecho, muy fácil de descifrar –debe de serlo si hasta un cabeza dura como yo se dio cuenta de su existencia–. Pero el problema es que, nuevamente, el ciudadano respetuoso de la ley está pagando el precio por Bin Laden.
He aquí algunas reflexiones. ¿Por qué debemos dejar que Al Qaida escriba el guión? ¿Por qué no hablamos de “justicia” en vez de “venganza”? ¿Por qué no contamos con tribunales internacionales ante los que tengan que comparecer todos los que quieran matarnos? Yo no quiero que los miembros de Al Qaida sean hechos volar en pedazos por los matones de Bush. Quiero que sean juzgados de manera imparcial y conforme a la ley.
Desde luego, los estadounidenses responderían a esto con quejas y lloriqueos. Se pondrían a parlotear sobre cómo ellos podrían ser llevados ante una corte por motivos políticos, y dirían que sus tropas podrían ser sometidas a juicio por crímenes de guerra. Dada su conducta en Afganistán, me queda claro el motivo de esta preocupación. Me queda claro, también, que a Sharon le preocuparía acabar ante una corte acusado de crímenes de guerra por su papel en la matanza de palestinos en Sabra y Chatila en 1982. Yo no sé si Sharon es culpable, pero creo que merece un juicio justo.
No, no estoy equiparando a Al Qaida con Sharon, ni estoy asociando a los inocentes con los culpables. Pero es hora de que seamos nosotros quienes escribamos el guión de este conflicto terrible. Llegó el momento de que dejemos de aplastar nuestras propias libertades. Es tiempo de que hablemos de legalidad, imparcialidad y justicia, no sólo para los criminales, sino para todo Medio Oriente.

* Periodista irlandés especializado en Medio Oriente, corresponsal de The Independent.

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