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Contratapa|Miércoles, 29 de junio de 2016

Ocurrido y ocurrencias

Por Roberto “Tito” Cossa
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José López elevó a lo mas alto del podio el tema de la corrupción. La cantidad de dinero en billetes ocultos en bolsas de residuos pero, sobre todo, las circunstancias y el lugar en que fue descubierto, lo pusieron al mismo nivel de un atracador de bancos. Me temo que el caso opaque otras formas de corrupción. ¿Abrir cuentas en el exterior para eludir el pago de impuestos es un acto de corrupción? Comparado con el caso López no lo parece. Pero, como mínimo, no deja de ser un caso de deshonestidad. La corrupción es la hermana mayor de la deshonestidad. El ministro Aranguren puso en marcha una operación que favoreció a la empresa donde tiene intereses personales. Probablemente no cobró una coima y por eso dirá que no es un corrupto. ¿Pero es un hombre honesto?

Un empresario argentino acumula una fortuna que logra con el trabajo de obreros argentinos y el consumo de ciudadanos argentinos, pero decide sacar sus dineros al exterior, ¿es un corrupto? Por supuesto que no. ¿Pero es un ciudadano argentino honesto?

En una columna del diario La Nación publicada hace un tiempo, el periodista Carlos Pagni afirma que “Macri llegó al poder con el mandato de desvincular delito de política”. ¿Puede hacerlo quién tiene dinero depositado en el exterior aunque sea “declarado”?

¿Puede un deshonesto ponerse el frente de la lucha contra la corrupción?

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Señor Presidente de la Nación,

Don Mauricio Macri:

Soy un argentino más, pero un argentino que ama a su país por encima de todo. Desde que usted nos prometió que íbamos camino a la pobreza cero no dejo de preguntarme qué puedo hacer yo –un simple dramaturgo– para sumar mi esfuerzo destinado a lograr tan noble objetivo.

Se me ocurrió una idea y quiero transmitírsela. El gobierno nacional debe comprometerse a producir una de mis obras en Broadway, con un elenco compuesto por figuras de Hoollywood (Meryl Streep y Al Pacino de ser posibles).

Mi compromiso es donarle el 0,5 de mis derechos de autor a Margarita Barrientos. Palabra de argentino.

¡Viva la Patria!

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El colectivo marchaba con unos pocos pasajeros por una umbrosa calle de San Isidro. Al llegar a una esquina apareció un auto último modelo y los paragolpes se rozaron. Los vehículos frenaron. Del auto salió un cincuentón con pinta de bacán y comenzó a insultar al colectivero. A los clásicos improperios agregó frases como “¿no sabés que las cosas cambiaron?”, “¿que ustedes no mandan más?”.

El colectivero, un hombre mayor con cara de resignado, no contestó. El silencio pareció exasperar más al bacán que ordenó: “vamos a la comisaría”. Dos pasajeros y yo decidimos acompañar al colectivero para salir de testigos.

El comisario se encerró con el bacán y aparentemente lo calmó. Le pregunté si había algún problema con el colectivero y el comisario me dijo que no.

Subimos al colectivo y llegamos a nuestros destinos.

(Ocurrido un día del mes de noviembre de 1955)

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Hay argentinos que la están pasando mal. O se quedaron sin trabajo o se les redujo el tiempo laboral. Quien seguro no da abasto es el profesional que le corta el pelo a los dirigentes de Cambiemos.

Tengo la impresión que el adjetivo macanudo está cayendo en desuso. Es una pena. Es una palabra simpática de nuestro lunfardo.

¿ O no será que hay, cada vez, menos tipos macanudos?

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Me pregunto si lo sabios han estudiado la importancia que tiene el idioma que hablamos en el imaginario de los argentinos. Mi educación me llevó a sentir que hablaba un idioma de segunda. Lo correcto era el “tu”, el “vosotros”. Maestros y maestras afinaban el idioma en los actos patrios. La que más perdía era la y griega, suplantada por la letra elle. Si hasta Eva Perón dijo “Os traigo” el día que presentó en una asamblea de mujeres la ley del voto femenino. Las cosas importantes se hablaban en idioma castellano. El argentino quedaba para las conversaciones de familia o en las charlas de café.

En el cine argentino se hablaba de “tu” igual que en las obras traducidas de teatro. Se podía escuchar a un bruto marinero de las obras de O¨Neill decir “oye tu, bastarda”. Algo mejoró con el tiempo. Pero aun conservamos cierta vergüenza con el idioma que hablamos. En el teatro un personaje dice:

–Enciende el samovar, Catalina Ivanovna.

Otro personaje dice:

–Sebate un par de mates, Catalina.

El sentido es el mismo. El problema está en la música.

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