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Contratapa|Domingo, 28 de marzo de 2004

Alta política

Por Juan Gelman
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Se inició en EE.UU. el año electoral y la Casa Blanca no gana para sustos. Buena parte del pueblo estadounidense se ha convencido de que le mintió para invadir a Iraq. Ahora advierte que oculta las verdaderas razones por las cuales la tragedia del 11 de septiembre no se pudo evitar. El ex asesor de Bush hijo en la lucha contra el terrorismo, Richard Clarke, reiteró el martes pasado lo que revela en su libro Against All Enemies: el gobierno norteamericano desoyó sus espesas y reiteradas advertencias de un inminente atentado de Al Qaida y el 12 de septiembre, al día siguiente de que se llevara a cabo, le pidió que produjera pruebas de que Iraq estaba involucrado. Ante la comisión independiente de diez miembros que investiga por qué un grupo de seguidores de Bin Laden supo burlar todos los sistemas de seguridad del país y causar 3000 muertes y la destrucción de las Torres Gemelas, Clarke relató que en enero de 2001, a poco de asumir W., había expuesto a la consejera de Seguridad Nacional, Condoleezza Rice, la dimensión del peligro. Esta cambió de conversación y no lo volvió a invitar a las reuniones de máximo nivel que abordaban el tema.
El gobierno Bush negó a la comisión el acceso a documentos confidenciales que podrían hacer luz sobre los enigmas en danza y se resistió cuanto pudo a prorrogar dos meses su mandato, que caduca en julio próximo, antes de las elecciones, claro. Esa prórroga y la existencia misma de la comisión son el resultado de los reclamos de familiares de las víctimas del ataque terrorista. Muchos de ellos asistieron la semana que pasó a las audiencias públicas de la comisión, que se transmitieron por TV. Se los vio tomando nota de las afirmaciones de los altos funcionarios de Clinton y de Bush hijo que comparecieron. Portaban sobre el pecho una foto del familiar perdido y mostraban rostros escandalizados al escuchar declaraciones como las del jefe del Pentágono, Donald Rumsfeld: “¿Cuántos países se habrían unido a nosotros (para invadir Afganistán antes del 11/9)? ¿Muchos? ¿Alguno? Probablemente no”. Curiosa argumentación.
Para los familiares de las víctimas, el gobierno oculta mucho y hay mucho que preguntar. Su primer interrogante fue el básico: ¿por qué no se investigan oficialmente las causas que facilitaron el 11/9? Esta demanda cristalizó en la comisión y las preguntas siguen. “Nos inundan con preguntas”, reconoció Philip Zelikow, director ejecutivo del organismo (The Christian Science Monitor, 25-3-04). Centenares están dirigidas al propio W., para el caso –dudoso– de que se presentara a declarar. El diario bostoniano precisa que diversas organizaciones de familiares quieren saber qué medidas defensivas adoptó la Casa Blanca antes del 11/9 “en respuesta a las advertencias de 11 países sobre un ataque terrorista, muchos de los cuales mencionaron la posibilidad de un atentado en territorio de EE.UU.”. O piden que se explique la razón de que ningún miembro o funcionario del gobierno haya sido señalado como responsable de las insuficientes que impidieron abortarlo. O insisten en demandar por qué el gobierno no permite a la comisión acceder a los archivos de las reuniones presidenciales sobre el asunto. Lori Van Aken, integrante del Family Steering Committee, entregó a los investigadores 37 páginas de preguntas a las que se pide que los declarantes respondan.
Otro organismo, el 11/9 CitizensWatch, publicó solicitadas en la prensa durante la semana anterior a las audiencias. Decía: “Merecemos que el 11/9 se aclare totalmente. Las familias de las víctimas del 11/9 y los estadounidenses de todas partes exigen que George W. Bush, Dick Cheney, Condoleezza Rice, Bill Clinton y Al Gore testimonien públicamente bajo juramento ante la comisión”. Condoleezza Rice ha dicho ya que no lo hará e invirtió el miércoles pasado en dar entrevistas a los medios –cinco canales de TV entre otros– para atacar a Clarke. Voceros de la Casa Blanca incluso sugirieron que está haciendo campaña para John Kerry, el oponente de Bush hijo en la carrera por la presidencia, pero Clarke es un independiente que ha servido tanto en los gobiernos republicanos de Reagan y Bush padre como en los del demócrata Clinton. Por lo demás, su libro propina críticas a los dos partidos.
“Su gobierno les ha fallado –dijo a los familiares presentes en su comparecencia del martes último–. Los responsables de protegerlos les han fallado. Y yo también les he fallado.” Pero la aparente negligencia con que Bush hijo y su equipo desestimaron las advertencias de un atentado de Al Qaida en EE.UU., se empecinaron desde el comienzo mismo de su mandato en buscar el modo de intervenir en Iraq y se apresuraron a vincular a Saddam Hussein con el 11/9 –de lo que nunca aparecieron pruebas– suscitan otras preguntas en los familiares de las víctimas: rechazan el término “conspiración” para definir los movimientos de la Casa Blanca, aunque admiten la expresión “alta política”. Lo cierto es que en las conclusiones preliminares de la comisión investigadora se anota que en las audiencias “funcionarios civiles y militares del Departamento de Defensa dijeron que ni el Congreso ni la opinión pública estadounidenses habrían apoyado la realización de operaciones militares en gran escala en Afganistán antes del 11 de septiembre” (AP, 23-3-04). Los 3000 muertos del World Trade Center fueron muy oportunos para el proyecto imperial de los halcones-gallina de Washington.

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