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Contratapa|Viernes, 16 de abril de 2004
LA GUERRA EQUIVOCADA, EN EL LUGAR
EQUIVOCADO, EN EL MOMENTO EQUIVOCADO

Este es el Vietnam de Bush

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Por Arthur Schlesinger *

Hace un año, americanos e iraquíes derribaban en triunfo las estatuas de Saddam Hussein en Bagdad. Hoy, una ola de insurgencia antiamericana cruza Irak, con hordas mutilando cadáveres americanos y gritando su odio a los ocupantes. Un año de errores de cálculo y de juicio parece haber llevado a Irak a un caos que bordea la anarquía. La filosa frase del senador Kennedy –“Irak es el Vietnam de George Bush”– remueve poderosos recuerdos en Estados Unidos. “El fracaso no es una opción” solía ser una de las frases hechas favoritas del Pentágono. Pat Buchanan, un aislacionista de la vieja escuela, ahora dice que “los ataques de Faluja y de los chiítas nos dicen que el fracaso ahora sí es una opción”.
Vietnam e Irak son diferentes en aspectos vitales. En Vietnam los norteamericanos nos insertamos en una guerra civil preexistente, en Irak le impusimos una guerra al país por razones que resultaron ser falsas. Pero Vietnam e Irak son realmente similares en el “efecto pantano” y en la falta de experiencia histórica y conocimiento cultural, con la consecuente ignorancia y arrogancia que nos meten en pantanos.
El 2004 es un año en el que los americanos se conceden el ritual cuatrianual de elegir un presidente. La situación actual es que aproximadamente el 45 por ciento del electorado ama a George Bush y el 45 lo odia. Casi todos en este 90 por ciento ya están decididos y difícilmente cambien su voto.
El diez por ciento restante son indecisos e independientes que viven en suburbios, son económicamente conservadores y culturalmente tolerantes. El resultado del 10 de noviembre dependerá en parte de este 10 por ciento. También dependerá de cuánta gente se presente a votar en la base de cada candidato. La de Bush está en la derecha religiosa, la de Kerry en la izquierda anticorporativa. El dilema que enfrenta cada candidato es que las posiciones que tome para complacer a su base bien puede alinear el 10 por ciento de indecisos.
Por eso es que el presidente Bush, nervioso por su base, busca complacer a la derecha religiosa tratando de imponer una enmienda constitucional que prohíba el matrimonio homosexual. Esto muy probablemente lo deteriore frente a los indecisos, que piensan que el gobierno no debe interferir con la vida privada de las personas.
El senador Kerry tiene un problema similar. Lo enfrenta Ralph Nader, el cruzado contra las grandes empresas, que hace cuatro años le sacó los suficientes votos a Al Gore como para que gane Bush. Pero si el senador Kerry se corre a la izquierda para defenderse de Nader, puede perder con los indecisos, mayoritariamente moderados en sus puntos de vista.
¿No será la guerra el punto decisivo? Después de todo, es la guerra de Bush. No había un clamor popular por atacar a Irak. Si no hubiéramos ido a esa guerra, les hubiera importado a pocos americanos. Pocos se hubieran enterado siquiera. ¿Por qué, como testificaron tanto Clarke como el ex secretario del Tesoro Paul O’Neill, el presidente Bush estaba obsesionado con Irak? No creo que sea por razones nimias. Muy probablemente, Bush se compra la fantasía neoconservadora de que una victoria en Irak puede democratizar todo el Islam y ganarle un lugar en la historia. Otras razones –petróleo, Israel, bases militares que reemplacen las sauditas, liberar a Irak de un tirano monstruoso– son secundarias en comparación con la misión histórica para la que el Todopoderoso lo eligió a él.
Para cumplir su misión, Bush cambió las bases de la política exterior norteamericana. Por el casi medio siglo de la Guerra Fría, esta política se basó en la contención y la disuasión. Bush barrió con eso. La nueva base es la guerra preventiva.
La razón inmediata por la que Bush abrió la Caja de Pandora del Medio Oriente e invadió Irak fue su certeza moral de que Saddam Hussein tenía armas de destrucción masiva y trabajaba en sociedad con Osama bin Laden. Esa certeza resultó un engaño. Esta degradación le hace mucho daño a la credibilidad de Bush y a la de EE.UU., nos ha metido en un problema angustiante en Irak, y distrajo nuestra atención, recursos y poder militar de la guerra que debería ser la prioridad más alta de la administración Bush: la guerra en Afganistán contra Al Qaida y el terrorismo internacional. Ahora, Afganistán es otro caos. Bush eligió la guerra equivocada, en el lugar equivocado, en el momento equivocado.
El impacto de esta guerra en las elecciones es difícil de predecir. En una crisis internacional, el instinto de los americanos es rodear a la bandera y a su presidente, al menos por un tiempo. Hasta ahora, las protestas contra la guerra no fueron masivas. Pero Faluja ya fue comparado con la ofensiva del Tet en 1968, que disparó el proceso que sacó a Lyndon Johnson de la Casa Blanca. El impacto de la guerra depende del éxito que tenga la ocupación en detener la desintegración de Irak y en lograr un poco de estabilidad. Depende de capturar a Osama. Depende del posible juicio a Saddam. Depende de todo tipo de variantes impredecibles.
En una democracia, los líderes electos responden por sus actos. La guerra en Irak fue una decisión presidencial, no una necesidad nacional.

* Asesor especial del presidente J.F. Kennedy, 1961-1964. Experto en relaciones exteriores e historiador.

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