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Contratapa|Domingo, 12 de mayo de 2002

“Refuzniks”

Por Juan Gelman
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Hay héroes de guerra y héroes de la paz en tiempos de guerra. Los primeros suelen ser producto del coraje, o de la irreflexión y aun del azar. Los últimos, de una conciencia con valores lastimados que procuran reparar. Así ocurre con los reservistas de las fuerzas armadas israelíes que se niegan a servir en los territorios palestinos ocupados. Eran –al viernes 10 de mayo– 455 oficiales, suboficiales y soldados que fundamentan sus razones: “No seguiremos peleando más allá de los límites (existentes) en 1967 para dominar, expulsar, hambrear y humillar a un pueblo entero... Entendemos ahora que la práctica de la ocupación es una pérdida del carácter humano de las Fuerzas de Defensa de Israel y la corrupción de la sociedad israelí entera”. Dicen que seguirán desempeñándose “en cualquier misión destinada a la defensa de Israel. Las misiones de ocupación y opresión no sirven ese propósito y no participaremos en ellas”. Los llaman “refuzniks”.
El teniente paracaidista Guy Grossman, veterano de la guerra del Líbano, menciona algunas de las dificultades que tal decisión acarrea: enfrentamientos con familiares y amigos, camaradas de armas que le niegan el saludo y la palabra, imposibilidad de trabajar en 35 municipios que resolvieron no dar empleo a los “refuzniks”, el riesgo de ir a prisión que ya castiga a decenas de ellos. Pero otras cosas resultaron más duras a este israelí “criado en los valores sionistas del sacrificio de sí mismo y del compromiso con la supervivencia nacional de mi pueblo y con los valores universales de justicia y derechos humanos”: el proceso –”arduo y de profundo examen de conciencia”– le exigió “desafiar algunos mitos que mi país alimenta, así como un doloroso cambio de identidad. Yo era un héroe y ahora me rehúyen, hasta me motejan de traidor”. Y algo tal vez más duro todavía: “La diaria humillación de los retenes, los cierres arbitrarios (de circulación) y la destrucción de casas” en los territorios ocupados llevaron al teniente Grossman a observar que “los niños (palestinos) crecen con odio en sus ojos. Ojos que me daba vergüenza mirar”.
Otros “refuzniks” no ahorran ásperos ataques al gobierno. Idan Landau: “Habíamos olvidado cuán insensibles y siniestros pueden ser nuestros dirigentes. Olvidamos el poco valor que le dan a la vida humana, con qué facilidad nos mandan a matar o ser muertos... Tal vez éste sea el comienzo del fin de la democracia israelí”. Michael Ben-Yair: “Hemos establecido un régimen de apartheid en los territorios ocupados... Es una dura realidad que está provocando la pérdida de la base moral de nuestra existencia como una sociedad justa y libre, y es una amenaza a largo plazo para la supervivencia de Israel”. Haim Baram: “(Sharon) piensa como un jefe de la mafia, no como un jefe de Estado moderno. El hecho de que las autoridades de EE.UU. aprueben el modus operandi de semejante hombre es casi increíble”. Los “refuzniks” no son precisamente complacientes con el terrorismo árabe. “La matanza (de civiles israelíes) del 27 de marzo en Netanya sacudió a la nación entera –dice Haim Baram– y produjo sentimientos colectivos de inocencia herida y justa cólera”. La reservista Sarah Shartal reflexiona: “Nunca habrá una respuesta militar a los atentados suicidas. La gente que tiene esperanzas de futuro no se vuela a sí misma”.
El movimiento “refuznik” comenzó en 1982 cuando Israel ocupó el sur del Líbano: 168 efectivos fueron encarcelados por negarse a participar en la campaña. Renace ahora en un Israel en que el 58 por ciento de la población apoya a Sharon y tampoco los civiles escapan al clima de intolerancia imperante. La mítica cantante Yaffa Yarkoni, de 77 años, que desde la guerra de 1948 ha acompañado todas las batallas de las tropas israelíes,luego de mirar un noticiero con escenas de Jenín declaró a la radio del ejército: “Cuando vi a los palestinos con las manos atadas a la espalda, hombres jóvenes, me dije ‘es lo mismo que nos hicieron en el Holocausto’. Somos un pueblo que atravesó el Holocausto. ¿Cómo somos capaces de hacer esto?”. Reuven Rivlin, ministro de Comunicaciones, calificó esas palabras de “blasfemia” y se suspendió un homenaje a Yarkoni que se venía preparando desde hacía dos años: no por presiones del gobierno, sino del público. O: 43 profesores universitarios firmaron una declaración para impedir que Yossi Beilin, ex ministro de Justicia de Israel, impartiera una conferencia en la Universidad Ben Gurión. El genetista Arieh Zaritsky, uno de los firmantes, concluyó que había que enjuiciar a Beilin porque había participado en la elaboración de los acuerdos de paz con los palestinos concertados en Oslo en 1992. “Para mí (Beilin) es un delincuente”, remachó. Estos casos de odio entre judíos llevaron al rabino Michael Lerner a decir: “Si un pueblo está involucrado en la brutalidad hacia fuera, es seguro que la crueldad y el odio se reflejarán también dentro de esa comunidad”.
El número de “refuzniks” es poco más del uno por mil de los 400.000 reservistas del ejército israelí. En otro contexto y por otras razones, escribió Luis Cernuda: “No importa qué tan pocos lo sean:/uno, uno tan sólo basta como testigo irrefutable/de toda la nobleza humana”.

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