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Contratapa|Lunes, 3 de abril de 2006
CARTAS

Repetición

En psicoanálisis el olvido es la condición de la repetición y la falta de registro en la neurosis no remite a la volatilización de un recuerdo sino a su permanencia en lo inconsciente. Cuando el término represión pasa a la política no estamos hablando de algo inasible para la conciencia, sino a la coerción que alguien ejerce con el propósito de que algo no suceda, o que alguien sea excluido, eliminado. A 30 años del golpe más feroz que hayamos sufrido, no tenemos aún la certeza de haber dejado atrás ese horror. Sabemos a los militares en sus cuarteles, oímos sus mea culpas y hasta desconocemos sus nombres. Nuestro marco tiene un costado prusiano que no deja de inquietar: ese silencio pasa de habilitador a ominoso. Más cuando muestra la vigencia de la repetición. Dos hechos recientes nos alarman: altos marinos son destituidos por espionaje interno; su núcleo, la base Almirante Zar, en Trelew, nos reinstala en la masacre que en los ’70 permitió a la Armada dar a ver lo que luego rubricara en la ESMA, el proyecto Massera, el delirio malvinista de Lami Dozo. Al mismo tiempo, el grito de la mujer de un mayor en la Casa Rosada, en el rostro del Presidente: una contestación al discurso de Kirchner sobre la libertad de expresión. Cecilia Pando, esposa de Rafael Mercado, despojado de su rango, reabre el círculo que se creyó cerrado por razones generacionales. Los medios la tuvieron en sus sets con esa insistencia que hace inútil todo zapping. Tanto su actitud corporativa como lo pavoroso de sus dichos nos sacude para decirnos que alguien de su edad sigue repitiendo los argumentos que ni su esposo ni sus jefes se animan a susurrar, pero que son su más íntimo credo. Quienes propenden al cambio eluden el meollo; aquí se ve de la cola a la cabeza la serpiente que sostiene a la educación civil fuera de las pistas de despegue. Nuestros dirigentes no encaran la educación como destinada a formar cuadros civiles aptos para optimizar la democracia; no propenden a entrenar militantes del pensar y el hacer con otros para edificar la Patria al modo de una gran cooperativa en la que haya resto para vivir bien y espacio para el disfrute. Tanto el adolescente que hoy ignora –entre mil temas– el brutal ataque del ’76 pensado para instalar un modelo como el cadete que aprende una versión amañada de la historia, hasta fugaces Cecilias reiterando frases que ni Roca se habría atrevido a pronunciar reivindicando la “campaña del desierto” emanan de una ceguera digna del más febril de los Sabatos. A tres décadas de un golpe pleno de cómplices, hay continuidad formativa en la casta y en su objetivo de controlarnos; sólo una negación mayor mantiene las formas, pero no opera hasta el hueso en la educación de nuestros militares. Mientras, en un mundo civil desatendido, tras el quiebre educacional plasmado en pocos años, todo un estrato de mutantes, al decir de Eva Giberti se “prepara”, sin saberlo, para conducirnos. Preparémonos pues nosotros para un volantazo colectivo que obligue a un viraje conceptual y fáctico, o para ser la base social de unos u otros.




Mario Malaurie - Psicoanalista

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