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Contratapa|Viernes, 19 de enero de 2007

Carnes

Por Rodrigo Fresán
Desde Barcelona
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Carne podrida. Pocas cosas caen peor que las discusiones entre el PP y el PSOE, entre Rajoy y Zapatero. Sobre todo luego de la bomba en el aeropuerto de Barajas con la que ETA continúa insistiendo que no rompió la tregua. Rajoy le exige a Zapatero que pida perdón, Zapatero pide perdón, Rajoy le reclama el haber demorado en pedir perdón y así, como en el recreo del colegio: pido gancho y espejito rebotín y a mí me rebota y a ti te explota. Y, del otro lado, los confundidos dirigentes del País Vasco intentando explicar lo inexplicable. Y entre unos y otros, los españoles que –más allá de encuestas que suben y bajan y de diferentes tendencias– coinciden en algo: están cada vez más podridos de los políticos españoles.

Carne gorda. Y, además, están gordos. Los últimos estudios han revelado que uno de cada dos españoles pesa más de lo que debe. Y que comen mal. De ahí que semanas atrás el Ministerio de Sanidad le declarara la guerra y la veda a la macrohamburguesa XXL promocionada por la cadena Burger King, producto que aporta 971 calorías diarias. El eslogan para incentivar la carnicería era Come como un hombre. Mientras tanto, el Canal Cuatro de televisión estrena Soy lo que como: un programa periodístico que investiga lo que comen los españoles.

Carne desperdiciada. Un hospital de Madrid tiró a la basura 140 cordones umbilicales donados. De esos que, días atrás, curaron la leucemia de una niña. Se espera con ansia comunicado del Vaticano condenando esto último y atribuyendo lo primero a algún tipo de voluntad divina.

Carne colgada. Más ahorcados en Irak. A uno se le salió la cabeza. Uy. Esperemos que a nadie se le ocurra imitar lo que alguien grabó con su móvil y luego colgó en Internet.

Carne virtual. Crece en España el uso de sites para encuentros sexuales. De ahí a la cita a casi ciegas o al club de swingers. “La finalidad es ampliar las redes sociales haciendo algo que nos encanta”, explica una pareja de usuarios. Chateando se conoce –bíblicamente– carne.

Carne vigilada. Estados Unidos tomará, a partir de su verano ’07, todas las huellas digitales a los extranjeros que pasen por sus aeropuertos. Muchos protestan. La verdad que, a esta altura, ya da lo mismo. Eso sí: sería bueno que se tomaran medidas para acabar con esa otra forma de terrorismo: el extravío y desaparición de valijas.

Carne provenzal. Tres muertos en Arles, Francia, al caer un helicóptero sobre un restaurante. Comida pesada. Mientras tanto, en París, un preso se comía parte de un recluso asesinado: parte de un pulmón. Tres estrellas.

Carne barata. Precio de un riñón en Irán: 5000 euros.

Carne nacional. Chávez –césar venezolano– se ha lanzado a la nacionalización de absolutamente todo. Todo lo privado se bolivariza en el aire. Hasta que –ya se sabe– llegado un determinado punto, el universo en expansión comenzará a contraerse y todo lo nacional se privatizará y así hasta el fin de los tiempos.

Carne confundida. Estados Unidos llama a filas –por error– a 300 soldados muertos o heridos en Irak. Está claro que alguien se olvidó de tomar las huellas digitales. Las cartitas llegaron a sus familias pocos días después de Navidad. La explicación dada por el vocero del ejército es que la situación “está siendo cuidadosamente examinada” y que se tomarán medidas “para que nunca más vuelva a ocurrir algo semejante”. No queda claro si ese “algo semejante” se refería a la guerra en Irak.

Carne alegórica. José Saramago ha anunciado que su próxima novela se titulará Alegría de la huerta y que –siempre en la vertiente tan The Twilight Zone que ha caracterizado las tramas de sus últimas obras– tratará de lo que sucede cuando, una mañana, misteriosamente, toda población del planeta se despierta siendo vegetariana.

Carne fresca. Saviola aprovecha que medio Barça está lesionado o amonestado –y que el equipo está jugando tan mal que va camino de parecerse al Real Madrid– y mete goles. Con esa carita de personaje de García-Ferré que tiene. La hinchada lo quiere tanto que se lo quiere comer.

Carne radiactiva. Scotland Yard ha encontrado rastro de polonio 210 en otro restaurante de Londres. Queda claro que el ex espía ruso Litvinenko salía mucho a comer y que tenía muy buenos viáticos. No es barato comer fuera en Londres. Esta vez, el restaurante beneficiado ha sido el italiano Pescatori, en el coqueto barrio de Mayfair. De seguir así la cosa, las guías gastronómicas de la ciudad advertirán, con el dibujito de un átomo, aquellos restaurantes que ofrezcan polonio 210 en su menú.

Carne revolucionaria. Los intestinos de Fidel Castro. Parece ser que los males de Castro se deben a que Castro se negó a que le abrieran un ano artificial con su bolsa para evacuar prefiriendo una recuperación menos humillante. Parece que la cosa salió mal, problemas de cicatrización, dos nuevas operaciones y así están hoy las cosas. Se sabe que Castro es un obsesivo de sí mismo y se estudia todos los manuales antes de ser sometido a cualquier tipo de intervención y que –se asegura– hasta llega a dirigir a sus médicos desde la camilla. Idea para el guionista David Shore: episodio doble de House con Fidel Castro como paciente invitado y hasta el alta siempre.

Carne juzgada. El cuerpo de James Brown no será enterrado hasta que se diriman problemas de herencia y parentescos varios y viudeces seriales. Get up!

Carne descongelada. Isabelita.

Carne asada. En Buenos Aires, ahora, demasiados grados, mucha sensación térmica, vuelta y vuelta, me dicen. De carne somos. Tirarla toda al asador. Hasta que no quede nada. Y que los huesos se los repartan, se los peleen, como siempre, los perros. Los perros ladran. Y sobran a la hora de las sobras.

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