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Contratapa|Sábado, 3 de agosto de 2002

Crímenes de lesa democracia

Por Osvaldo Bayer
Mientras el sistema del capitalismo globalizado presenta desolador cáncer en su propia cabeza, los argentinos, que hemos soportado todos los dislates, las mentiras y los robos del sistema a través de mentados sátrapas o infinitos incapaces y alcahuetes del mandamás de allende los mares, nos pasamos discutiendo las candidaturas. Somos los cándidos de las candidaturas. Reutemann o De la Sota, nos preguntamos, ante el quid que nos presenta desde la pantalla de todos los días un personaje minúsculo con influencias quizá obtenidas en sudadas antesalas de padrinos en ciudades, pampas y bolsas. Un personaje surgido de los rincones oscuros de Lomas de Zamora. Los argentinos no nos damos maña para no entrar en ese pasillo oscuro de candidaturas empujadas desde los salones de legislaturas y antesalas de comité. Volvemos a aquel panorama de la década del treinta con los caudillos de Avellaneda o el gobernador puntano y mendocino para ver si tal abogado radical vinculado con la banca británica podía llegar a ser presidente. Estamos en plena década del fraude patriótico porque por más que las elecciones sean "limpias" y todos los partidos tengan fiscales, el fraude ya fue hecho. Duhalde elige los candidatos y nosotros vamos a conformarnos con uno de ellos. O se libra la batalla con el inverosímil traficante de armas y de candidaturas y todo termina en un arreglo de caballeros: ni vos ni yo pero el presidente es tuyo y el gabinete es mío, Diputados es tuyo y Senadores es mío. Buenos Aires es mío y Córdoba y Santa Fe son tuyos. Que vendría a resultar la proclamación de Ramón Hernández-María Julia, con otros rostros sonrientes de los "candidatos del pueblo". El radicalismo terminó para siempre porque aquella vez después de tantas componendas y tantos arreglos designó a De la Rúa. Cuya vocación fue hacerse amigo del juez y trenzando, trenzando, los "jefes" finalmente se decidieron por él. Fue el error final. Terminó en el marasmo, se abrió la ventana y entró el aire fresco del basta de los engañados. Para eso tanta bala en la Patagonia y Nueva Pompeya contra obreros de traste planchado pero el ideal en los ojos; para eso tanto pacto con el gorilaje y aceptar presentarse solos a elecciones cuando las dictaduras prohibían a los otros. Para eso tantos intendentes al desaparecedor por excelencia. Ya está, radicales, calma radicales, a sus casas y a repensar los 86 años de fracasos, acomodos, ilusiones, buenas intenciones y traiciones a sí mismos y a eso nunca vivido que todavía citamos esperanzados, la democracia.
El peronismo fue una oportunidad distinta. El coronel llegó por un golpe al poder y jugó bien su populismo en un país rico donde se podía repartir, y repartió. Una historia argentina de rajes, afanos, personalismos lagrimeantes, plazas llenas repentinamente vacías, la California, la cañonera de Stroessner y los gorilas fusiladores. Una gran ópera trágicamente bufa. Y después la ilusión generosa de los jóvenes. (Con mártires buenos, buenos. Un luminoso de pura generosidad, Rodolfo; y uno que se puso a aprender a caminar la Latinoamérica heroica, John William.)
La tradición bien argentina: radicales, dictaduras, peronistas, dictaduras, radicales, y como final de toda la democracia barata y traicionada: Duhalde. Y las vacas fueron enflaqueciendo. Se aprendió el camino a Suiza y a rebajarles el sueldo a los maestros, y no reponer ladrillos en las escuelas. ¿Cómo explicar que el gobierno de Perón haya caído por obra del ejército, su origen? ¿Acaso al ejército no se lo educó en lo nacional y popular? Un ejército al servicio del pueblo decía el líder en los engalanados desfiles del 9 de Julio. Tres o cuatro gorilas terminaron con una doctrina que se enseñaba en las escuelas. Y cuatro o cinco almirantes educados en viejos buques ingleses dieron el puñetazo en la mesa y dispararon las brigadas populares azules y blancas, y las movilizaciones obreras Perón-Evita que iban a hacer el justicialismo desde las calles. (¿En qué quedó la denominada revolución de Evita? ¿Quién tomó sus ideales? ¿Qué gran movimiento se originó en su memoria? ¿Donde están las columnas de mujeres que en su nombre deberían tomar los puentes de Avellaneda? Nada, suplementos periodísticos en su aniversario, actos de los gordos de la CGT. ¿Qué teoría de ella informan nuestros libros de historia? Adornos, sólo adornos. Algún monumento, algún altar, alguna tumba adornada. Algún music-hall para las lágrimas.)
¿Qué nos dejó el peronismo oficial cuando terminó definitivamente con López Rega y sus Tres A? Un ejército desaparecedor --la mayoría de estos oficiales se educó durante el peronismo en los colegios militares y las academias de guerra--. ¿Qué se les enseñó? ¿Acaso el odio a todo lo que fueron liberación americana? (Recuerdo cuando la revolución guatemalteca fue vencida por los militares mercenarios de Estados Unidos y los perseguidos se refugiaron en la embajada argentina. Perón los mandó buscar en un avión argentino y fueron a parar directamente a la cárcel de Devoto. Una cobarde traición a la tradición de Zapata y Sandino.) Qué nos dejó el peronismo de la clase trabajadora formada en su origen en la FORA: los gordos de la CGT, que negocian con todo y con todos. (Y que a pesar de ellos hay organizaciones que siguen con aquella vieja tradición de seguir la lucha desde las calles.)
Un resumen desolador. Pero antes una pregunta: ¿Por qué ninguno de los dos partidos, radical y peronista, estableció una ley por la cual se condenaba a todo general golpista que había traicionado a la Constitución? No, todo lo contrario, los ex dictadores seguían cobrando sus sueldos, seguían detentando su uniforme y concurrían a los actos militares y eran saludados por todos los uniformados y civiles. Veamos el último acto militar con Brinzoni y Jaunarena. Estuvo presente el general borracho: Galtieri.
Un resumen pesimista hasta la tristeza que no se va. Porque si no, estas tristes calles de hoy, estos rostros de los "grasitas" de Evita en el frío. En el hambre. Vivimos la Argentina pobre después de ochenta y seis años de radicales, dictaduras, peronistas. Todos tuvieron todas las oportunidades. Huyeron, robaron, los culpables son los otros. Si me voltean a mí yo no soy el culpable por dejarme voltear sino el que me voltea. Hasta practicamos las relaciones carnales. Y rezamos todos los años a San Cayetano. No nos olvidamos de ninguno de nuestros deberes ciudadanos: cantar a la bandera, honrar a los héroes de Malvinas, escuchar a Hadad y darle cada vez más poder. Nuestras principales calles se llaman Yrigoyen y Perón, no Walsh ni Cooke. Ni Juan Ocampo y Luisa Llaiana, aquellos héroes primeros de los derechos a la dignidad en los orígenes de nuestras luchas en la calle, cuando los obreros enfrentaban a cara descubierta al más miserable de los miserables: el coronel Ramón Falcón, figura de la muerte en aquellos tiempos donde los obreros querían vida.
Síntesis actual del peronismo: Menem --que arrasó con el país y con los ideales-- y Duhalde quieren que todo lo antiguo se mantenga en el poder para seguir jugando al poker de la manija.
Ochenta y seis años de democracia, entre radicales y peronistas, y dictaduras que ellos permitieron. Hay que decir basta. Que se vayan con sus iconos y sus fracasos y sus traiciones. La sangre tiene que brotar nueva en nuestros jardines. Debe comenzar una nueva era, de caras jóvenes y almas limpias y banderas de luchas dignas. Ellos ya tuvieron la gran oportunidad, y nos dejaron este país de lágrimas, hambre, frío y roña. Decir no al pasado será el verdadero coraje civil que debamos demostrar en las calles para no avergonzarnos ante las próximas generaciones.

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