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Contratapa|Sábado, 9 de junio de 2007

Algo feérico

Por Osvaldo Bayer
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Mientras hay candidatos que nos ofrecen como solución más policías para mayor seguridad, hay gente en nuestro país que cree que educar en la no violencia es ir aportando granitos de arena para lograr la verdadera paz interior. Por ejemplo: enseñar en las cárceles las otras posibilidades que nos ha dado la vida: la ciencia, el arte, la literatura, la historia, la sociología, el análisis de las leyes, es decir, todo aquello que nos mete en el bosque de la búsqueda interminable del saber. Esta vez me ha tocado estar con los alumnos de la Universidad de Devoto, sí, la del penal. Llegaron los presos con sus rostros expectantes, una gran curiosidad y con ganas de hacer preguntas y debatir. Había semblantes sufridos, claro está, pero también esperanzados, como diciéndose vamos a sobreponernos, miremos más allá del muro, imaginémonos el mundo que nos espera, armados contra el pasado y con esperanza para no malgastar los años que nos esperan al salir.

Pero no es todo oro lo que reluce y, por supuesto, hay problemas. Los internos que estudian han hecho proposiciones muy atendibles, por cierto. Pero hasta ahora no han recibido respuesta. Es una pena que no se establezca un diálogo. Para llamar la atención, los presos que estudian hicieron una huelga de hambre semanas atrás y las autoridades les prometieron conversaciones que luego no se cumplieron. Muy poco es lo que piden, como decimos, apenas la modificación de los reglamentos para impedir castigos corporales, mejorar el acceso a las comidas, etc. El CUD, el Centro Universitario Devoto, que los aglutina, señala en un comunicado que ellos gestionaron un estudio que propone sugerencias para modificar los decretos reglamentarios que tornan operativa la ley 24.660. Esta ley es la de ejecución de la pena. Los presos no presentan objeciones contra la ley sino contra los decretos que, al imponer demasiados requisitos, desvirtúan e impiden su correcta aplicación. Y justamente sostienen que esos decretos traen las siguientes dificultades: “Le otorgan al servicio penitenciario mucho poder antojadizo para evitar que un preso acceda a los beneficios, tales como salidas transitorias y laborales. Esos beneficios dependen de una puntuación (concepto y conducta, como en la escuela) que está en manos, entre otras áreas, del servicio. Estas calificaciones suelen otorgarse sin ningún fundamento. De este modo se llega a paradojas tales como que un procesado (aún no condenado) goza de menos beneficios que un condenado, es decir, un culpable”. Añaden los internos que, “dado que muchos de los asistentes al Centro Universitario Devoto son abogados o estudiantes de abogacía o tienen conocimientos en la materia, desde allí se presentaron, hace ocho meses, las sugerencias para modificar la situación”. Y se quejan que “desde entonces no sucedió nada. La protesta había comenzado con una huelga de hambre que se levantó por la promesa de que habría una mesa de trabajo donde se tratarían estos temas. Desde la presentación –continúan– de las sugerencias, que se hizo ante la Subsecretaría de Asuntos Penitenciarios, hasta hoy, no sólo no hay respuestas, sino que el clima viene enrareciéndose; hay mucha tensión”. Y en la última parte del comunicado calan hondo en las consecuencias que tiene esta actitud del silencio oficial ante el preso: “Esto se relaciona –dice– con la inseguridad de los ciudadanos, porque la ley 24.660 determina el contenido cualitativo de la pena: esto implica qué hacer con un condenado mientras permanece en prisión. Y la misma ley establece en su artículo primero que su finalidad es lograr que el condenado comprenda y respete la ley en sentido general una vez cumplida la pena (al salir). Es decir, que comprenda la ley para no reincidir. Los decretos tornan prácticamente inoperativa la ley”. Y aquí viene una conclusión que nos parece profunda: “Hacen que un condenado, al no acceder a un beneficio carcelario que le permita insertarse paulatinamente en la sociedad, al agotar su pena, se dé de bruces con la realidad sin un proceso de adaptación previo. Y así contribuye a la inseguridad. A esto hay que sumar la falta de asistencia pospenitenciaria; actividad estatal que colabora con el apoyo necesario que necesita un preso al salir. El noventa por ciento de los detenidos, hay que tener en cuenta, son pobres”.

Son pobres. Esto hay que tenerlo en cuenta para preguntarse: ¿hay verdadera justicia?

Después de la clase y el nutrido debate con preguntas y respuestas recíprocas, me dijeron que es voluntad de ellos estudiar parar servir a la sociedad. Y van a aprovechar ese tiempo que tienen que cumplir con las penas recibidas para entrar de lleno en la vida civil útil de la comunidad. Ese es el mejor camino, reflexiono, y no ese que pide más violencia de arriba para exterminar la violencia que se vive en nuestras calles, un método irracional que nos ha llevado a una sociedad de niños con hambre, gente sin techo y jóvenes sin trabajo. Por eso creemos que sería necesario que se reanude desde arriba el diálogo con el Centro Universitario de Devoto. Lo antes posible. Porque para la sociedad lo más importante es cómo sale el preso a la libertad. Tiene que salir nuevo. Recuperado para siempre. Las cárceles deberían cambiar el nombre y llamarse Institutos de Recuperación.

Muy distinta fue la experiencia pocos días después en el penal de Marcos Paz. Incide mucho el campo, la amplitud, el verde, los nuevos edificios muy bien adaptados. Acepté una invitación del programa “Café-Cultura y Nación”, de la Secretaría de Cultura de la Nación. Me gustó el lema del programa: “Asumimos que la construcción de una sociedad más democrática y participativa, la información, el diálogo y el debate son herramientas imprescindibles”. Por fin, me dije, y acepté. Además porque iba junto al concertista Miguel Angel Estrella. Música y palabra iban a ser el encuentro con los presos. Y fue una tarde magnífica. Hasta nos recibieron las autoridades del penal que por lo común no aparecen, uno se ve sólo con los guardianes.

En esos seres castigados, de pronto apareció el entusiasmo: primero, nada menos que Mozart, luego el “Dios” de la Música: Johann Sebastian Bach, y en tercer término, Beethoven. El clima que trajo la música interpretada por Miguel Angel Estrella llevó la emoción a los doscientos internos. En sus ojos se veía que no podían creer lo que habían escuchado. Luego, las palabras del artista sobre sus experiencias con la música y los derechos humanos. Después me tocó a mí, que justamente hice una breve historia de la crueldad argentina. Hubo preguntas por todos lados y, de pronto, muchos seres silenciosos comenzaron a hablar y terminaron dialogando entre ellos. Un clima especial, tal vez, sin exagerar, emplearía la palabra feérico. ¿Clima feérico en una cárcel? Y sí, ¿por qué no?, precisamente allí. Todo terminó con una fiesta: el conjunto Che Tango y la increíble Paula Estrella nos metieron en el bolsillo con sus ritmos de tango.

Nostalgias en los ojos, sí, lágrimas. Esos hombres encarcelados también saben lo que es la emoción. ¿Por qué no? Lo único es que hay que sabérsela llevar.

Música, palabras, aire, verde, amplitud. Marcos Paz muy distinto a Devoto, donde todo huele a humillación, oscuridad, desconfianza.

Las cárceles también existen. Los presos también existen.

Cuando los lectores estén leyendo estas líneas estaré en Choele Choel, en la casona donde nació Rodolfo Walsh. De depósito de cajones de fruta de una empresa norteamericana, vuelve a ser la casa natal del mejor periodista de estas pampas. El homenaje necesario. Terminar con la injuria increíble: ahí, donde vio por primera vez la luz convertido en un símbolo de lo que él combatió. Y seguiremos luchando para que esa casa se convierta en un centro donde se puedan ver los originales de sus obras, sus fotos, y también se pongan testimonios de los tiempos en que él vivió.

Pero hay más: otro triunfo de la verdad y los principios del rescate histórico de nuestros héroes: la ciudad de Concepción del Uruguay inaugurará muy pronto un monumento a Rodolfo Walsh. La historia triunfa. La lucha por la ética triunfa. Los asesinos de Walsh serán maldecidos y despreciados para siempre. Fue fácil asesinar. Pero no lograron hacerlo desaparecer. Siempre, Rodolfo Walsh estará presente. Algo feérico.

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