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Contratapa|Viernes, 9 de noviembre de 2007

A la derecha con Moria

Por Sandra Russo
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En la final de “Bailando por un sueño”, Moria Casán dijo que el resultado de la votación del público entre Paula Robles y Celina Rucci le importaba a la gente mucho más que el resultado de las elecciones. Yo no vi la final, pero ese fragmento fue repetido en varios programas. Subrayado, entonces, por el recorte en seco que provoca la repetición de ese momento, me asaltó una indignación atroz, un ataque de ovarios contra esa mujer que cuando yo era adolescente, encarnaba en las ficciones con Olmedo y Porcel –-ella y Susana Giménez fueron las dos grandes sex symbols de los años de plomo– una picaresca reaccionaria, acorde con la época.

Es un personaje muy complejo Moria Casán, tan complejo que hay quienes ven en ella un icono de liberación y transgresión. Esos dos atributos, que en política en general van acompañados por pensamientos del centro a la izquierda, aparecen agitados por una mujer de derecha o derechas, porque Moria Casán ha adherido, en diferentes épocas, a derechas de estilo burocrático autoritario y a derechas de manteca al techo y el vuelto en el bolsillo.

Cuando recuerdo que Roland Barthes dice que “el sentido común trafica ideología”, me pregunto cuánto contribuyó Moria Casán, más allá de su voluntad, a la constitución del sentido común reaccionario argentino. Ella misma fue la transgresión de esos hombres que no dejan que sus mujeres usen minifalda porque así se visten las putas. Ignoro por el contrario qué les pasa a las mujeres que admiran a Moria Casán. Su misoginia es tal, que sólo identificándose con ella es soportable. Su mundo de gays la dispensa y explica por qué su nombre está ligado a la palabra liberación. Moria Casán es una mujer liberada en tanto se sirve de padrillos y tiene amigos gays. Acaso ésa, la liberación burguesa del ama de casa que espera al marido planchando, sea la que ella represente.

Por lo demás, Moria Casán no quiere a los hombres ni a las mujeres. No quiere a los hombres porque los ejemplares que la acompañan son motivo suficiente para odiar al género masculino entero. Pero por qué se los elige así, es un misterio. Pusilánimes, babosos, cortesanos, vividores. Andá a querer a los hombres.

En Moria Casán resiste, además, un modelo de mujer fálica que está en vías de extinguirse. Ella declara que tiene un hombre adentro, o se jacta de su falo, y es aquella vagina dentada en la que entra sólo el que quiere ser devorado. Las mujeres fálicas han mutado en estos últimos años. Ahora son mujeres que desean un falo intercambiable. Hemos descubierto la ventaja de la falta. Estamos amigándonos con ella. Ser una mujer fálica da réditos en el trabajo, en la batalla cotidiana, pero en la cama... es bueno sacarse todo, el falo también. Se lo pasa mejor.

Moria Casán diciendo en la final de “Bailando por un sueño” eso que dijo, es Moria Casán esencialmente. Es esa mujer madura, tetona, un poco pasada de rosca con el colágeno, que desprecia hoy como ha despreciado siempre la democracia.

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