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Cultura|Jueves, 26 de diciembre de 2002
HOY TERMINA EL CICLO “LOS FILOSOFOS: PENSAMIENTOS Y TONOS DE LA VOZ”

Pensar es algo más que conocer

Los cursos, que se repetirán el año próximo a pedido del público, se basaron en la idea de desacartonar el estudio de la filosofía, yendo a la médula de los autores, sin apuros y sin reverencias.

Por Mariano Blejman
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Laura Klein dice que su técnica consiste en no reverenciar autores.
No es la primera vez que la filosofía despierta pasiones en la historia de la humanidad. Pero no deja de ser llamativo que casi la totalidad de los asistentes al ciclo coordinado por la filósofa Laura Klein hayan elevado un petitorio a las autoridades para que lo repitan el año que viene. Hoy a las 20, en la sala F del Centro Cultural General San Martín (Sarmiento 1151), se realizará el último encuentro del ciclo 2002, iniciado el 26 de setiembre pasado. El pensamiento filosófico y sus principales autores estuvieron en el centro de la discusión bajo el título “Los filósofos: pensamientos y tonos de la voz”. En un hecho inédito, los alumnos se agruparon y juntaron firmas para poder seguir pensando el año que viene. “Intentamos bajar a los autores al terreno”, dice Klein.
–¿Cuáles fueron los ejes para debatir sobre filosofía?
–El eje fundamental está en el pensamiento y la escritura. No se puede reducir un filósofo a sus ideas, como no se puede reducir una película a su argumento. Muchas veces se liga la filosofía con la verdad y no se concibe como una obra de arte. Pero con las historias de Platón no se aprende sólo cómo pensaron en esa época sino que se habita un mundo, o un modo de escribir. Es una obra de arte. Además, leyendo los textos se puede hacer una lectura de la época actual. De los prejuicios que tenemos. Descartes habla de la razón, del cogito, del pensar, del querer y del razonar. Y hoy se le echa la culpa a Descartes de la racionalidad de esta sociedad. Pero él hablaba también del querer. El problema central es que se ha leído a la crítica y no al autor. Porque acceder a las críticas es una cosa y acceder a la obra directamente es otra.
–Pero no es fácil acceder al filósofo sin entrenamiento.
–Nietzsche decía “Detesto todo aquello que no hace más que instruirme sin vivificarme o aumentar mi actividad inmediatamente”. Pensar, se piensa con otros. Con la crisis hay necesidad de pensar sobre todo estructuras. Hay una avidez de pensar y se busca un auge de la producción teórica. No sólo de contenidos, sino de problemas estructurales.
–¿Se buscan formas de concebir el mundo?
–Se hace la pregunta por las estructuras y no por los modos o ideologías. En esta época valen más las afinidades que los acuerdos. Los acuerdos son exteriores, se rompen porque son de la pura conciencia. Hace treinta años existía el modelo estalinismo-nazismo, o libertad capitalista-igualdad soviética. Ahora esa disyuntiva no es polar.
–¿A qué cree que se debió la masividad de sus cursos?
–La propuesta era ponerse frente a la hipertrofia de la producción teórica de los libros “sobre” la filosofía. La crítica literaria genera un embotellamiento en la circulación de las obras. Como dijo alguien, entre las pequeñas colinas de basura poética frente a los Himalayas de basura teórica, que son los ensayos, prefiero las pequeñas colinas. Yo propuse “pensar” y había mucha gente que quería “conocer”. Pensar es una experiencia y es una actividad. Mientras que conocer tiene menos que ver con el sujeto y más con la verdad. Al final, la gente se puso a pensar.
–¿El asunto era perderles el respeto a los autores?
–Los libros se convierten en una muralla. Si alguien lee a Nietzsche y siente que entendió algo, seguramente cree que lo entendió mal. La idea era, claro, perder la reverencia por los autores. Si alguien se pregunta ¿Qué es la libertad?, hay que bajarlo a la tierra. Soy libre, pero si quiero ir a la China y no tengo plata, no puedo ir a la China, por ende no soy tan libre. La ética, por ejemplo, empieza cuando la libertad descubre que es asesina. “Sos libre de irte”, le dice uno a otro en una pareja. Pero “Si te amo no soy libre de irme”. Esto a mucha gente le resultó violento. Pero había que embarrar al autor. No se puede pensar con un revólver en la cabeza.
–En el fondo la verdad es una cuestión de consenso...
–Alguien dijo en los cursos: “Sin consenso no se puede hacer nada”. ¿Y con consenso qué se puede hacer? En este curso no estamos consensuando lo que voy a dar. Es interesante pensar preguntas verdaderas, de gente que no está hablando para escucharse a sí misma, sino que quiere reflexionar.

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