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Cultura|Viernes, 30 de mayo de 2003
ENTREVISTA A TORCUATO DI TELLA, NUEVO SECRETARIO DE CULTURA

“Me interesa la cultura del trabajo”

El funcionario dice que viene del espíritu amplio del Instituto Di Tella y rescata el trabajo como parte central de la cultura. “La identidad hace a la estima de los pueblos”, recuerda el sociólogo.

Por Mariano Blejman
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Durante la campaña, Di Tella editó un libro de conversaciones con Kirchner, “Después del derrumbe”.
Lejos quedaron los tiempos en que fundaba junto a su hermano Guido el Instituto Di Tella, a fines de los ‘50. Era un centro cultural financiado por su padre, también llamado Torcuato. El flamante funcionario Torcuato Di Tella, nuevo secretario de Cultura de la Nación, deja en claro que difiere de las relaciones carnales que su fallecido hermano Guido mantuvo como canciller en el gobierno de Carlos Menem. Dice de sí mismo que es un “socialista potable”, por lo que se considera un extrapartidario en el gobierno de Néstor Kirchner. Di Tella es sociólogo, un estudioso de los procesos sociales en América latina. En estos meses debía concluir para la ONU el trabajo Actores y coaliciones en América latina: al parecer, no podrá hacerlo a tiempo.
En los ‘60, el sociólogo planteaba la necesidad de articular la “izquierda democrática” con el peronismo, y adhería al Partido Socialista. Durante la reciente campaña presidencial editó un libro de conversaciones con Kirchner, obsesionado en lo personal por el desafío de articular un espacio donde confluyan la “izquierda racional” y el “peronismo decente”, según sus definiciones. Después del derrumbe intentó reunir a intelectuales, escritores, músicos, cineastas y actores en un mensaje hacia el progresismo. Pero Di Tella no buscaba el cargo que le ofrecieron: de hecho, Kirchner tuvo que insistir para convencerlo.
–¿Por qué no quería aceptar?
–No fui parte de la campaña. Armé ese libro de conversaciones en interacción con las mías. Me hubiera caído mejor el rol de asesor. Aunque esa disyuntiva entre el ser crítico y el apoyativo había pasado. Los que siempre me leyeron como independiente entendieron que con el libro me jugaba por Kirchner. Mi disyuntiva era “gestión” versus “análisis”.
–¿Cómo plantea su gestión?
–No creo que cambie demasiado el área artística, aunque cambiarán aquellos que dirigen las áreas. Todavía no definí el equipo, quiero consensuarlo con el Presidente. Quiero fomentar la Ley de Mecenazgo y la Ley de Protección de la Producción Nacional que se debate en el Congreso. Me gustaría extender el área a un concepto más amplio de la cultura. Me interesa la cultura del trabajo y la producción. Cuando trabajaba en Siam observaba cómo los obreros inventaban elementos para mejorar las cadenas de producción. Era típico de los torneros crear nuevas herramientas. Me gustaría crear alguna clase de museos activos para mostrar esas creaciones que son parte de la cultura. Cuando creamos el instituto planteamos hacer una especie de museo, que después se convirtió en centro cultural. Hasta había música electrónica, que a mí me parece horrible, pero era parte de lo que sucedía.
–Incorporará, entonces, la cultura “general”.
–Quiero fortalecer el valor del concepto de producción; hay cosas interesantes en la cultura del sindicalismo. Lo primero que hacían los sindicatos era poner una biblioteca. Los obreros leían mucho, hacían periódicos, eran autodidactas que más tarde –ellos o sus hijos– iban a la universidad y perdían su condición de obreros. El sindicalismo se está renovando. Voy a conectarme con los sindicatos, la CGT oficial y no oficial, la CTA y otros, para pedirles su contribución. Hay que recuperar esa historia.
–¿Cómo ve los nombramientos del gabinete?
–Veo que está abierto a otras corrientes. Rafael Bielsa, Gustavo Beliz y yo somos extrapartidarios. Y Filmus dice ser peronista, pero en la práctica viene del Gobierno de la Ciudad. Me parece valorable.
–Se decía que Cultura iba a quedar en Educación...
–Supongo que una comunicación más directa con Presidencia hace que las cosas sean más fáciles de solucionar, menos burocráticas, pero la diferencia no tiene demasiada importancia.
–¿Qué otro elemento piensa incorporar?
–El elemento “fiesta”. La fiesta forma parte de una revolución. Aunque por ahora no pretendo hacer una revolución.
–¿Una revolución cultural?
–No, la revolución cultural es otra cosa, que a mí me desagrada bastante. Hablo de algo distinto: hace poco estuve en Oruro, Bolivia, en el Carnaval. Y aquí en todo el país hay una serie de fiestas que se realizan todo el año, conectadas con las áreas de producción y turismo. A mí me interesa el aspecto cultural que se esconde detrás de cada festejo, lo que eso implica, sus orígenes, conexiones con el pasado y su reflejo en el presente. La identidad cultural hace a la autoestima de los pueblos...
–Fidel Castro habló también de autoestima, en las escalinatas de Derecho.
–Soy socialista, pero dije varias veces que no estoy de acuerdo con muchas de las cosas que hace Fidel. Estuve en Cuba hace poco, haciendo un estudio de políticas comparadas sobre el desarrollo democrático en América. Y tengo amigos cubanos que no opinan como Fidel. Hay países en América latina que tienen una fuerte identidad cultural, que hace a su autoestima: los mexicanos, los brasileños. Argentina debe recuperarla porque varía entre un exceso de autoestima a un exceso de derrumbe y desestima. Pareciera no tener término medio.
–¿Qué piensa del rol que jugó su hermano Guido en el gobierno?
–Creo que hizo cosas malas y buenas. Eso de las relaciones carnales me pareció deplorable, aunque creo que los argentinos no somos lo mismo que todo el Tercer Mundo. Somos parte del mundo occidental también. Pero en los problemas limítrofes con Chile, Guido jugó un papel central para terminar con los conflictos. Y eso sí fue importante.

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