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Cultura|Jueves, 13 de mayo de 2004

Una Biblioteca con final abierto

La subsecretaria Magdalena Faillace dice que el próximo director deberá tener perfil de centroizquierda y capacidad de gestión.

Por Silvina Friera
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Suenan nombres para la Biblioteca, pero no hay confirmaciones.
En estas horas de definiciones, el secretario de Cultura de la Nación, Torcuato Di Tella, y la subsecretaria, Magdalena Faillace, están tratando de trazar para la Biblioteca Nacional un rumbo menos errático, que quizás tenga mucho de fundacional. La renuncia de Horacio Salas, el lunes pasado, puso en evidencia los múltiples frentes de conflicto que perduran en la Biblioteca desde hace una década: problemas sindicales, que llevaron al límite posible las tensiones, especialmente con uno de los gremios de la Biblioteca, ATE, reclamos presupuestarios, ausencia de un inventario que dé cuenta de la cantidad de libros disponibles, robos permanentes de obras valiosas por ausencia de mecanismos efectivos de seguridad y la implementación de concursos, entre otras cuestiones. “No queremos que se difundan nombres que el Presidente no apruebe”, dijo Faillace en diálogo con Página/12. “En mi opinión, el futuro director tiene que tener un perfil intelectual de centroizquierda, pero al mismo tiempo es necesario que disponga de una capacidad de gestión política.”
Faillace descartó, por el momento, la posibilidad de convocar a un concurso para reemplazar a Salas. “El problema no pasa porque la decisión sea o no a dedo –subrayó–, sino por el tiempo que insumiría la convocatoria, que prolongaría una acefalía riesgosa en un organismo clave, que debemos proteger porque es el reservorio de nuestra cultura”, aclaró la subsecretaria, que confirmó que se le ofreció el cargo al politólogo José Nun, que para Faillace tiene una “excelente” trayectoria que prestigiaría a la Biblioteca. “Si se habló de un director interino es porque no se puede permanecer sin director.” La urgencia por la acefalía inquieta no sólo a los funcionarios de la Secretaría de Cultura. José María Gutiérrez, de ATE, dijo que “los compañeros buscamos salir de la misérrima discusión de bombos sí o no, para debatir sobre el proyecto de Biblioteca Nacional que debe tener este país”. En una reunión que mantuvo ayer con Di Tella, Gutiérrez le reclamó que se clausure la sala del Tesoro, que alberga un puñado de piezas valiosísimas –como los libros personales que donó Borges antes de renunciar a la Biblioteca, que tienen anotaciones de su puño y letra–, porque, aprovechando el caos que implica que el puesto del director esté vacante, pueden ser saqueadas como consecuencia de la falta de controles.
“Estamos ante amenazas ciertas hacia un patrimonio que concentra buena parte de la memoria argentina y que por representar una de las más antiguas instituciones de la Nación, merece ser colocada en el centro mismo de una política cultural más sensible, que devuelva la Biblioteca Nacional a un lugar de creación de eventos, movilización imaginativa de sus tesoros, formulación de conciencia social de lectura, apertura responsable de su acervo para investigadores y estudiantes y puesta de todo su precioso caudal al servicio de un movimiento de ideas sobre el libro y su presencia activa en la sociedad argentina”, expresó la junta interna de delegados de la Biblioteca Nacional, ATE-CTA, en una carta abierta al presidente Néstor Kirchner, firmada por aproximadamente 250 personalidades de la cultura, como Horacio González, León Rozitchner, Alcira Argumedo, Felipe Pigna, Eduardo Pavlovsky, Roberto Cossa, Fernando “Pino” Solanas, Carlos Gabetta, Laura Bonaparte, Rita Terranova, Norman Briski, Ricardo Horvath y Pompeyo Audivert, entre otros.
Los rumores están a la orden del día. Además de Nun –Faillace confirmó que fue convocado, “aunque en principio, no habría aceptado por sus compromisos académicos”, según deslizó la subsecretaria–, otro nombre que circuló fue el Juan Carlos del Bello, ex director del Indec, pero su pasado menemista sería un escollo insalvable para acceder al cargo. En los pasillos de la Biblioteca, las fichas estaban puestas en otro candidato: Ernesto Jauretche, pero nadie se hizo cargo de la veracidad del ofrecimiento ni del rumor. La última palabra, se sabe, la tiene Kirchner.

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