Cuando se está en permanente trabajo de sobrevivencia, sin descanso alguno, sin poder escribir, como en general es la vida para los artistas e intelectuales en este país, con funcionarios de Cultura que declaran que no les interesa la cultura, un encuentro, un espacio, el intento de confraternidad y pertenencia es siempre un lujo.
Pero se trata de poesía. Quienes organizaron este encuentro contaban sólo con su deseo: ellos tienen una fuerte noción de comunidad y es desde ese concepto que nos reúnen: “el resto” del mundo en “su” lugar del mundo, por lo cual estar ahí es un doble reconocimiento. Cada vez, leer y escucharse entre pares y para un público es una situación de examen, un placer, una confrontación. Conocer a quienes sólo hemos leído, volver a verse con gente del interior, con quienes sólo nos escribimos, darse los libros, compartir con los artistas plásticos de la zona que les pondrán imagen a los textos pueden ser momentos necesarios, una forma posible de una política para la literatura, y también una fiesta.