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Cultura|Miércoles, 25 de agosto de 2004
A VEINTE AÑOS DE LA MUERTE DE
TRUMAN CAPOTE, UNA FIGURA IRREPETIBLE DE LA LITERATURA

El hombre que fue su propio experimento literario

Una de esas frases que gustaba disparar lo pinta de cuerpo entero: “No te preocupes por la vida... de ella nunca saldrás vivo”. La vida de Truman Capote fue intensa en lo personal y en su escritura, que abrió un camino definitivo con obras como Otras voces, otros ámbitos, Música para camaleones y el libro que inauguró la “no ficción”: el formidable A sangre fría.

Por Silvina Friera
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Desde Otras voces..., publicado en enero de 1948, Capote se convirtió en la piedra del escándalo.
El muchacho sureño de flequillito estaba siempre listo para la foto. El modelo no respondía a los cánones del ideal de belleza masculino: no era alto, ni atlético, ni viril. Pero había algo en su imagen –acaso su androginia o esa mirada que podía ser tan angelical como perversa– que lo predestinaba a provocar y a seducir. Una tarde de diciembre se reclinó sobre un sofá, apoyó las manos como quien se acaricia a sí mismo y miró a la cámara de Harold Halma dispuesto a conquistar al mundo. Truman Capote se presentaba en sociedad en enero de 1948 con un libro escandaloso, Other voices, other rooms (Otras voces, otros ámbitos) y una fotografía que agitaría la conciencia puritana del americano medio. El verdadero enfant terrible de la literatura estadounidense, el pionero del nuevo periodismo, el autor de la novela-reportaje A sangre fría, llevaría hasta las últimas consecuencias una sentencia que leyó detrás del mostrador del café de su barrio (registrada en la crónica “Nueva Orleans” de Los perros ladran): “No te preocupes por la vida... de ella nunca saldrás vivo”. A 20 años de su muerte, los textos de Truman se levantan como edificios resistentes a los tembladerales de las modas literarias y periodísticas.

Palabra por palabra

El profundo Sur fue un manantial vivificante para la literatura estadounidense. En esa zona nacieron, entre otros, William Faulkner, Flannery O’Connor (una de las escritoras más admiradas por Capote), Carson McCullers y Tennessee Williams. Capote no sería la excepción a esta “regla” geográfica-literaria. “Toda mi vida supe que podía tomar un puñado de palabras y que al tirarlas al aire descenderían en el sitio apropiado”, confesó el autor de Música para camaleones y de la inconclusa Plegarias atendidas que, según pretendía el escritor, sería su obra maestra: él y sólo él encarnaría al Proust de la sociedad norteamericana de posguerra. Capote empezó como cadete en The New Yorker, donde soñaba publicar sus relatos. Aunque lo intentó, los editores no supieron apreciar el talento del precoz escritor. Pero Carmel Snow, la sofisticada directora de la publicación femenina Harper’s Bazaar, quedó impresionada por la prosa de Truman y le dio la oportunidad. Después de la publicación de su primera novela, Capote se transformaría en un astro literario y pronto se codearía con las mujeres de la alta sociedad estadounidense y las estrellas de Hollywood: durante mucho tiempo una condición sine qua non para organizar una gran fiesta era que Capote estuviera entre los invitados. Su mera presencia garantizaba que nadie bostezara.
Truman experimentó con la escritura de muchos de los chismes que obtenía de primera mano de los ricos y famosos. Su primera “víctima” sería el actor Marlon Brando, quien le confesaría los dramas de su vida: el alcoholismo de su madre, que caminaba tras él, de rodillas, suplicándole que le hiciera el amor, y sus amores homosexuales. El histórico artículo con las confesiones de Brando cambió el estilo del periodismo escrito en los Estados Unidos. El actor demandó a Capote por calumnia y lo acusó de ser un “caníbal”. El escritor, con argumentos demoledores, le replicó: “Al menos un par de veces durante cada encuentro le recordé que yo estaba allí para escribir un reportaje. Es verdad que me alimenté de su carne humana. Pero fue él quien me la puso en la boca”.

Nace el non-fiction

Capote sostenía que “la escritura fáctica con todas las técnicas de la ficción –algo que un periodista jamás pensaría en utilizar– es un arte tan elevado como la ficción moderna, y sin duda capaz de superarla”. Lo demostró con su obra maestra, A sangre fría. Cuando leyó la noticia del asesinato de la familia Clutter en Holcomb, Capote concibió el proyecto de escribir un libro-reportaje sobre las consecuencias que ese crimen múltiple había producido en el pueblo. El escritor logró un permiso especial para visitar a los asesinos, Dick Hickock y Perry Smith, en la cárcel y poco a poco se fue ganando no sólo la confianza de Dick y Perry: Truman era para ellos el último eslabón que los unía al mundo exterior. El escritor sentía un afecto especial por Perry (su madre era alcohólica como la de Capote), pero para terminar con su libro, al que sólo le faltaba el epílogo, Truman necesitaba que Dick y Perry fueran ejecutados de una buena vez. Perry le había pedido al escritor que presenciara la ejecución y Truman accedió. Fue el 14 de abril de 1965, y el escritor nunca olvidaría esa escena. Capote alcanzaba la cima de la literatura estadounidense con A sangre fría (ganó más de dos millones de dólares), pero su adicción a las drogas y al alcohol, que se había acelerado durante la redacción de la novela, lo haría descender al infierno del que nunca escaparía.

El heredero colombiano

El escritor colombiano Efraím Medina Reyes recuerda en diálogo con Página/12 que empezó a enamorarse de los libros con Otras voces, otros ámbitos. “El inquietante y barroco universo en que se sumerge el pequeño Joel Knox me impresionó al punto de que lo leo cada año. Incluso, mi insistencia en salir en la portada de mis libros deviene de esa novela cuyo éxito inicial algunos lo atribuyen a la sugerente foto del joven Capote en la portada”, confiesa Medina Reyes. “No hay que ser muy avispado para entender que la estructura de Técnicas de masturbación entre Batman y Robin le debe mucho a Música para camaleones. Hasta leer a Capote, mi idea de la literatura era abigarrada y sombría. Fue él quien me enseñó que las palabras estaban al servicio de la vida y no al contrario. Desde su primera novela hasta la inconclusa Plegarias atendidas, Capote no cesa de transformarse. Como un camaleón adapta su estilo a la historia que narra. La triste eficacia de A sangre fría se convierte en rabiosa impotencia en Ataúdes tallados a mano. En ambos casos el narrador domina las sensaciones y sentimientos del lector.”
El autor de Técnicas de masturbación... señala que hay escritores cuya influencia resulta negativa. “Escribir como García Márquez es plagiarlo. Sus novelas carecen de ideas, son fabulaciones cuya genialidad está en la desmesura de los adjetivos. En cambio, leer a Capote enriquece las posibilidades de cualquier aspirante a escritor”, sugiere Medina Reyes. “No necesita recurrir a eventos extraordinarios; para sorprender y seducir al lector le basta con narrar lo cotidiano desde un punto de vista que otros no imaginan. Su lenguaje penetra las fibras más íntimas y logra conmovernos aunque sólo esté describiendo una fachada. El capítulo ‘Monstruos perfectos’ de Plegarias atendidas es un ejemplo de esto. Capote reduce a su mínima expresión humana a los venerados iconos del cine y el jet set internacional. Tan descarnado fue su retrato de ellos que muchos decidieron sacarlo de su lista de amigos. La vida de Capote fue su propio experimento literario. Como dijo alguna vez: “¿Y qué piensan estos pelmazos, que estoy aquí para divertirlos?”

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