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Cultura|Viernes, 8 de julio de 2005
EXPONEN OBJETOS DE INMIGRANTES GALLEGOS

Y bajaron de los barcos

Por Angel Berlanga
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Isabel Barros es la curadora de la exposición.
La foto tiene sesenta años y los muestra todavía al pie del barco, con sus valijas y la esperanza de una vida nueva por delante, expulsados de la tierra natal y recién venidos a la tierra adoptiva desde Vigo o La Coruña. La foto fue sacada en un amarradero que está a escasos metros de distancia de donde se exhibe ahora, en un salón del viejo Hotel de Inmigrantes, lo que fue la puerta de entrada para millones, lo que hoy es el pobre Museo Nacional de la Inmigración. Allí se inauguró, este martes, la exposición Gallegos: de Galicia a Buenos Aires 1860-1960, que reúne unos ciento cincuenta objetos traídos en ese período por los centenares de miles que llegaron a esta ciudad. Los datos oficiales señalan que en la actualidad viven en la Argentina unos 330 mil gallegos, entre nativos y descendientes nacionalizados; unos seiscientos se reunieron para festejar una iniciativa que procura mantener viva la memoria.
“La muestra está dedicada especialmente a los inmigrados gallegos anónimos”, explicó a este diario Isabel Barros, la curadora de la exposición, en cuya organización participan historiadores, antropólogos, restauradores y sociólogos. “Esos cientos de miles de biografías olvidadas –continuó Barros–, que contribuyeron no sólo a construir este país sino que dejaron sus pautas culturales impregnadas de tal manera que muchas cosas que los argentinos creemos nuestras, en realidad son el aporte de este colectivo emigrante.” Se trata de la primera exposición de este tipo que se hace en un país receptor de la inmigración gallega; durante lo que resta del mes podrá verse en este Museo Nacional con entrada libre y gratuita, y luego se trasladará a Chacabuco 955, donde funcionará la sede permanente del Museo de la Emigración Gallega en la Argentina (MEGA).
En la exposición pueden verse variados objetos que trajeron desde Galicia esos emigrantes: una bicicleta Orbea color bronce, muy gastada, traída por un hombre que llegó al país el día que murió Eva Perón; instrumentos musicales entre los que destacan un acordeón de 1930 y el bombo del conjunto Los Lucenses, con foto que muestra a un grupo de hombres vestidos con ropa celta; utensilios de cocina, husos para hilar, anteojos, compases, lapiceras, monedas de dos pesetas de 1870, un catalejo, una máquina de coser, frazadas, ropa. Pinturas de Luis Seoane. Y valijas. De cartón, de madera. Cartas, fotos, pasajes de los barcos, pasaportes. Libros y revistas. Cuando se instale definitivamente, el museo también tendrá abierta al público su biblioteca y su archivo: acaban de recibir la donación de 2 mil títulos llegados desde España. “Va a ser la colección más importante de la Argentina en lengua gallega y sobre temas de emigración de este colectivo”, indicó Barros.
En los discursos de apertura, a cargo del embajador Carmelo Angulo Barturén, del titular de la Federación de Asociaciones Gallegas, Francisco Lores, y del Consejero de Emigración de la Xunta de Galicia, Aurelio Miras Portugal, se juramentó la ampliación del proyecto y se machacó sobre la superación de las diferencias partidarias (ásperas, dentro de la comunidad). La sorpresa fue la breve intervención de Adolfo Pérez Esquivel: “Mi padre siempre hablaba de Galicia, de las Rías Baixas –recordó el Premio Nobel de la Paz–. Nuestras familias llegaron con muchas esperanzas, aspiraciones y necesidades. Aquí echaron raíces y trataron de engrandecer esta tierra. Hoy muchos de nosotros, descendientes directos, regresamos allí. Y este vínculo es unir los dos pueblos: porque somos un solo pueblo, que debe estar profundamente unido. Y para esto es necesaria la memoria: este museo es eso”.

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