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Cultura|Lunes, 17 de junio de 2002
SUBASTAráN EN PARIS EL ORIGINAL DE “EL SUR”

Ficciones de la vida real

Es un texto clave en la obra de Borges, y tiene un fuerte tinte autobiográfico. En Christie’s pagarían 100 mil dólares por los manuscritos.

Por Verónica Abdala
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El accidente que en las vísperas de la Navidad de 1938 lo había puesto al borde de la muerte –se lastimó la cabeza con una ventana y la herida posteriormente se infectó– instauró en Jorge Luis Borges una duda que le produjo incluso más temor que la posibilidad cierta de la muerte. Temía, además de por su vida, por su integridad mental, básicamente. Aunque esa incertidumbre conllevaba otra pregunta que a su modo de ver ponía su futuro en jaque: “¿Seré capaz de volver escribir?”, se interrogó, e inquirió a su madre, la omnipresente Leonor Acevedo, todavía convaleciente y a pocos meses de que hubiera muerto su padre.
Que la madre asintiera en silencio, bajo la certeza de que su hijo volvería a hacer de las páginas en blanco algo mejor que el silencio, no le bastó al escritor, que prefirió comprobar por las suyas que la fiebre y las alucinaciones en las que la septicemia lo habían sumido durante un mes, no significaba el fin de su carrera, sino un nuevo principio, el inicio de algo.
Pidió lápiz y papel y, como la primera vez, se enfrentó a la página sabiendo que en la posibilidad de reanudar la escritura se le iba la vida, al menos la que verdaderamente le interesaba. “Pensaba que si intentaba escribir una frase y fracasaba, eso significaría que estaba acabado intelectualmente. Pero si intentaba escribir algo que nunca antes hubiera hecho anteriormente y fracasaba, la cosa no sería tan dolorosa. De modo que decidí que intentaría escribir un cuento”, confesaría años más tarde sobre el momento que operó como una bisagra de su vida y de su obra (y determinó, entre otras cosas, su incursión en la literatura fantástica). El resultado inmediato de ese proceso –porque, por supuesto, escribió– fue Pierre Menard, autor del Quijote, incluido en Ficciones, y que tiene la forma de un ensayo referido, con precisión falsamente académica, a un autor que en realidad no existe, en un juego típicamente borgeano. Aunque la desafortunada experiencia que Borges empezaba a superar en aquel verano del 38 quedaría indisolublemente asociada a otro cuento, escrito en 1953 en la quinta que su familia tenía en Adrogué, y que debe su argumento al recuerdo de aquellos días negros.
En El sur, de él se trata, Borges narra la historia de un hombre llamado Johannes Dahlmann, empleado en un biblioteca municipal –como era él entonces, en la biblioteca Miguel Cané del barrio de Almagro– que sufre un accidente muy similar al suyo, mientras busca un ejemplar de Las mil y una noches.
El original de esa pieza (ocho hojas manuscritas en un cuaderno espiral) es el que este jueves subastará la Casa Christie’s en su coqueta nueva sede de la Avenida Matignon de París. Se espera que el valor de la compra del que para el escritor era su “mejor cuento”, ascienda a un valor de entre 70 mil (precio base) y 100 mil dólares. (Un valor similar -exactamente 80 mil dólares– al que Eduardo Constantini pagó por El hombre de la esquina rosada, en 1996).
“La arista de un batiente recién pintado que alguien se olvidó cerrar le había hecho esta herida”, escribió Borges en El sur. “Dahlmann logró dormir, pero a la madrugada estaba despierto y desde aquella hora el sabor de todas las cosas fue atroz. La fiebre lo gastó y las ilustraciones de Las mil y una noches sirvieron para decorar pesadillas. (...) En cuanto llegó al sanatorio lo desvistieron, le raparon la cabeza, lo sujetaron con metales a una camilla, lo iluminaron hasta la ceguera y el vértigo, lo auscultaron y un hombre enmascarado le clavó una aguja en el brazo. Se despertó con náuseas, vendado en una celda que tenía algo de pozo, y en los días y las noches que siguieron a la operación pudo entender que apenas había estado, hasta entonces, en un arrabal del infierno. En esos días, Dahlmann minuciosamente se odió: odió su identidad, sus necesidades corporales, su humillación, la barba que le erizaba la cara. Sufrió con estoicismo las curaciones, que eran muy dolorosas, pero cuando el cirujanole dijo que había estado a punto de morir de una septicemia, Dahlmann se echó a llorar, condolido de su destino. Las miserias físicas y la incesante previsión de las malas noches no le había dejado pensar en algo tan abstracto como la muerte”.
A diferencia de lo que ocurrió otras veces (se sabe, por ejemplo, que El Aleph, que se vendió en 25 mil dólares a la Biblioteca Nacional de España en 1986, estaba originalmente en posesión de la amiga y ex pareja del escritor Estela Canto), en esta oportunidad se desconoce la identidad del dueño original del manuscrito, que, prudente, prefirió permanecer en el anonimato.

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