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Cultura|Miércoles, 10 de marzo de 2004

“Pájaros en la cabeza”

Este chico otra vez empieza con que se aburre... qué cosa, estos chicos. El mío se sabe entretener pero el Toto es una barbaridad con las cosas que sale a veces. Esa Mita le ha dado todos los gustos, pero no en todo lo tiene malcriado, porque hay que ver que el chico marcha regio en la escuela y aprende inglés lo más bien. Pero mi hermana tenía el mismo vicio del cine y el chico lo heredó. A Alfredo ni que le hablen de ir al cine si no es que le gusta la cinta pero como no le atrae ninguna, si no es deportiva, o de basquet. Ya quisiera yo tener compañía para el cine, porque hay que ver que si nadie te acompaña o te arrastra al cine una se queda como una tonta y se aplasta entre la costura y que la cena y que el almuerzo. (...) Yo a Alfredo lo llevé a ver esa película de cuatro horas y me volvió con un dolor de cabeza terrible. A mí tampoco me gustó tanto como decían. Mita y el Toto habían ido la tarde anterior y se vinieron enloquecidos, no hacían más que poner los ojos en blanco y hacer aspaviento, porque en eso el chico le ha salido igual a ella, de agrandar un poco todo. Pero también eso es bueno en parte, porque mi chico es demasiado momia; yo le digo “Alfredo, vamos a ver la plaza Rocha, que la han arreglado y dicen que está lo más linda” y no le importa así hubiesen puesto un obelisco más alto que el de Buenos Aires. Claro que si hubiera aviones, se iba corriendo a la plaza Rocha o a City Bell (...). Porque a este chico la aviación lo enloquece y está creciendo mucho, pero no es eso, lo que quería decir es que con la estatura que tiene en el colegio lo han puesto a jugar al basquet y le está gustando con locura. El Totito me parece que va a quedar petisito porque de este año al otro yo lo veo casi igual, claro que es casi cinco años menor que Alfredo, pero lo mismo... Y aunque es chico hay que ver cómo entiende las películas y cómo lloró cuando Mita no lo llevó acá en La Plata a ver Dama de las camelias porque era de noche; al final se quedó porque Mita le prometió una torta de La Perla, que siempre fue la más cara.
(Fragmento inédito del relato Pájaros en la cabeza.)

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