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Cultura|Viernes, 19 de marzo de 2004

La risa de Ferdydurke

Ferdydurke es un infierno. Quiero decir, no se puede escribir como Gombrowicz. Se corre el peligro de enmudecer, de idiotizarse en el fuego de la risa. Se corre el peligro de que el gesto disuelva cualquier “aliento narrativo”, de que el autor contagie esa asfixia asmática que convierte en interjección el ademán de una frase “literaria”, que disuelve en el punto suspensivo la palabra conclusiva de un acorde. Una vez que la risa de Ferdydurke resuena en nuestro ser, hay un eco que vigila la pretensión de hacer literatura. Falsa alarma, risa vacía, solución sin problema, discurso sin tema: Ferdydurke enseña que un cuerpo encuentra una cierta soberanía en el lenguaje que es la caza del ser. No lo enseña, se aprende. Alguien se encuentra con eso. Y punto. ¿Punto qué? Nada de un punto varonil, sólo la huella de una pata de mosca. Tampoco un vuelo poético, sino un aleteo de cucaracha.
* Fragmento de Gombrowicz. El estilo y la heráldica, de Germán García (Editorial Atuel).

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