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Cultura|Viernes, 17 de diciembre de 2004
FEDERICO JEANMAIRE

“Cada lector le da su propio sentido”

En Una lectura del Quijote, analiza los recursos narrativos de Cervantes.

Por Angel Berlanga

Al principio y al final Federico Jeanmaire anotó que ama el libro de Cervantes y esas declaraciones andan en sintonía afinada con las doscientas cincuenta páginas de Una lectura del Quijote, el extraordinario ensayo que escribió luego de veinticinco años de corazón literario deslumbrado y en armonía con una novela que, a cuatro siglos de su publicación, sigue agigantándose en la historia de la literatura. “Trabajé casi matemáticamente con las formas y los procedimientos cervantinos”, dice Jeanmaire en su departamento, a dos cuadras del Congreso, y explica que hay una proporcionalidad entre primeras y segundas partes de ambos textos y que usa, “sin ningún tipo de problema”, los mismos recursos para enganchar al lector al término de cada capítulo. Y algo más: como Cervantes, escribió este ensayo teniendo en cuenta los diversos registros que pueden tener los lectores, una escala vinculada a los saberes previos. “Intenté que sirva para quien no pudo leer nunca El Quijote, que pueda ir capítulo a capítulo entendiendo qué lo hace tan bueno –dice–. Muchos han escuchado que ‘es el mejor’, pero cada vez que quisieron entrar no entendían por qué; eso tiene que ver con que perdimos saberes, hoy nadie sabe nada sobre libros de caballerías, y al desaparecer el objeto paródico es muy difícil disfrutar de la parodia. Tengo la intuición de que si se restituyen los saberes podrá disfrutárselo mejor. Al mismo tiempo el volumen tiene bastantes cosas novedosas sobre El Quijote, que sólo van a diferenciar aquellos que saben del tema.”
Como a lo largo de veinte años publicó diez novelas (entre otras, Desatando casi los nudos, Prólogo anotado, Mitre, Una virgen peronista y, este año, Países bajos) y nunca había agotado una primera edición, está alucinantemente sorprendido porque Una lectura del Quijote hizo eso en un mes: esta semana aparece la segunda. Jeanmaire, que habla con la tonada característica de la provincia de Buenos Aires (nació en Baradero en 1957, pero vive en Capital desde hace muchos años), cuenta que tiene el libro de Cervantes siempre a mano, que cada vez que aparece un problema en sus novelas lo resuelve leyéndolo y que su literatura está “totalmente ligada a la estética del Quijote”. “Escribí una novela (Miguel) que es una autobiografía ficticia de Cervantes, con la que fui finalista del Premio Herralde en el año ’90, tengo la prueba de que hace mil años que ando en esta obra”, dice, acaso para prevenir de que lo tilden de oportunista. Jeanmaire elogia la reciente edición del Quijote, a cargo del catedrático Francisco Rico: “Es lo más perfecta que puede hacerse”, dice, y señala el ejemplar que tiene sobre la mesa. Agrega: “El único problema es que trae el prólogo de Vargas Llosa”.
–¿Por qué se planteó describir minuciosamente los mecanismos narrativos del Quijote?
–Es que Cervantes inaugura un montón de procedimientos narrativos, de ahí la belleza del libro, que sea tan fundamental. Y entonces me pareció interesante entrar en esos detalles, contar las cosas más obvias, cuáles utiliza en cada lugar, por qué un diálogo tiene una forma y no otra, esas pequeñas cosas que no se dicen porque se supone que se saben y yo creo que no, que no se saben. Siempre me llamó la atención, mientras hice la carrera de Letras, que los profesores hablaran siempre de “los procedimientos narrativos del escritor” y que nunca contaran ninguno.
–¿Cuáles son los enfoques novedosos de su libro?
–Hay varios. Cervantes tuvo el problema de morirse el mismo día que Shakespeare, y eso fue como una sombra para él. La historia le ha asignado todo el lugar del sentido en la literatura: El Quijote es el gran libro porque implica el nuevo hombre que surge del Renacimiento, el primero que desarrolla toda la concepción moderna del sujeto; a Shakespeare, en cambio, se lo ha focalizado mucho más en cuanto a lo bien que escribía. Y entonces pasa que mucha gente reconoce que El Quijote es grandísimo, pero opina que Cervantes no escribía bien: hay algo de Borges sobre el tema, de Nabokov, de Unamuno. Es novedoso que un ensayo no hable sobre el sentido de la novela y que esté abocado, en cambio, al funcionamiento, a cómo está construido, a por qué está tan bien escrito. Inaugura la modernidad en la literatura porque permite que cada lector arme su sentido con el libro. Por otro lado el teatro, hasta ahora, no está considerado como tan primordial en El Quijote; muchos de los diálogos entre los personajes que hay sobre el teatro siempre se tomaron como parte de la pelea particular de Cervantes con Lope de Vega. Como novelista, yo tengo toda una historia de novelas atrás; Cervantes no tenía nada. Y entonces trato de establecer hasta qué punto lo teatral está metido en la novela, la gran cantidad de cosas que marcan eso.
–¿Qué tipo de artista era Cervantes?
–Conocía como pocos los géneros literarios de su época, tocó prácticamente todos. Con diferente suerte, porque es cierto que hay cosas imposibles de leer. Siempre tuvo la tendencia a cambiar algo en esos géneros, y yo supongo que entró al Quijote para divertirse enormemente, por un lado, y por otro con una cosa pedagógica, cansado de las lecturas erróneas que se hacían de los libros de caballerías. Y le salió un monstruo. Hay artistas que saben muy bien lo que quieren, y otros que saben lo que no quieren: para mí Cervantes era de estos últimos. Es escribiendo contra lo que no quiere que hace esta monstruosidad.

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