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Deportes|Domingo, 22 de febrero de 2009
INDEPENDIENTE FUE MAS Y LE GANO BIEN 2-0 A RACING EN PARQUE PATRICIOS

El clásico, un trampolín rojo

Para el equipo de Santoro, el triunfo puede ser una plataforma de despegue para despejar nubarrones. Para la Academia significó hacer volar al técnico Llop. Pusineri, de cabeza, y Montenegro, con un penal que no fue, marcaron los goles.

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Montenegro festeja su gol, junto con Pusineri, autor del primero, y el colombiano Moreno.

Dicen los manuales del fútbol que una victoria en un clásico puede ser un inflador anímico muy importante. Porque permite alivianar cualquier crisis, esconder debilidades y calmar un panorama sombrío, como transitaban Independiente y Racing. Muy consciente de eso, el conjunto de Miguel Angel Santoro, que continuará en su cargo, ayer lo aprovechó, mientras que los dirigidos por Juan Manuel Llop, no. Por eso, Independiente puede soñar con un futuro mejor tras ganarle 2-0 justificadamente a un rival que no mostró alma, no tuvo reacción y, para colmo, está cada vez más hundido en la zona roja de los promedios. Y por eso también, de un lado habrá felicidad y del otro, desolación.

Para entender por qué se vieron dos caras bien distintas en dos equipos que llegaban al partido de la misma manera, hay que prestarle atención a la actitud con la que ambos encararon su compromiso. Independiente, sin ser una maravilla, salió decidido a jugar el partido como si fuera el último de su vida y se llevó por delante a un Racing que ni se inmutó.

Así, mostrando mucha concentración, presionando y tratando de atacar cada vez que recuperaba la pelota, llenó de centros el área de Campagnuolo. Y en el tercer cabezazo consecutivo consiguió el gol: Montenegro tiró el centro y Pusineri (¿en posición adelantada?) ganó de cabeza para meter la pelota en el fondo del arco. Un premio a la decisión de Independiente que, pese al gol, siguió siendo mucho más.

Ni siquiera cuando se replegó y dejó jugar a su rival, Independiente tuvo que sufrir. Racing fue poco y nada. Porque estuvo envuelto en la desprolijidad y, como en los últimos partidos, lo único rescatable en el equipo fueron las ganas de Lugüercio y la garra de Yacob. El resto brilló por su ausencia. Clara muestra de eso es que sólo creó tres situaciones de gol, y una sola de riesgo: una cabezazo de Lucero que capturó muy bien Assmann.

Por eso, en ese panorama, el equipo de Santoro no necesitó muchas estrategias para empezar a olvidarse las complicaciones de los últimos días. Además Racing le facilitaba todo, ya que solito se hundía en la oscuridad. Pese a que intentó mostrar otra actitud en los primeros minutos del segundo tiempo, dejó en evidencia que no tiene un conductor (extraña a Maxi Moralez) y que le falta una idea clara de juego. Aunque lo más preocupante es que no mostró ganas, algo que pagó caro... porque cuando en el encuentro no pasaba nada, Independiente encontró el gol. ¿Regalo de Héctor Baldassi que cobró un penal más por mancha que por agarrón? Sí. Pero de todas maneras fue también un premio a lo que mostraba uno y otro dentro del campo.

Después de eso Independiente se agrandó y Racing no tuvo respuestas. Ni adentro ni afuera de la cancha, porque Llop no hizo cambios ofensivo y, cuando metió a Vigneri, fue demasiado tarde. E Independiente disfrutó. Se defendió con la pelota, por momentos se floreó, y hasta pudo conseguir el tercero y armar una tremenda goleada. Por eso fue todo alegría en esa mitad de Avellaneda que sueña con un futuro mejor. Lejos de los aprietes de barras, rumores de renuncias y más cerca del sueño de pelear un poco más arriba.

Informe: Nicolás Sagaian.

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