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Deportes|Domingo, 6 de septiembre de 2009
EN EL GRAN CLASICO SUDAMERICANO, ARGENTINA CAYO 3-1 CON BRASIL Y SE MANTIENE CUARTA EN LAS POSICIONES

La decepción de la Selección resultó gigante

El equipo de Maradona salió a jugar ciego y se chocó con un rival tranquilo, que esperó su momento y aprovechó los regalos de la defensa local. Luisao y Luis Fabiano, en dos ocasiones, marcaron para los brasileños, mientras que Dátolo señaló el descuento.

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La alegría de los brasileños luego del segundo gol, cuando comenzaron a definir el clásico.

La Selección Argentina se chocó con una dura realidad llamada Brasil. Ante un adversario que resultó práctico y oportuno, el equipo de Maradona cometió errores imperdonables y terminó cayendo 3-1 en el Gigante de Arroyito. La búsqueda ciega con la que planteó el partido determinó que los brasileños se llevaran un triunfo relativamente cómodo, basados en el esfuerzo defensivo y la eficacia en el arco rival.

Argentina salió a jugar con toda la carga emotiva de lo que significaba el clásico, con la necesidad de la tabla de posiciones, con las declaraciones de la semana y con todo el cariño acumulado del público rosarino. Con tanta ansiedad acumulada, los primeros minutos dieron una imagen de un equipo súper motivado, dispuesto a llevarse por delante a cualquier rival. Por eso, con una presión asfixiante, se plantó en campo rival y amagó con pasar por arriba a Brasil.

Claro que lo que no estaba en los planes era que los visitantes ni se inmutaran ante tanta euforia. Con parsimonia, con pases laterales y hasta con algún golpe para imponer presencia, los brasileños pasaron el momento sin sobresaltos. Y en cuanto tuvieron una ocasión, no la desperdiciaron. Elano ejecutó un centro al segundo palo para que Luisao eligiera el lugar y metiera el cabezazo bien lejos de la estirada de Andújar. Como si se tratara de un equipo amateur, Domínguez y Heinze se quedaron discutiendo porque los dos se fueron con el mismo atacante y dejaron libre al autor del gol.

Si ese tanto significó un duro golpe anímico, ni qué hablar lo que fue el segundo, tras una siesta completa de la defensa argentina. Kaká capturó un rebote y tiró un centro atrás para que Luisao rematara cruzado y obligara a Andújar a una tapada notable. Pero el rebote del arquero argentino le quedó servido a Luis Fabiano, ante la atenta mirada de la última línea local. Para un equipo que sustentaba sus posibilidades en el aspecto anímico, según las propias palabras de su entrenador, una desventaja de dos goles generó un desconcierto generalizado, del que sólo se escapaban los intentos aislados de Messi. Pero ni siquiera la habilidad del crack del Barcelona alcanzaba para desestabilizar a un equipo demasiado tranquilo. Para colmo, en la única chance clara que tuvo Argentina, Julio César le tapó con el pie el gol a Maxi Rodríguez a dos metros del arco.

La inyección de ánimo del entretiempo puso el partido en un clima de nervio. Con mucha actitud, Argentina volvió a arrinconar a Brasil, que acumulaba defensores y volantes en el camino a Julio César y esperaba paciente un contragolpe. El partido estaba para el descuento argentino o el contraataque lapidario del scratch. Y lo curioso es que pasaron ambas cosas, casi simultáneamente. Porque Dátolo clavó un zurdazo memorable para ilusionarse con el empate, pero de inmediato Kaká puso un pase perfecto para que Luis Fabiano resolviera con clase por arriba de Andújar.

Otra vez, el impacto anímico resultó fundamental. Por inercia, Argentina fue a buscar el nuevo descuento y tuvo un par de ocasiones, siempre bien conjuradas por el seguro Julio César. Pero Brasil nunca perdió la tranquilidad y, con el simple recurso de sumar defensores, se encargó de neutralizar a su adversario. Y si hubiese tenido algo más de claridad en los contragolpes, la ventaja podría haber sido mayor.

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