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Deportes|Sábado, 30 de noviembre de 2002
OPINION

Esperar como único derecho

Por Diego Bonadeo

Que en estos tiempos de malaria y descomposición, quejarse por horas más, horas menos de cola para conseguir una entrada para un partido de fútbol, parece por lo menos una nimiedad. Si no una canallada.
Pero ni una cosa ni la otra –la malaria y la descomposición, por una parte y las colas interminables, por la otra– son novedad. Lo que pasa es que lo primero viene de mucho tiempo, y para peor, aunque fue prolijamente ocultado, disimulado o mentido. Lo segundo es desde siempre. Antes con la montada arremetiendo contra quienes esperaban delante de las boleterías, ahora con revendedores, policías y barras bravas en complicidad con quienes desde todas las dirigencias saben bien, que para reinar lo mejor es dividir. Y si dividir no se puede, la opción es aborregar, adocenar, amontonar, promiscuir.
Dirán desde los escritorios dirigenciales “Por un River mejor” o “Por un Boca diferente” o “Por un Independiente de verdad” o “Por un Racing con identidad” o “Por un San Lorenzo en marcha”. Dirán. Pero tanto River, como Boca, Independiente, Racing y San Lorenzo son la gente de River, Boca, Independiente, Racing y San Lorenzo. Y también quienes simplemente quieran ir a la cancha porque les gusta el fútbol.
Ningún club, ni ninguna otra cosa podrá ser “mejor”, ni “diferente”, ni “de verdad”, ni tendrá “identidad”, ni estará “en marcha” con esta metodología, que no es demasiado diferente de la de quienes desde los otros poderes –que de última son los mismos– obligan a cobrar en Morón los planes para Jefes y Jefas de Hogar de Florencio Varela o tienen de rehenes políticos, sociales o económicos a quienes esperan turnos en los hospitales públicos.
No es que tengan prohibido pensar, por alguna ley o alguna ordenanza, que los lleve a imaginar un sistema menos traumático para pagar un plan de empleo, entregar un número para la atención de la salud, o multiplicar las bocas de venta de populares o plateas para un partido de cualquier cosa. Lo que tienen prohibido es pensar para quienes pareciera que, inexorablemente, lo único que tienen que hacer es esperar. Como si no fuese un derecho el trabajo, la salud y la posibilidad de un domingo de fútbol.

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