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Deportes|Domingo, 2 de mayo de 2010
CUANDO LA VIOLENCIA EN LAS CANCHAS LAS PROMUEVEN LOS DIRECTIVOS DE LOS CLUBES

Barras con títulos, traje y corbata

José Luis Meiszner, secretario ejecutivo de la AFA y figura fuerte de Quilmes, y el presidente de Independiente Rivadavia y hombre de los medios, Daniel Vila, protagonizaron una pelea más típica de barrabravas que de dirigentes de fútbol.

Por Gustavo Veiga
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Daniel Vila y José Luis Meiszner protagonizaron una pelea, más de barrabravas que de dirigentes.

El fútbol siempre hace aportes a nuestra cultura de la histeria ciudadana. La pelea entre el secretario ejecutivo de la AFA, José Luis Meiszner, y el presidente del club Independiente Rivadavia de Mendoza y empresario multimedia, Daniel Vila, difícilmente marque un camino hacia la redención de las almas. Si por la cabeza se pudre el pez, sus escamas esta vez nos taparon. Frases del tipo “invitó a que le practiquen sexo oral a chicos, mujeres y hombres”, “Vos sos un hijo de puta, vos y Aníbal Fernández” o “eran 80 y nos tendieron una emboscada”, indican el marco de anomia en que ciertos señores feudales se mueven. Importa menos la razón que generó el enfrentamiento, que el bajísimo nivel de calidad institucional demostrado por los protagonistas. Un ejemplo más entre tantos a que nos tiene acostumbrados la dirigencia, representada en hechos violentos por prohombres como Fernando Miele, Francisco Ríos Seoane, Juan José Muñoz y Noray Nakis y reforzados desde la política por un presidente como Horacio Usandizaga, ex intendente radical de Rosario. La violencia demostrada por quienes deberían dar el ejemplo no es de ahora. Está entre nosotros desde la década del ’30 y se ha reflejado en actitudes patoteriles como la que sucedió en Quilmes, aprietes a árbitros, ataques a periodistas y amenazas a los futbolistas que no rinden como se espera.

En su libro Historias negras del fútbol argentino, volumen 1, el colega Alejandro Fabbri describe que el 14 de agosto de 1932, durante el empate entre Estudiantes de La Plata y River 3-3, el presidente del primer club extrajo un revólver y le apuntó al árbitro Vicente De Angelis por la ventana de su casilla (así se llamaba a los vestuarios de entonces) porque había anulado un gol de Zozaya para su equipo. En ese momento el partido se había interrumpido por incidentes, pero cuando los jugadores retornaron al campo, el juez convalidó el gol. Desde entonces, los memoriosos como Fabbri lo recuerdan como “el gol de la casilla”.

El pasado mucho más reciente del fútbol argentino es prolífico en este tipo de hechos (ver aparte). Pero la connotación política que le atribuyó Meiszner a su enfrentamiento con Vila o, en rigor, a la conducta de éste último, colocó al episodio entre las más logradas historias de conventillo que se recuerden.

“Vila fue a poner en evidencia su odio contra el gobierno nacional y su desprecio para con la ley de medios”, acusó el ex presidente de Quilmes, aliado del jefe de Gabinete Fernández en un territorio que ya excede al barrio donde se conocieron y que ahora es nacional gracias al Programa Fútbol para Todos. Es más, si se siguiera esa línea de pensamiento, el socio de Francisco De Narváez y José Luis Manzano fue temerario al visitar un estadio que lleva el nombre de Meiszner. Sobre todo, porque ahí o en la vieja cancha de madera del club, el anfitrión nunca toleró insolencias en lo que considera su propia casa.

A mediados de los años ’90, este periodista fue testigo de cómo la emprendió a golpes contra la puerta de chapa del vestuario del club Deportivo Morón. Su presidente en aquel momento, Hugo Toschi, recibió insultos hasta en arameo de quien presidía Quilmes. De aquella agresión –contaría Meiszner en un reportaje el 3 de marzo de 2002– los dos pasaron a mantener una estrecha amistad. Hombre tan doctoral al hablar como pirotécnico cuando pierde los estribos, también se abalanzó contra el relator de la campaña de su club, Adrián Di Biasi, en octubre de 2007. El hecho sucedió cuando finalizó un partido contra Ben Hur en la cabina 22 del estadio. El diario Olé publicó que “al final de la transmisión el periodista dijo que ‘Meiszner no tenía el coraje de manifestarme esas diferencias’. El presi subió, lo encaró y, tras un ida y vuelta de insultos, lo golpeó. Un bochorno”.

El temperamento del secretario ejecutivo de la AFA permite comprender mejor la mitad de esta historia. La restante corre pura y exclusivamente por parte de Vila, un personaje irascible que tuvo y tiene causas penales en su contra originadas en agresiones a un par de periodistas y a un ex funcionario deportivo mendocino. Meiszner se encargó de recordarlas durante una conferencia de prensa el lunes pasado.

La primera está radicada en el Juzgado Correccional N° 4 a cargo de Francisco Carlos Ponte y se la inició Enrique Llamas de Madariaga por lesiones graves. El hecho que denuncia ocurrió durante una cena en el predio de la Rural donde el diario El Cronista Comercial festejaba un aniversario. El periodista, un conductor televisivo que se destacó durante la dictadura, le había iniciado un juicio laboral a Vila, quien cuando se enteró que estaba en la fiesta, lo atacó con una copa de vidrio y le produjo una herida cortante. Según informó Meiszner en aquel encuentro con periodistas de “el abogado del periodista Llamas de Madariaga, el doctor Alejandro Pérez Carrera, tiene pedida una pericia psiquiátrica y nombró al doctor Mariano Castex para que la Justicia determine la personalidad incontrolablemente violenta de Vila”.

El hombre de negocios también la emprendió contra más colegas: agredió de hecho a Julio Villalonga y maltrató a Alfredo Leuco cuando le reclamó porque censuraba su programa en América 2.

En Mendoza y durante la entrega de los premios Huarpe, el empresario atacó con una patada en el estómago al ex subsecretario de Deportes local, Carlos Laterra, en una cena oficial que encabezaba el entonces gobernador de la provincia, Julio Cobos. La violencia de Vila, aun en una causa de aparente legítima defensa, es notable.

A comienzos de abril de 2001, mató a Carlos Balmaceda, un joven de 22 años que había intentado asaltarlo en el ingreso a San Isidro, su estancia con lago propio ubicada en Mendoza. El diario Los Andes, en una crónica del 1° de abril informó: “Entonces el empresario se dio vuelta y vio a los atacantes. Intentó regresar a su camioneta pero empezaron los disparos. Instantáneamente sacó su revólver calibre 38 Special marca Rosi y tiró hacia el lugar donde había visto los fogonazos”. Balmaceda murió de dos disparos. Vila recibió un balazo calibre 22 en la pierna izquierda y contó que se enfrentó cuerpo a cuerpo con el ladrón.

El violento ataque contra la camioneta del presidente del club mendocino y la agresión hacia él y su hijo en el playón de estacionamiento del club Quilmes el domingo pasado, por fortuna no los respondió como que en aquellas ocasiones. Salvo por lo que Meiszner describió como “un importante ejército irregular de hombres de anatomía abundante, rapados al mejor estilo de las películas de artes marciales orientales...”, a los que atribuyó que levantaron el baúl de un auto (aparentemente un Alfa Romeo color gris plata) con “la intención de ir a tomar un arma”.

Aunque esta vez no se detectaron, ¿se puede descartar esa hipótesis? Si se considera que Vila se encontraba en territorio hostil para él o lo que un hombre con años en el fútbol definió como “el corazón de la AFA” (por el estadio de Quilmes), no parece descabellada. El dirigente que juega de local ahí viene quejándose de una campaña en contra de su club presuntamente orquestada por Vila y cuya primera guitarra es un relator-periodista que trabaja en América y que básicamente le imputa al equipo del Sur tener arreglado el ascenso a Primera.

Los dos protagonistas de esta pelotera más típica de barrabravas que de profesionales del derecho son abogados. Una curiosidad que seguramente les permitirá acelerar las causas en la Justicia con que se amenazan, pero que también demuestra por qué la violencia en el fútbol, cuando ocurre, no se viste solamente de gorro, bandera y vincha.

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