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Deportes|Domingo, 13 de junio de 2010

La música de las esferas

Por Juan Forn
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Entre la satisfacción y el alivio, diría yo, con acento en satisfacción. Me tocó estar en Buenos Aires el viernes, tuve que ir por el día a hacer trámites, y me esperaba lo peor, pero no fue crispación sino una expectativa casi benévola lo que se respiraba en el aire. En el microcentro, en el subte, en la vereda de un Frávega en Cabildo donde me paré a ver un rato de Francia-Uruguay (éramos más de una docena, en dos filas, porque la platea eran tres pibes sentados en cajones de fruta con la ñata contra el vidrio), en la terminal de micros de Retiro cuando ya se había hecho de noche (gente arremolinada en esos televisores a monedas de un peso que instalaron el año pasado), en todas partes sentí más o menos lo mismo. Y, al menos yo, lo sentí como un buen augurio. Y por suerte se cumplió.

Satisfacción y alivio. Alivio porque no pasó nada de lo malo que podíamos temer: no hubo que remontar el partido de abajo, no se lastimó ninguno de los insustituibles, no se cargaron de tarjetas amarillas ni hubo expulsados. Clavijas para ajustar hay varias, no se discute, pero como diría el Bambino: la base está. Hasta ahora eran puro dibujo imaginario, los meros nombres, para decirlo mexicanamente. Ahora, ya los vimos en la cancha. Y fue mucho mejor que contra Alemania, y contra Canadá, y ni hablar de las eliminatorias. Ya estamos en la Galaxia Mundial. Y lo que hay se parece bastante, permite imaginar perfectamente lo que puede llegar a ser el equipo. De ahí la satisfacción. En primer lugar por Messi, que al fin es el del Barça: siempre que tiene la pelota la usa bien. Cuando la lleva, cuando la pasa, cuando patea. Y la Jaboulani –ha quedado demostrado– es indescifrable, no sólo para los arqueros. El único que la entiende, el único que la trata como si fuera una pelota normal, es Messi. Habrá que ver cuántos equipos generan dieciséis tiros al arco por partido. Viendo lo que se vio hasta ahora, va a ser difícil, especialmente para los que juegan en el turno noche, con rocío: los franceses y uruguayos parecía que jugaban con una pelota enjabonada, el viernes. Messi, en cambio, transmite tal confianza en la pelota, y con la pelota, que contagia: a dársela y a tratarla como la trata él. Mascherano, un monstruo, también. Y a mí me encanta el arquerito, el arquerazo que tenemos. Y Tevez, que a veces se pasa de vueltas pero cómo transmite, qué prendido está siempre, qué cacho de corrida se mandó en el segundo tiempo, y con qué criterio la terminó.

Pequeños grandes momentos: al empezar el partido, Diego de traje y habano. ¿Era un habano? Después fue la medallita, pero antes del partido me pareció que tenía un habano. Qué capo. Se cargó todo en la espalda él. Minutos antes, en buzo deportivo, era impresionante verlo melonear a cada jugador. Y qué bien le queda la barba: es el patriarca, al fin es el Patriarca. Nadie tiene más Mundial que él, nadie conoce esa adrenalina como él. Dios querido, que mantenga ese foco, porque es su mejor característica, la que lo hizo único. Había una bandera en la tribuna que decía: “Gracias, Doña Tota”. Genial. Increíble también la historia que contó Niembro sobre el Oba Martins, apretado en Nairobi por encapuchados con ametralladoras, que le balearon el Mercedes hasta convencerlo de que jugara el Mundial para su país. Otro más, en este caso doméstico: en un momento en que no me acuerdo cuál locutor (íbamos del Siete a Telefé) se quejó de que entraran más por abajo, mi hija me preguntó: “¿Por debajo de las piernas de los Nigeria porque Messi es tan bajito, papá?”. ¡Y las trompetas! No sé si era un efecto de la transmisión o que efectivamente sonaban todo el tiempo, incesantes, limadoras: lo que va a ser en los partidos más emocionantes, más peleados, más cercanos a la final.

Queda, como dilema a resolver, el lado de Jonás. Porque Burdisso o Otamendi pueden marcar mejor pero no pueden hacer el recorrido de Jonás (a mí me gusta Maxi ahí, pero es una locura poner a Maxi de cuatro y no va a ocurrir). Y queda pendiente también usar más a De María, que pareció de los menos enchufados, un poco como si le hubiera pesado el debut y otro poco porque no se la dieron mucho, no se jugó mucho por ese lado. Y es una opción bárbara, cuando Messi y Tevez se llevan marcas por la derecha, jugar por izquierda para la diagonal del Angelito, que puede ser casi tan punzante como las de Messi.

Pero igual empezó bárbaro, la película. Ya sabemos de sobra que no hay que dejarse llevar demasiado por el entusiasmo. Y tratar de que no nos lime la cabeza la saturación de tele, de los idiotas que tienen que llenar horas de aire desde Sudáfrica, los vivarachos de café que vieron otro partido, y creen que la saben lunga y el resto somos unos perejiles. Hay que ponerse la escafandra hasta el jueves, y confiar en que se mantengan alineados los planetas, y que suene en toda su gloria la música de las esferas, loco.

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