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El invicto noqueador chubutense Lucas Martín Matthysse hará esta noche en Newark, Estados Unidos, la pelea más importante de su carrera y la más decisiva para su futuro inmediato. Desde las 23 y con transmisión en vivo por cable a través de Space, habrá de enfrentar al ex bicampeón mundial Zab Judah en un combate que bien puede asegurarle una chance por un título del mundo de los welter juniors para el primer trimestre de 2011.
El record de 27 peleas, todas ganadas, 25 antes de límite, sólo expresa una parte de lo que Matthysse es capaz. Porque el chubutense de 28 años (63,500 en el pesaje de ayer) es mucho más que un boxeador de manos muy pesadas. A diferencia de Marcos Maidana, el campeón interino de la misma división para la Asociación, que pega durísimo pero no boxea bien, Matthysse se destaca en ambas cosas. Noquea, pero además es ordenado, inteligente, de buena línea y muy veloz.
Después un arranque explosivo de su carrera en la Argentina ante rivales de segundo y tercer nivel, el chubutense saltó a los EE.UU., donde en febrero de este año noqueó en cuatro rounds al ex campeón mundial Vivian Harris y atrajo la mirada de los promotores más importantes. De ganar esta noche, el año venidero irá por la corona vacante de las 140 libras de la FIB ante el sudafricano Kaiser Mabuza.
A los 33 años de edad y con catorce como boxeador profesional, Judah (63,050 kilogramos en la balanza) acumula una larga experiencia en peleas titulares y pretende retornar a los primeros planos. Fue campeón mundial de los welter juniors para la FIB y la OMB y de los welters para el Consejo, la Federación y la Asociación. A él, Carlos Baldomir le ganó la corona de los welters del CMB en enero de 2006 en el Madison de Nueva York y registra actualmente 39 victorias (27 por fuera de combate) y seis derrotas.
Zurdo, arrogante y de estilo mañoso, Judah llega al choque de esta noche con otra ventaja: será uno de los promotores de la velada. Pero eso, de antemano, no le asegura nada. Con el poder de los puños y la calidad de su boxeo, Matthysse tranquilamente puede terminar la noche con los brazos en alto. Y antes de la última campana, si lo dejan.
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