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Deportes|Martes, 30 de noviembre de 2010
arte > Sensacional goleada del Barcelona sobre el Real Madrid en el Camp Nou

Fútbol elevado a la quinta potencia

Con una gran actuación de Lionel Messi en el partido que paralizó al planeta, el equipo catalán humilló a su clásico rival y pasó a liderar la Liga de España. El rosarino no marcó goles, pero fue clave en un baile que será difícil de olvidar.

Por Ariel Greco
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Xavi celebra el primero de los cinco goles del Barcelona, ante la incrédula mirada de Casillas.

Hace falta revisar los libros de historia. El Barcelona de Pep Guardiola lo hizo posible. No por el 5-0 que le propinó al Real Madrid, cifra que ya se había repetido entre catalanes y madridistas, a favor con el Dream Team de Cruyff y Romario y en contra con Valdano en el banco blanco. La razón es que recordar tanta diferencia entre dos equipos de semejante nivel en un clásico oficial con la punta en juego resulta casi imposible. Como dijo Mourinho, el 5-0 fue lo de menos: pudo ser 4-0, 7-1, 9-0..., lo que el Barcelona se hubiese propuesto.

El equipo de Guardiola se tomó el partido como una cuestión personal. La prensa de Madrid se encargó de equiparar a dos equipos que arrastran una historia reciente muy diferente. Con un puñado de buenos juegos y triunfos, se quiso poner al Real Madrid de Mourinho a la altura del fantástico Barça, que ganó todos los títulos que disputó en la temporada 2008/2009 y que repitió la liga en 2010. Y con el plus que a este Madrid lo dirige Mourinho, el único que había encontrado el cerrojo (no la llave) para derrotarlo en aquella semifinal de Champions League con el Inter.

Entonces, con esas cuentas pendientes, Barcelona salió a marcar el territorio con todos los argumentos que lo colocan como un equipo revolucionario y que quedará grabado en la historia del fútbol. Presionó como siempre, tocó como nunca. Mostró voracidad para buscar un gol tras otro, ante un rival que sólo atinaba a mirar, parado en línea esperando lo inexorable.

Se dio el gusto de hacerle cinco tantos a su clásico adversario, sin necesidad de que convirtiera Messi, que igual aportó dos asistencias de manual para los dos goles de Villa, pero que de esta forma concluyó su racha de diez partidos seguidos con tantos convertidos. Hasta ese lujo se regalaron los catalanes, que gozaron con una actuación inolvidable.

Es fácil y a la vez difícil explicar las razones de semejante paliza futbolística. Lo sencillo sería simplificarlo en que a uno le salió todo y a otro nada, en que en el ganador brillaron hasta los alcanzapelotas y en el perdedor falló hasta el utilero... Pero lo complicado es determinar las causas por las que los jugadores del Barça ridiculizaron a las estrellas del Madrid, con una abrumadora superioridad técnica, táctica, estratégica y hasta anímica.

Y la mejor manera de expresarlo pasa por el amor al juego, al toque, a la pared como recurso, al desmarque para invitar al compañero a devolver la pelota con la seguridad de que volverá limpita. Tal vez en esos argumentos se encuentre la explicación más acabada.

El ejemplo más claro de la idea del Barcelona estuvo en el segundo gol, el que terminó de quebrar al Madrid, antes de los 20 minutos. Desde que Busquets robó en el medio hasta que Xavi buscó con un cambio de frente al solitario Villa, todos los catalanes le pusieron su firma a la jugada. Al recibir con ventaja, Villa desbordó sin problemas a Ramos y envió el centro por bajo, para que Pedro convirtiera con el arco vacío.

El resumen de lo que propone Guardiola estuvo sintetizado en esa jugada. Barcelona dio una lección de cómo utilizar el balón para atacar, para defenderse, para distraer, para hacer tiempo, para lastimar a su rival con el cambio de ritmo y hasta para gozarlo, cuando su sucesión de toques, tacos y lujos resultaba más humillante que los goles. Tal fue la demostración que terminó de sacar de las casillas a un Madrid que tras el 0-3 parecía dispuesto a aceptar el baile sin golpear. Ni siquiera eso consiguió, y Ramos terminó expulsado por un patadón a Messi, golpeando a Puyol y empujando a Xavi...

Como bien afirmó Mourinho, todavía queda mucha liga y apenas dos puntos separan a los dos equipos.

Pero la lección futbolística de ayer, con las dosis justas de belleza y eficacia, ya pasó a la historia y nada podrá borrarla.

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