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Deportes|Sábado, 1 de febrero de 2003
LA SELECCION ARGENTINA DERROTO 3-1 A HONDURAS

No le quedaba otra que la victoria

La Argentina “de cabotaje” inició con éxito su gira por América venciendo a los entusiastas hondureños con goles de Diego Milito y Luis y Mariano González. Cuando aceleró el paso, al equipo nacional se le facilitó la victoria. Gabriel Milito y Garcé, expulsados.

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Andrés D’Alessandro, uno de los mejores jugadores argentinos en la victoria sobre Honduras.
Con goles de Diego Milito, Luis González y Mariano González, la Selección Argentina ganó 3-1.
Más allá del resultado, que terminó favoreciendo a la Argentina, la presentación del equipo que dirige Marcelo Bielsa en Honduras no podía despertar expectativas serias en cuanto a rendimiento y conclusiones, tanto porque este equipo que Bielsa puso ayer en la cancha jugaba por primera vez un compromiso en serio, como porque lo de compromiso serio estaba por verse, y se vio que no fue tal. La selección de Honduras es un equipo relativamente respetable, que tiene algunos partidos interesantes en su historial –como la actuación en la Copa América 2001 en Colombia, cuando le ganaron 2-0 a Brasil–, pero que, para adquirir la categoría de rival de peso para la jerarquía blanquiceleste, le faltan muchos campeonatos. Eso se notó en el complemento, cuando la Argentina liquidó el partido en dos minutos y que por momentos, antes de la doble expulsión de Gabriel Milito y Garcé, olió a goleada.
El partido bailoteó entre lo liviano y lo entretenido. El campo del Olímpico de San Pedro Sula estaba pesado, los jugadores resbalaban a menudo, y el estado desparejo impedía el trato milimétrico del balón. Honduras se aprovechó del gol tempranero para anotarse una ventaja posicional, pero la perdió pronto, y nunca tuvo el control de la pelota como para imponer supremacía.
Entonces, no es mucho lo que puede rescatarse del partido porque, desde el arranque, se trataba solamente de ver cómo podían funcionar los circuitos que Bielsa quiso implementar con estos nombres de cabotaje (y no en sentido peyorativo). No llamó la atención el error que cometió Nicolás Burdisso en el arranque del partido y que derivó en el gol hondureño, porque el central no estaba en buen nivel en los últimos meses del 2002: entregó mal una pelota en el medio, Saúl Martínez lo madrugó, y luego definió fuerte entre Saja y el palo, cuando Milito no llegaba al cierre.
A la defensa –Garcé a la derecha de Burdisso, Milito a la izquierda– le faltó acaso poder de marca y resolución en las pocas oportunidades en las que los locales enfilaron contra Saja, sobre todo cuando le ganaban las espaldas a Milito, luego insólitamente expulsado cuando ni siquiera había cometido falta: al rato lo siguió Garcé por doble amarilla. Cuando la Argentina concretó el dominio del balón, a Honduras solo le quedó el camino del contragolpe, pero Saúl Martínez produjo sobresaltos continuos.
A cargo del partido a partir del cuarto de hora, cuando empató el partido (saque de banda de Garcé a Luis González, sobre la derecha, los hondureños quedaron pidiendo offside, centro pasado para Diego Milito que tocó solo al gol en el segundo palo) el equipo argentino combinó, intentando tocar la pelota y sorprender con cambios de frente. Así, en el primer tiempo, tanto D’Alessandro con un remate como Milito frente al arquero Coelho y Luis González de cabeza, se perdieron el segundo gol que hubiera sido justo.
Precisamente, el González de River fabricó el segundo tanto argentino, una joyita con quiebre de cintura y remate desde fuera del área. A lo largo del partido se complementó de manera atractiva con Mariano González, el pibe de Racing, y entre ambos enloquecieron a la defensa hondureña. Fueron, sin duda, los mejores de la Argentina. El delantero de Racing señaló el tercero entrando por el medio y fusilando a Coelho. Por allí se engendró juego que Diego Milito intentó aprovechar en el área.
En una posición no habitual –como punta izquierda–, Insúa estuvo desconocido, sin engancharse con D’Alessandro para generar fútbol por ese costado. El enganche de River, por su parte, jugó un buen primer tiempo, punzante y atrevido, pero declinó en el segundo, aunque en el final estrelló un remate en un palo. En el medio, Guiñazú se destacó a la hora de robar el balón y si Ponzio se excedió en la pierna fuerte, le dejó su lugar al más exquisito Battaglia en el complemento.

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