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Deportes|Viernes, 2 de septiembre de 2011
SE RETIRO UN GRAN DOBLISTA

Arnold, con chapa

Por Sebastián Fest
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Desde Nueva York

Sus compatriotas, con cariño, lo llaman “chapita”. “Estar chapa” es, en la jerga argentina, estar loco. Que Lucas Arnold fue un tenista peculiar, no lo duda nadie, pero a la hora de colgar la raqueta quedó bien claro que de loco, el argentino tiene poco. Doblista de buen nivel –ganó 15 torneos y llegó a ser el número 21 del mundo–, singlista discreto –fue 77º del ranking–, la vida y la carrera de Arnold se vieron marcadas hace cinco años por un cáncer de testículos. Lo superó, pero nunca volvió a ser el mismo. Marcado por una familia de origen británico y rancia estirpe tenística, el jugador de 36 años dice que se entrenó y vivió como un profesional “desde los 11 o 12”. Cuando el cáncer se convirtió solo en mal recuerdo, Arnold pasa a ser otro.

Rubio, hiperbronceado, con barba de varios días y muy delgado, se lo veía entrenando con su compatriota David Nalbandian y, media hora después, con la bella eslovaca Daniela Hantuchova. Alguna vez rescató de un cesto de basura en un torneo las zapatillas del checo Tomas Berdych y las usó para jugar. Sin contratos ni auspiciantes, se sentía más libre que nunca.

El miércoles, tras perder en dobles en la primera ronda del US Open, confirmó su retiro, el mismo que ya había anunciado cinco años antes en idéntico escenario.

Pero en aquel entonces no tenía las cosas claras, no podía tenerlas. El cáncer volvió a aparecer y sólo pudo superarlo tras cinco meses de quimioterapia que le dejaron huellas que tardó tiempo en superar. Probó terapias antroposóficas –es aficionado al yoga desde los 19 años– y buscó en su interior respuestas que antes no tenía. Desde entonces ve el tenis de otra manera. “La vida en el vestuario es una vida muy competitiva, no tenés amigos de verdad. Es difícil, cuando al otro día podés estar en la cancha y quizá te afanás (robás) una bola...”, dijo en 2008, antes de arrepentirse y mencionar a los argentinos Mariano Hood o Gastón Etlis como amigos. Alguna vez, de muy chico, su padre le aconsejó no pegarle a la pelota de espaldas y entre las piernas, golpe que en Argentina se conoce como la “gran Willy”.

“Mi viejo me decía que podía golpearme en los testículos. Y terminé teniendo cáncer ahí... Pienso que los traumas no resueltos a veces vuelven... Fijate lo que le pasó a Hood, con su trauma por ser pelado y que da positivo de doping por una crema para el pelo.” Pero Arnold ya mira hacia adelante. Fantasea con un pequeño homenaje jugando en febrero el dobles del torneo de Buenos Aires para despedirse ante su gente y quiere dedicarse a formar jugadores jóvenes. La raqueta fue siempre su vida, no podría abandonarla. Y en el final, un recuerdo le arranca una sonrisa: Arnold comparte algo con el español Rafael Nadal, ya que es uno de los escasísimos jugadores con un record favorable en los enfrentamientos personales con el suizo Roger Federer. Fue en julio de 1998, 6-4, 6-4 en Gstaad, el primer partido profesional en la vida del suizo.

“Cuando le gané aquella vez nunca pensé que podía llegar a ser el mejor jugador de todos los tiempos, que es lo que yo creo que es. Le hacía saque y volea al revés, y con mi saque, que no es nada del otro mundo, y las tiraba todas afuera...” ¿Lo mira mal Federer cuando lo cruza? “No, no”, ríe Arnold. “Pero el otro día hubo gente que me dijo que había hablado de aquel partido.”

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