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Deportes|Jueves, 11 de octubre de 2012
Opinión

Falcioni, el brazo ejecutor

Por Facundo Martínez
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La derrota frente a Belgrano caló hondo en Boca. Tanto como el arrebato del presidente del club, Daniel Angelici, quien en su inexplicable furia se llevó por delante a los jugadores y los acusó de ser “displicentes” y de “falta de actitud” para vestir la camiseta xeneize. “El hincha se puede bancar perder, pero no que falte actitud y en los últimos partidos en algunos jugadores ha faltado eso. Hay que hablar menos y transpirar la camiseta”, dijo el dirigente ante los medios, la cara seria, la pose firme, y hasta avisó, como amenaza velada, que “no le va a temblar el pulso” al momento de tomar decisiones.

Por supuesto que Angelici no habló del juego. Porque en este Boca, luego de la abrupta salida de Juan Román Riquelme, de eso es mejor no hablar. Al contrario, el dirigente se encargó de sacar del foco del conflicto por el magro rendimiento del equipo a uno de los principales: el entrenador Julio Falcioni, responsable no sólo de no haber encontrado reemplazante para el talento alejado, sino también de haber quebrado la confianza de un vestuario que ahora se divide entre quienes apoyan al DT y lo dicen públicamente y quienes parecen estar marcados, como los antiguos esclavos, con el sello de riquelmistas.

Fue precisamente esta conducción del club la que se cargó sobre sus espaldas la salida del máximo ídolo en la historia del club. Falcioni se prestó en la ejecución, de ahí que los futbolistas ya no reciban su mensaje o incluso no lo compartan. Es sabido que Riquelme, desde su regreso a Boca tras su paso por el fútbol europeo, fue una espina clavada en la médula del mentor de Angelici, el ex presidente de Boca y actual jefe de Gobierno, Mauricio Macri. Y es desde ese contexto, desde donde el dirigente remarca que el DT “tiene todo el apoyo de la comisión directiva”.

Rumea Angelici su bronca, pero sin embargo nada dice de los pelotazos con los que el equipo de Falcioni intenta conquistar sus objetivos. “Molestan algunas actitudes displacentes (sic) que uno ve desde afuera”, arremetió el dirigente, quien para mayor torpeza de las partes ayer sumó la voz del vicepresidente del club, Oscar Moscariello, quien dijo: “El hincha de Boca pide que los jugadores transpiren la camiseta. Lo que reclamamos es lo mismo que pide el hincha”. Moscariello tomó como verdad revelada los datos tendenciosos de una encuesta on line de un diario deportivo, donde se preguntaba a los hinchas –nótese lo tendencioso–: “¿está de acuerdo con Angelici, en que los jugadores deben transpirar la camiseta?”. Lo que arrojó un resultado del 83 por ciento, “a favor de la dirigencia”.

Ahora bien, resulta como mínimo curioso que los hinchas de Boca que vieron los últimos partidos del equipo de Falcioni, incluso los que ganó en este torneo Inicial, se pronunciaran en este sentido y no repararan, en cambio, en la deriva futbolística de un equipo cuya identidad futbolística roza por estos días el espanto, incluso más allá de sus intérpretes.

Es cierto que, como señala Angelici, los partidos los ganan o los pierden los jugadores; se trata de una de esas verdades bobas del fútbol. Pero también es cierto que los grupos los arman los entrenadores –el caso de Carlos Bianchi o Alfio Basile es un buen ejemplo–, sobre todo aquellos DT que bajo ningún pretexto son capaces de darles las espaldas a los jugadores. Cuando el entrenador se inclina por cumplir con la dirigencia, el tan mentado vestuario se lo termina devorando. Ya lo sabe Falcioni.

“Vamos a hablar (con los jugadores), como siempre lo hacemos, porque tenemos que salir adelante, empezar a ganar y no perder más puntos”, avisó el presidente de Boca en su arremetida. “Voy a hablar con todos, y después con algunos en particular”, reforzó su idea el dirigente, quien también avisó, acaso para meterles más presión a los futbolistas, que comenzarán a evaluar la posibilidad de renovarle el contrato a Falcioni. Puede que el próximo superclásico sea determinante, puede que no, de todas maneras, Angelici tiene aún tiempo para aprender esa vieja lección, que dice que siempre es más práctico cambiar a un DT que a un plantel completo.

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