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Deportes|Martes, 11 de diciembre de 2012
TENIS > Roger Federer llegó para una frenética visita

Noventa horas de excitación

Arribó a la noche y se recluyó en un hotel de la Zona Norte, antes de empezar con un programa de actividades que incluye una visita a la Casa Rosada, otra a la Bombonera y los dos partidos exhibición con Del Potro.

Por Sebastián Fest
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Roger Federer en las Cataratas del Iguazú en su problemático camino a Buenos Aires.

Roger Federer vivirá de asombro en asombro sus noventa horas de visita a la Argentina, su primera vez en un país enloquecido por el tenis hasta extremos que el ex número uno del mundo difícilmente imagine. La interminable mancha de agua marrón que es el Río de la Plata, el más ancho del mundo, fue el primer contacto del suizo con el país, el octavo más grande del planeta. Y apenas deje el avión privado que lo trasladó desde San Pablo comenzará a agradecer no haber traído en el viaje a su esposa, Mirka, y a sus dos hijas, porque en la visita no tendrá respiro.

Un encuentro con la presidenta, Cristina Fernández de Kirchner, mañana; un paso por el estadio de Boca el jueves, un asado en la casa de Guillermo Marín, el empresario que lo trajo a Argentina, el mismo día. Y, además, 20.000 espectadores aullando desde las tribunas en dos noches consecutivas enfrentándose a Juan Martín Del Potro.

“Vi personas llorando por verme”, dijo Federer durante sus días en San Pablo. En Argentina también habrá emoción, y quizá más sorpresas que en Brasil, porque el partido de la noche del miércoles en Tigre se convirtió en una cita obligada para todos los poderosos y famosos del país.

Gastón Gaudio, campeón de Roland Garros en 2004, fantaseó hace dos años con jugar una exhibición con Federer en Buenos Aires, pero el privilegio será de Del Potro, el mejor tenista argentino, vencedor de Federer en la final del US Open 2009.

El de mañana será un momento delicado para Del Potro, porque sus frecuentes negativas a jugar la Copa Davis le están granjeando la antipatía de parte de los hinchas argentinos. También de cierta nostalgia para David Nalbandian, que al borde de los 32 años está en la recta final de su carrera. Años atrás era el rival claro de Federer en una potencial exhibición en Argentina, pero hoy su tiempo pasó. Estará en Córdoba, su provincia, bien lejos de Del Potro, con el que la relación es peor que mala.

Federer es un ídolo de proporciones en Argentina, en buena parte por sus méritos, pero también porque su archirrival, Rafael Nadal, tuvo durante años fuertes resistencias de muchos seguidores en el país. ¿Por qué? Porque hace ocho temporadas, cuando explotó en el primer plano del tenis, Nadal le “quitó” en cierto modo a Gaudio y Guillermo Coria lo que los fanáticos argentinos veían como propio y natural en ese momento: el dominio del tenis sobre polvo de ladrillo.

Alguna vez fue tentado por Del Potro para hacerse hincha de Boca, pero Federer, un suizo germano de Basilea, optó por la prudencia. “Sé que este tema enciende muchas pasiones en Argentina”, justificó. El jueves, con una inevitable serie de fotos en la Bombonera, es probable que los hinchas de River no lo miren precisamente con simpatía.

No hay país en el mundo donde el tenis tenga la exposición pública que tiene en Argentina. Se consume tenis como en ninguna otra sociedad, aunque el fútbol sea la “religión” dominante. En Brasil visitó favelas, se vio con Pelé y probó frutas exóticas y afrodisíacas, combinación que Argentina no puede ofrecerle. Pero en el país del tango encontrará una pasión por el tenis superior a la de la tierra de la samba.

Años atrás Federer le pidió, con timidez, datos sobre Diego Maradona a su colega Mariano Zabaleta. El tandilense le entregaría poco después una camiseta autografiada por el campeón mundial de México ’86, y el suizo casi enloquece: quería enviarle a Maradona todo su raquetero completo como retribución. Tiempo después se encontraron en Londres, y aunque el diálogo no fue sencillo –Maradona no habla inglés, Federer no habla español– la foto con el ex astro está entre las predilectas del suizo, que en su infancia debió decidir entre el fútbol y el tenis como profesión.

Guillermo Vilas y José Luis Clerc, los dos grandes ídolos del tenis argentino en los ’70 y ’80, jugarán una exhibición como aperitivo al Federer-Del Potro. Ambos ex jugadores suelen jactarse de su amistad con Federer, un hombre que es invariablemente amable y tiene siempre tiempo y simpatía para las leyendas del pasado.

Allí, emparedado entre la historia que encarnan Vilas y Clerc y el presente que es Del Potro, Federer podrá mirar a los 20.000 espectadores en el estadio y repensar, quizás, una frase de la semana pasada en el ecuador de su primera visita a Sudamérica como profesional: “Los hinchas en Brasil son los más cálidos que viví nunca”.

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