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Deportes|Miércoles, 2 de octubre de 2013
David Nalbandian anunció ayer su retiro del circuito profesional

El Rey que no tuvo corona

El tenista cordobés aprovechó la conferencia de presentación de las exhibiciones que jugará ante Rafa Nadal para hacer el anuncio oficial. Su decisión se debió a los problemas físicos que viene arrastrando y que no mejoraron tras la operación de hombro y cadera.

Por Sebastián Fest
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David Nalbandian, un grande que deja los courts.

Cuando sólo dos personas en todo el planeta te superan en lo que hacés, el calificativo de “exitoso” es merecido e indiscutible. Pero David Nalbandian, que anunció ayer su retiro del tenis, fue un exitoso frustrado, el clarísimo caso de un deportista que estaba para bastante más. Dueño de un revés que generaba suspiros de admiración entre sus colegas y semifinalista al menos en todos los torneos de Grand Slam, Nalbandian jugó siempre con la certeza de sentirse técnicamente superior al resto, aunque no siempre podía –o quería– demostrarlo. Tercero del ranking mundial en 2006, su mayor éxito fue el título del Masters de 2005 en Shanghai, cuando derrotó al suizo Roger Federer en la final recuperándose de una desventaja de dos sets a cero. Tres años antes había sorprendido llegando a la final de Wimbledon con 20 años, un logro del que el gran nombre del tenis argentino, Guillermo Vilas, estuvo muy lejos.

El final de su carrera, a los 31 años, no lo encontró como esperaba. “El hombro me duele un poco, principalmente para sacar. No puedo jugar sin sacar”, explicó ayer en Buenos Aires el rubio descendiente de armenios, poderoso en lo físico en apariencia, pero profundamente frágil en ese aspecto, con una cadera que le complicó varios de sus mejores años.

La pregunta que el ganador de once títulos en el circuito de la ATP nunca terminó de responder es la de si su físico lo traicionaba o en realidad él no lo cuidaba lo suficiente. Un compañero de generación como Federer vivió –aún lo sigue haciendo– para el tenis hasta convertirse en el jugador más exitoso de la historia. Nalbandian, que en juveniles torturaba con su juego al suizo, al que además derrotó en sus primeros cinco encuentros ya en el circuito, fue la cara opuesta en cuanto a profesionalísmo.

Su argumento fue siempre que en la vida hay “más que tenis” y que él necesitaba disfrutar de esos otros aspectos. Así, en el momento cumbre de su carrera, con el físico aún a pleno y su tenis a plena marcha, se dedicó a dirigir un equipo de rally e inclusive a correr. No cuidó su físico al nivel de sus rivales y enloqueció a sus entrenadores. “No lo entiendo, no lo entiendo”, decía uno de ellos días antes de cortar la relación.

Tampoco lo entendió Federer, que cree que Nalbandian no aprovecha a pleno su don para jugar el tenis. “Perdió muchos partidos que debería haber ganado. Creo que dejó pasar un poco la posibilidad de apuntarle al número uno, en Australia el año pasado”, dijo Federer durante una entrevista de la agencia dpa en marzo de 2007.

“Podría haber salido de la cancha como ganador en esa final, quién sabe... Y es por eso que quizá desperdició un poco sus chances y que después fue hacia abajo. Parece que le es difícil mantener el nivel en toda una temporada”, remató el suizo, que definió como “súper jugador” al argentino, “uno de los que más lindo le pegan a la pelota”.

Federer recordaba la semifinal que Nalbandian tenía prácticamente ganada ante el chipriota Marcos Baghdatis, en Australia 2006. Nalbandian había ganado dos meses antes aquel Masters sobre Federer y el mundo del tenis veía en el argentino a un hombre capaz de amargar y desplazar, al menos por unas semanas, a Federer del uno. Pero Nalbandian perdió aquel partido, así como varios otros encuentros clave cuando podía dar el gran salto. Fue una marca en su carrera: sin presión logró los mejores resultados; con todas las expectativas puestas en él, las cosas fueron diferentes.

Amaba la Copa Davis, un torneo que jugaba con pasión y en el que logró importantes triunfos, aunque en el final fuera la gran mancha de una carrera en la que complicó y derrotó a dos grandes como Federer y Rafael Nadal, buen amigo suyo pese a ser diferentes, opuestos: amable y educado el español, arisco y brusco el argentino.

Nalbandian, que mencionaba “ganar la Copa Davis, ganar un Grand Slam o conquistar el oro olímpico” como los tres objetivos de su carrera, se quedó sin concretar ninguno. En el caso de la Davis fue responsable como quizás en ningún otro. Argentina, un país obsesionado con ganar la Davis, tuvo la mayor oportunidad de su historia en la final de 2008, ante España en Mar del Plata. Sin Nadal en el equipo rival, los argentinos eran favoritos. Tenían a un experimentado Nalbandian, a un ascendente Juan Martín Del Potro y contaban con el apoyo del público. Nada de eso alcanzó, porque la España de Feliciano López y Fernando Verdasco derrotó a una Argentina desquiciada por la lucha de dinero, poder y egos que libró Nalbandian durante meses e incluso en los mismos días de la final.

Aquella temporada lo encontraría por primera vez fuera del top ten tras seis años, y pronto llegaría una operación de cadera y una sucesión de problemas físicos. En 2010 ganaría Washington, pero ni su cuerpo ni, sobre todo, su mente estaban ya en el nivel necesarios, algo que se vio claramente, en junio de 2012, en el torneo de Queen’s, escenario de uno de los mayores bochornos de la historia del tenis. Nalbandian estaba en situación de ganar la final sobre el croata Marin Cilic cuando al no alcanzar una derecha perdió la cabeza y pateó un box de protección haciendo sangrar la pierna de un juez de línea. Descalificado, aquélla fue la última imagen perdurable del jugador que pudo ser mucho más de lo que fue.

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