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Deportes|Domingo, 2 de febrero de 2014
RECUERDO DE LA SUPREMACIA FUTBOLISTICA NACIONAL ANTE LOS BRASILEÑOS

Viejas postales de fútbol del ’64

Hace cincuenta años, Argentina superaba a Brasil a nivel de clubes y selecciones. Independiente goleaba al Santos de Pelé y la Copa de las Naciones incluía un 3 a 0 a favor en San Pablo ante los bicampeones mundiales. La tentación de repetir la historia.

Por Gustavo Veiga
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Pasaron cincuenta años, otro país y otro fútbol. Argentina heredó de 1964 crónicas deportivas que describen sus éxitos y más de una goleada aplastante a la Selección de Brasil o a su equipo fetiche: el Santos. Ayer se cumplió el 50o aniversario del 5 a 1 con que Independiente despachó a Pelé, Coutinho y compañía en un amistoso jugado en Avellaneda. Pero habría más. En junio, el seleccionado se quedaría con la Copa de las Naciones, una especie de mini Mundial disputado en Río de Janeiro y San Pablo. Les ganó en fila a los portugueses de Eusebio, los brasileños de O Rei y los ingleses de Bobby Charlton y terminó sin un gol en contra. En agosto, la primera Copa Libertadores del Rojo sería posible después de sacarse de encima otra vez al mismo rival ganándole las dos semifinales de ese torneo.

El recuerdo de tantas victorias en el ’64 puede hacernos caer en la tentación simplista de extrapolar las épocas y pensar que en Brasil, Messi nos guiará al título mundial. Un sueño transversal que cruza el país sin distinción de clase social. A cincuenta años de aquellas crónicas, ese sueño espera guardadito en el corazón futbolero de cada argentino.

El irrepetible Osvaldo Ardizzone escribió en El Gráfico después del 3 a 0 a Brasil en el estadio Pacaembú: “Pelé salió cabizbajo. Quizás avergonzado de su cabezazo sangriento en la cara del pibe Mesiano, que había tenido sólo el atrevimiento de marcarlo, de borrarle su genio. Y al Rey no le gusta que lo dominen sus súbditos”. La cara vendada del jugador de Rosario Central es una de las postales históricas de aquella formidable victoria. La Selección dirigida por José María Minella había ido de punto a la Copa de las Naciones. Portugal era un equipazo donde brillaba Eusebio. Brasil el bicampeón mundial vigente (1958-1962). Inglaterra sería el mejor del mundo dos años más tarde, en el ’66. Argentina les ganó sucesivamente 2-0, 3-0 y 1-0.

Después del partido definitorio con los británicos, Ardizzone explicó: “De aquel equipo que llegó a Brasil para entrar cuarto quedaba un grupo humano que ahora se sentía con el derecho y la revancha de salir campeón. Y frente a Inglaterra se trabajó para esa meta: salir campeón”. El seleccionado formó con Carrizo; Ramos Delgado y Vidal; Simeone, Rattin y Vieytez; Ermindo Onega, Rendo, Prospitti, Angel Rojas y Telch con el número once, como volante ventilador. Ese era el término que se utilizaba para definir la posición que rompía con esquemas de juego en franco declive: empezaba a imponerse el 4-3-3. El único gol lo hizo el Tanque Rojas a los 29 minutos del segundo tiempo.

Contra Portugal marcaron Rojas y Rendo el 2 a 0 y la noche del 3 a 0 a Brasil, Ermindo Onega y dos veces Telch. La fotografía del talentoso volante de River con los brazos abiertos festejando su gol, la cara de Mesiano irreconocible debajo de las vendas, el penal que Carrizo le atajó a Gerson y el festejo argentino que congeló al público local son imágenes de una victoria que el 3 de junio cumplirá 50 años.

El ’64 también marcaría el comienzo de una larga cosecha de Copas para Independiente. Como un preanuncio de la cadena de logros que vendría, la noche del 1º de febrero le metió cinco goles al Santos en Avellaneda en un amistoso. Manuel Giúdice dirigía al equipo. Bernao fue la figura. Al día siguiente, los diarios informaron en tapa sobre un tremendo choque ferroviario entre el tren Luciérnaga que volvía de Mar del Plata y un carguero. Hubo varios muertos. Uno de los títulos que compartía esa noticia en las portadas era la goleada del Rojo contra Pelé y su célebre equipo.

Casi seis meses después, pero en las semifinales de la Libertadores, Independiente le ganaría dos veces más al Santos. Dio vuelta un 2 a 0 en contra en el partido de ida en Brasil y se impuso 2 a 1 como local. Mori y Mario Rodríguez hicieron los goles en la revancha. Nacional de Montevideo esperaba en la final. El capitán Jorge “Chiva” Maldonado levantaría la primera Copa de su historia. Fue el mismo que entronizó el saludo con los brazos en alto desde la mitad de la cancha con que Independiente celebró cada una de las Libertadores que consiguió en su historia (siete en total).

Aquel fútbol de 1964 era tan diferente al actual, que en Primera sólo había dieciséis equipos. Boca saldría campeón y Héctor Veira, de San Lorenzo, sería el máximo goleador. Newell’s ascendía por decreto a cambio de desistir de un juicio contra la AFA. En 1962 lo habían privado del título en la B por incentivar a Excursionistas en contra de Quilmes, que finalmente subió. Estaban suspendidos los descensos. La AFA era presidida por Raúl Colombo. Julio Grondona estaba dedicado a Arsenal de Sarandí que jugaba en el Ascen-so. El fútbol argentino todavía se ilusionaba con organizar el Mun-dial de 1970 que le arrebataría México en un congreso de la FIFA realizado en Tokio.

“Los esfuerzos realizados a efectos de materializar la justa aspiración de la AFA para ser designada entidad organizadora del Campeonato del Mundo de 1970 no dieron el resultado que fundamentalmente se aguardaba, porque en la decisión tuvieron injusta prevalencia consideraciones extradeportivas por sobre la realidad indiscutible que el fútbol argentino ostenta con justificado y legítimo orgullo”, se quejaba Miguel Pisano, el enviado de la AFA a la votación que Argentina perdió por 56 a 32.

En 1964, el único equipo brasileño que consiguió derrotar a un rival argentino en un partido decisivo fue un seleccionado del Ascenso. Ganó por penales el torneo sudamericano de la Primera B. Santos, en una gira por la Argentina donde alternó buenas y malas, perdió con Colón de Santa Fe, que jugaba en la Segunda División. De ahí surgió lo del Cementerio de los Elefantes para el estadio del equipo santafesino. Dos rarezas de aquel año.

Así como el fútbol era otro, los países también. El continente empezaría a sufrir una oleada de golpes de Estado que arrancarían en Brasil, en plena Guerra Fría (si no se cuentan los producidos décadas anteriores). El 31 de marzo del ’64, los militares derrocaban al presidente João Goulart. Las dictaduras se esparcirían por América latina con la fuerza de las usinas conspiradoras de Estados Unidos.

La Argentina debería esperar por su primer título mundial catorce años más. Brasil ya había conquistado dos. Y lograría el tercero en 1970 en el Mundial de México. La Selección Nacional ni siquiera lo jugó. Perú la eliminó. Los mundiales también se organizaban con muchos menos países: dieciséis.

No hay forma de extrapolar los hechos de 1964 a este presente tan diferente. A no ser por una razón irreverente, descolgada, loca: esta nota debería olvidarse rápidamente para desempolvarla al día siguiente de la final del Mundial. Entonces habría que arrojarla al tacho de basura o rescatar las coincidencias futbolísticas con el ’64 si Argentina sale campeón mundial. La irresistible sensación de comprobar que, hace 50 años, la Selección no contaba con los dos mejores jugadores de su historia y del mundo, Maradona y Messi, refuerzan el sueño. Ahora tiene al segundo. Y una vez más irá por un título que no consigue hace 28 años. Por el segundo Maracanazo.

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