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Deportes|Viernes, 21 de noviembre de 2014
BOCA Y RIVER PROTAGONIZARON UN POBRE PARTIDO POR LA COPA SUDAMERICANA EN LA BOMBONERA

Acabó en una defraudación al fútbol

El empate sin goles fue el corolario inevitable entre la impotencia de Boca y la especulación de River. No hubo prácticamente situaciones de gol y la visita pegó en proporción de 3 a 1. La revancha, el jueves próximo, dirá para quién fue negocio.

Por Juan José Panno
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Teo Gutiérrez forcejea con Marín. River especuló más de lo que jugó y se llevó el empate frente a la impotencia de Boca para convertir.

Durante toda la semana se especuló cómo iba a ser este partido. Entre la impotencia de Boca y el cálculo de River salió lo que salió, un encuentro espantoso. Ahora llega un nuevo tiempo de especulaciones, para saber si el cero a cero fue un buen resultado o no. Era el único empate que le convenía a Boca, pero la revancha va a ser otro partido totalmente distinto para River.

Si a este enfrentamiento de semifinales, este largo partido de 180 minutos, se lo divide en cuatro cuartos, el primero de todos seguramente será el peor. Porque no hubo llegadas, porque los dos equipos estuvieron demasiado atados, excesivamente nerviosos, cometieron demasiadas infracciones que en general el árbitro Trucco dejó pasar, porque River no encontró la manera de llegar al arco de Orion, porque Boca –que buscó más– no supo nunca cómo concretar.

Durante los primeros 10 minutos Boca arrolló a su rival, gracias a la producción del Burrito Martínez, su hombre más peligroso, puesto en esa posición tanto para tapar las subidas de Vangioni como para, luego, preocupar en ataque. Lo estaba consiguiendo cuando Vangioni le cometió una fuerte falta, de amarilla; se quedó 15 minutos más en la cancha, pero el cambio estaba cantado y sin su participación Boca fue desinflándose.

Boca buscó siempre a Chávez, que por otro lado siempre genera expectativa cuando la pelota le va a los pies, pero fue marcado muy bien por Mercado y por Maidana, y pese al esfuerzo invertido no resolvió ninguna situación. Tampoco Calleri, a pesar de todo lo que se movía, yendo por el centro mientras Chávez recorría el callejón izquierdo, pero nunca, más allá de esos primeros minutos, lograron dar la sensación de que podían generar peligro. Apenas un tiro de media distancia de Gago y otro muy forzado de Chávez que contuvo Barovero: muy poco en relación con lo que se suponía que iba a producir Boca desde el arranque.

A River lo benefició la impotencia de Boca, tanto como la permisividad de Trucco: terminó la primera mitad con 12 faltas cometidas contra 4 de Boca. El que más metía era Ponzio, que se llevó una tarjeta amarilla que debió haber recibido tres faltas antes.

En definitiva, River terminó manejando el trámite del partido a su conveniencia. Cuando hizo pie en el campo y sintió asegurado el cero en su arco, empezó a especular con la chance de una llegada en un contragolpe. El termómetro del partido lo marcaba el entusiasmo de la gente de Boca, que deliraba en el arranque cuando parecía que su equipo se llevaba por delante al rival, para diluirse en el cierre de la etapa.

En el segundo tiempo hubo más movilidad, por lo menos, porque River mostró algún vestigio del equipo que puede ser, pero duró muy poco, porque su propósito fue ensuciar el encuentro, demorarlo todo lo posible, y sólo después abocarse a jugar. Con esa propuesta terminó con siete amonestados (Vangioni, Ponzio, Maidana, Funes Mori, Mercado, Teo Gutiérrez, Sánchez) contra sólo dos de Boca, y de ellos, seis vieron la amarilla por pegar. Acabó el partido con 26 foules contra 9 del local.

Cuando se soltó un poco más, subieron Mercado y Vangioni alternadamente, llevando a Boca contra su arco, con Boyé mostrando algo más que Simeone, pero dejando espacios para el contragolpe local. Boca no pudo siquiera resolverlo así, aunque con el cabezazo de Gago en tiempo de descuento tuvo la situación más clara de todo el encuentro. Tuvo en el Cata Díaz a su mejor jugador y jugó con tanta urgencia, fue tanta su impotencia que terminó desperdiciando su última chance, un tiro libre. Un desperdicio en todo sentido.

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