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Deportes|Domingo, 23 de noviembre de 2003
RACING NO PUDO DOBLEGAR A UN INDEPENDIENTE MUY DEFENSIVO

Resultó ser un clásico desparejo

Lejos de la tradición, los rivales de Avellaneda no se pararon a la misma altura. El visitante eligió defenderse casi con descaro, para no sufrir una nueva caída, y el local, que fue más en la cancha, se desesperó y no supo cómo ganarle.

Por Ariel Greco
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Lucas Rimoldi señala el gol de empate en el clásico, después de que Independiente quebrara su racha.
Independiente cumplió todos sus objetivos. Extendió su racha de 10 años sin perder en la cancha de Racing, sumó su segundo punto en los últimos ocho partidos y metió un gol después de 557 minutos. No hay ironía: eso es exactamente lo que fue a buscar, porque de otra forma no se entiende el planteo que presentó Osvaldo Sosa. Es que, aunque cueste creerlo, el de ayer fue más amarrete que el que había mostrado hace algunas semanas en la Bombonera. Para Racing quedó la frustración por haber desperdiciado la chance de ganar el clásico, a causa de la escasa capacidad que mostraron sus atacantes para vulnerar a un rival que solo pretendía defenderse.
Si el empate ante Boca generó el debate sobre el planteo de Sosa (¿era el de un equipo chico?), lo de ayer no dejó ningún tipo de duda. A Ricardo Bochini se le debe haber hecho un nudo en el estómago al ver distribuidos en la cancha a esos muchachos con la misma camiseta roja que él llevó con tanta gloria. Es que Independiente se paró de manera descarada para defenderse. Ni siquiera lo disimuló un poquito. Porque además de renunciar a atacar, demoró en cada salida, hizo tiempo casi desde el inicio, se quedó a vivir en cada caída, y se fue festejando el empate.
La postal que mejor pinta el panorama se daba cada vez que el arquero Lucas Molina tomaba la pelota en su área. El pibe levantaba la cabeza y metía un bochazo largo para Cristian Giménez (1,70 metros) y Damián Manso (1,71 metros). Los ocho jugadores restantes se quedaban en su campo, a la espera de lo que indefectiblemente era un nuevo ataque rival. Lo curioso (o no tanto, si se tienen en cuenta los problemas defensivos de Racing) es que por esa vía creó una de sus dos chances de gol en el partido, cuando Manso se encontró con regalo de los centrales, pero definió muy mal.
Lo de Racing no fue mucho más productivo, aunque por lo menos intentó. Le costó quebrar las dos líneas de cuatro de su rival, perdió rápido la paciencia y no pudo generar demasiadas situaciones. Para colmo, a medida que se le acababa la tranquilidad, comenzaba a desordenarse. Así pagó con el gol de Manso, luego de un grosero error de Torres, que intentó un cambio de frente con todo su equipo a contramano. Tuvo suerte un rato más tarde, en la primera combinación efectiva entre Lisandro López y Milito, cuando la pelota le quedó a Rimoldi, que metió un derechazo bajo para la igualdad.
Con el correr de los minutos, las posturas se acentuaron. Racing siguió con la iniciativa, pero sin generar mucho peligro por la falta de precisión. En cambio, los visitantes se aferraban cada vez con mayor gusto al puntito. Por eso, cuando Baldassi pitó el final, las reacciones de cada uno fueron bien distintas. Los hinchas de Independiente festejaron y cantaron el clásico “que nacieron / hijos nuestros...”. Los de Racing masticaron bronca y retrucaron con el moderno “equipo chico, la p... que te p...”.

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