Imprimir|Regresar a la nota
Deportes|Sábado, 29 de noviembre de 2003

Eso que le pasó a Angulo

Por Susana Viau
Ayer, antes de iniciarse la final España-Australia de la Copa Davis –empate 1-1 tras la primera jornada– una musiquita alegre sonó en el estadio Rod Laver Arena. El trompetista James Morrison se esmeraba en la ejecución del himno del plantel visitante. Pero los tenistas del plantel visitante lo escucharon como quien oye llover. Después, uno de ellos diría: “No sabía qué era. En la vida había oído eso”. Es que, claro, son jóvenes y, además, un poco agilipollados. Quien sí se dio cuenta de inmediato fue el secretario de Estado para el Deporte, presente en el torneo y, se podría firmar, hombre del PP. Pues bien, el señor secretario salió disparado a decir que aquello que tintineaba en el aire constituía “una ofensa para la nación española”. No era para tanto: Morrison se había equivocado y había arremetido con mucha buena voluntad con el “Himno del Riego”, el himno de la República. El embajador español pidió explicaciones formales y los australianos prometieron que tocarían el correcto más de una vez en días sucesivos para dejarlos conformes.
La desmesurada reacción del secretario tenía una explicación: el “Himno del Riego” es mala palabra para los populares que, sin embargo, toleran que la ministro Ana de Palacio, súbitamente ácrata, explique que las banderas nacionales son expresión de discordia. En fin, por lo que sea, al secretario de Estado para el Deporte la cabeza se le debe haber llenado de ratones (de superlativos ratones-canguro australianos) de sólo recordar la letra que los combatientes de la República adosaban al “Himno del Riego”: “Si los curas y monjas supieran / qué paliza les vamos a dar / entrarían a coro cantando / libertad, libertad, libertad”. No era muy respetuosa, la verdad, pero tenía su gracia.
Hasta el “Mosquito” Ferrero insinuó, muy a media lengua, que al secretario se le estaba yendo la mano. Pero el secretario siguió en sus trece y armó la de Dios es padre. Con sus veintipocos años, Ferrero no captó lo que debía sentir don Juan Antonio Gómez Angulo: que los viejos fantasmas habían viajado hasta Melbourne y, corporizados en el trompetista Morrison, le estaban rompiendo, por así decirlo, el clima de triunfo.

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar|República Argentina|Todos los Derechos Reservados

Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.