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Deportes|Domingo, 31 de enero de 2016
LA CONFEDERACION BRASILEÑA DE FUTBOL EN SU PEOR MOMENTO

Sin transparencia no hay jogo bonito

Un militar acusado de represor en los años 60-70 conduce al fútbol vecino. A falta de dirigentes honestos, abundan las sospechas de corrupción y comenzó a disputarse una Liga paralela.

Por Gustavo Veiga
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El obsceno mundo del fútbol está acá a la vuelta, mucho más cerca de lo que se piensa y no solamente en la FIFA con sede en Suiza. En Argentina contamos nuestras miserias hace décadas, anestesiados, casi vírgenes en decencia. Pero ahora tomamos nota de que en Brasil, nuestro vecino, el ambiente de la pelota es otra cloaca a cielo abierto. El nuevo presidente de la CBF –equivalente a nuestra AFA decadente– es un militar, Antonio Carlos Nunes de Lima (foto), denunciado por cobrar una pensión como víctima del terrorismo de Estado cuando era cabo de la Fuerza Aérea y en realidad es un ex represor. Reemplaza a un sospechado de corrupción, Paolo Marco del Nero, que a su vez había sucedido en el cargo a dos dirigentes acusados de lo mismo: Ricardo Teixeira y José María Marín, involucrados en el escándalo de la FIFA. Este enroque de dirigentes se da cuando comenzó a disputarse una Liga paralela con los doce clubes principales de Río de Janeiro, Minas Gerais, Paraná, Santa Catarina y Río Grande do Sul. El torneo se transformó en una rebelión que no se sabe en qué terminará.

Nunes de Lima pasó de una de las vicepresidencias al máximo cargo de la CBF por 150 días. Con 79 años le concedieron la gracia por ser el más viejo entre los que seguían en la línea sucesoria a Del Nero. Este último pidió licencia para armar su defensa por las acusaciones que recibió en el caso FIFA. Por ahora está libre, no como Marín, quien se encuentra detenido en Estados Unidos por similares imputaciones.

El emergente de esta situación de desgobierno es el coronel Nunes, quien a su vez dirigía a la Federación del estado de Pará desde 1982. La CBF ha tenido cuatro presidentes en los últimos nueve meses. Igual número gobernó en los anteriores 35 años. A Marín, Del Nero y Nunes se suma Marcus Vicente, otro ex vicepresidente de paso efímero por la conducción de la Confederación Brasileña. Cualquier semejanza con el fútbol argentino y su imprevisible forma de gobernarse es pura coincidencia.

Cuando quedó el militar al frente de la CBF, quien se postulaba para el mismo cargo, Delfim Peixoto (presidente de la Federación de Santa Catarina) denunció un golpe de estado. Este dirigente fue el fogonero de la nueva Liga que se suma al Torneo Brasileirâo y la Copa del país. Los doce clubes que participan le dieron tal importancia que la empezaron a jugar con sus titulares. Son Flamengo y Fluminense (Río de Janeiro), Internacional y Gremio (Río Grande do Sul), Atlético Mineiro, Cruzeiro y América (Minas Gerais), Curitiba y Atlético Paranaense (Paraná), Criciúma, Avaí y Figueirense (Santa Catarina).

Están casi todos los equipos importantes del centrosur de Brasil, con excepción de los que disputan el campeonato estadual paulista: Corinthians, Palmeiras, Santos y San Pablo son los cuatro más poderosos. Por eso, esta Liga paralela fue bautizada Copa SulMinasRío. Empezó a disputarse la última semana y se prolongará hasta fines de marzo. No es demasiado novedosa en cuanto a su formato y origen. Entre los años 2000 y 2002 tuvo un antecedente semejante en la Copa SulMinas sin representantes de Río de Janeiro.

Avalada en un principio por la CBF –Nunes había apoyado su realización–, la semana pasada la flamante Liga tuvo un traspié. Se le notificó que sus partidos solo serían reconocidos oficialmente hasta hoy, el último día de enero. El conflicto parece que se extenderá. El miércoles 27 comenzó el torneo con el partido entre Cruzeiro y Criciúma que finalizó 1 a 1.

Un coronel gobierna el fútbol

El actual presidente de la CBF llegó a ese cargo porque Teixeira, Marín y Del Nero están hasta el cuello con imputaciones por corrupción. El primero fue acusado por el uruguayo Eugenio Figueredo de ser el recaudador de las coimas –en Brasil las llaman curiosamente propinas– que pagaba la empresa Datisa, una sociedad entre la brasileña Traffic y las argentinas Full Play y Torneos y Competencias. El ex yerno de Joao Havelange, el precursor de las corruptelas en la dinastía de dirigentes locales, desmintió a Figueredo. Dijo la última semana en el diario O Estado de San Paulo que nunca cobró los sobornos que le atribuye el uruguayo. Su acusación se basaba en que Teixeira habría recibido dinero por otorgarle a Datisa los derechos de TV por las ediciones de la Copa América de Chile 2015 y la Copa del Centenario 2016 que se celebrará este año en Estados Unidos.

“Razone conmigo. Yo dejé la CBF en abril de 2012 y me fui a Estados Unidos. Figueredo asumió en la Conmebol en mayo de 2013. ¿Cómo yo podría participar en la firma de contratos con Full Play en 2013 si ya estaba afuera de la CBF y no era miembro de la Conmebol? No tiene lógica”, se despegó Teixeira.

A Marín, su sucesor en la CBF, le ha ido peor. Fue detenido en Suiza cuando estalló el escándalo de la FIFA, el 27 de mayo de 2015. La acusación que pesa sobre él es la misma que en todos los casos: recibir sobornos millonarios. Fue extraditado a Estados Unidos, donde permanece con prisión domiciliaria gracias a que pagó una fianza de... 15 millones de dólares. Caído en desgracia, lo reemplazó Del Nero, quien tuvo poco recorrido en el cargo. El 26 de noviembre se vio empujado a renunciar al puesto que tenía en el Comité Ejecutivo de la FIFA cuando la fiscal de EE.UU. Loretta Lynch también lo imputó.

Pidió una licencia dos veces y ahora está alejado de su cargo por 150 días “por motivos personales”, informó la CBF. Prepara su defensa en la causa de los sobornos. Desde que se destapó esa olla, abandonó una votación clave en la FIFA en mayo pasado –cuando integraba su Comité Ejecutivo–, evitó viajar a reuniones en el exterior y también con la Selección brasileña. Si no saliera limpio del escándalo, es muy difícil que recupere el cargo que ocupaba y ahora detenta el coronel Nunes.

El periodista Lucio de Castro, de la Agencia Pública brasileña, escribió el 15 de enero una investigación donde afirma que “a pesar de haber sido comandante militar y prefecto de facto del estado de Pará, recibe una paga mensual de 14.768 reales por parte de la Fuerza Aérea Brasileña (FAB) como perseguido político de la dictadura”.

Nunes goza de ese beneficio del Ministerio de Justicia desde el 14 de mayo de 2003, que además de la pensión mensual le pagó 243.416,25 reales por una indemnización retroactiva. El trabajo del periodista señala que los archivos de las Fuerzas Armadas y de la Policía Militar de Pará, más la historia de vida del actual presidente de la CBF, “retratan un cuadro opuesto al de alguien sacrificado en los años de plomo”.

En rigor, el Estado le atribuyó a Nunes haber integrado un grupo de suboficiales críticos de la dictadura de 1964 cuando estaba en la FAB. Pero su paso por la Fuerza Aérea fue muy breve. Al contrario del rol de perseguido político que hoy parece sentarle bien, De Castro sostiene sobre el militar –basado en papeles reservados de la Aeronáutica– que fue un servidor ejemplar. Ya incorporado a la Policía Militar, ascendió de cargos entre 1967 y 1991, de donde se retiró con el grado de coronel. Esta fuerza contribuyó con el ejército en el exterminio de la guerrilla de Araguaia, de otros movimientos de resistencia en Pará y de sus pueblos originarios, al norte de Brasil.

El Grupo Interdisciplinario Ministerial (GTI), formado por integrantes del Ministerio de Justicia, los Abogados de la Unión y el Ministerio de Defensa concluyó en 2011, tras una larga investigación de nueve años, que no se justificaba el reconocimiento al militar y dirigente deportivo. La CBF tampoco respondió a las preguntas del periodista que investigó a Nunes. El fútbol brasileño está a punto de hundirse en un barrial de corrupción. La Liga paralela hubiera sido inconcebible si sus dirigentes más importantes tuvieran buena reputación. El escándalo FIFA y sus derivaciones dejaron al borde del nocaut a nuestro poderoso vecino.

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