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Con Estados Unidos nunca se sabe. De aquel equipo que perdió 2-0 ante Colombia en el primer partido de la Copa América en Santa Clara al que esta noche se jugará ante la Argentina en Houston el pase rumbo a la final hay un mundo de diferencias. Aquel produjo una actuación insípida y desencantadora. En cambio, la formación que dejó a Ecuador en el camino el jueves pasado en Seattle tuvo cuerpo y alma.

Jürgen Klinsmann, el técnico alemán que dirige a los estadounidenses, recompuso el esquema y armó un cuadro mordedor e intenso, que asumió su inferioridad y la compensó con despliegue, intensidad e inteligencia.

Vienen de menos a más los Estados Unidos en la Copa. Tras aquel 0-2 ante los colombianos, enhebraron tres victorias consecutivas: 4-0 ante Costa Rica, 1-0 a Paraguay y 2-1 en octavos contra Ecuador. Para este partido, Klinsmann cambió el dibujo. Y del 4-3-3 que había parado en toda la fase de grupos pasó a un 4-4-2 con una idea muy nítida: contener el juego ecuatoriano por las bandas y salir rápido de contragolpe. Para ello, Geoff Zardes pasó de extremo derecho a volante por el mismo lado y Fabián Johnson se convirtió en lateral derecho en lugar del titular suspendido De André Yedlin, quien está noche estará reapareciendo luego de haber cumplido con una fecha de suspensión por acumulación de tarjetas amarillas.

El plan de Klinsmann de esperar y contraatacar se cumplió al dedillo. Y la solidez defensiva y el oportunismo del ataque hicieron el resto. Geoff Cameron y John Brooks componen una de las mejores zagas centrales del torneo, en la que Brooks viene rayando a gran altura, con potencia física, buen juego aéreo y manejo seguro de la pelota. Michael Bradley es el cerebro del equipo, aquel administra sus tiempos y ritmos y Clint

Dempsey es otro jugador influyente, que se tira atrás para conectar con sus medios y llegar al gol. También gravitan mucho los piques del delantero Bobby Wood, quien va sobre los dos marcadores centrales adversarios. Pero hoy no habrá que preocuparse por él: está suspendido, al igual que el lateral Jermaine Jones y el volante Alejandro Bedoya, y no será de la partida.

Todo parece indicar que Klinsmann repetirá la fórmula esta noche ante los argentinos y armará otra vez un equipo aguerrido y metedor que jugará a partir de sus carencias. Al menos eso es lo que se desprende de sus declaraciones: “No les tenemos miedo. Estamos listos para morder y pelear”, dijo el entrenador alemán quien, con seguridad, le dejará tener la pelota en la mitad de la cancha a la Argentina y luego le irá escalonando la espera, cuestión de recuperar lo más lejos posible de su área y salir rápido por las bandas. Argentina es favorito claro. Pero Estados Unidos es un equipo optimista que no tiene más presiones que la de voltear al gran candidato al título y que jugará en consecuencia. Con poco para perder y muchísimo para ganar.

Será esta la segunda semifinal que ambos seleccionados disputarán en la historia: la primera correspondió al Mundial de 1930 en Montevideo y terminó con un apabullante 6-1 a favor de los argentinos, con dos goles de Guillermo Stábile, dos de Carlos Peucelle, uno de Luis Monti y el restante de Alejandro Scopelli. Dos años antes, en el marco de los Juegos Olímpicos de Amsterdam y en el primer choque entre ambos seleccionados, también había goleado la Argentina: 11 a 2, con cuatro goles de Tarasconi, tres de Cherro, dos de Nolo Ferreira y dos de Orsi. El historial, de apenas nueve enfrentamientos entre partidos oficiales y amistosos, es sumamente parejo: tres victorias para cada país y tres empates.

Las armas de Estados Unidos para lograr su objetivo

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El equipo de Klinsmann compensa sus carencias con despliegue e inteligencia, a partir de los cuales recompuso la imagen del debut y enhebró tres victorias al hilo, incluida la de cuartos ante Ecuador.