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Deportes|Martes, 1 de noviembre de 2016
POLIDEPORTIVO > Festejo de la tercera edición del Día Paralímpico en el Luna Park

La gran fiesta del deporte inclusivo

El espacio de encuentro entre atletas de elite, con alguna discapacidad, y el público ratifica el avance sostenido del deporte adaptado. Se realizó a menos de dos meses de Río 2016, donde Argentina tuvo una delegación record y una actuación histórica.

Por Leonel Lenga
“Es un día que vino para quedarse”, señaló José María Valladares, presidente del Copar. Foto: Paradeportes.com

Con el objetivo de incentivar la actividad deportiva entre las personas con discapacidad y difundir en la comunidad la imagen de excelencia del deportista paralímpico, se desarrolló en el Luna Park la tercera edición del Día Paralímpico. Por primera vez coincidió con el año de los Juegos, por lo que los medallistas en Río de Janeiro fueron homenajeados al final de la jornada. Antes del reconocimiento, Los Murciélagos, el equipo masculino de básquet y rugby en silla de ruedas, el de Powerchair (fútbol en silla motorizada), el vóley sentado mixto y el tenis adaptado animaron al público con sus exhibiciones.

“Siento una alegría enorme porque esto empezó como un pequeño proyecto en 2014 y sigue creciendo. Este año fue la primera vez que se transmitió en vivo un Paralímpico y eso generó un efecto cascada de todos los medios. Creo que el deporte paralímpico está logrando su lugar y lo más importante es que la gente percibe a sus participantes como atletas. El deporte sigue siendo un gran elemento integrador”, indicó José María Valladares, presidente del Comité Paralímpico Argentino (COPAR), organizador del evento.

Los primeros Juegos para atletas con alguna discapacidad física, mental o sensorial se hicieron en Roma 1960. Más de medio siglo después, a Río 2016, Argentina llevó una delegación récord de 85 deportistas. “El balance fue muy positivo, pero no sólo en lo evidente: cinco medallas y 35 diplomas. También en otros aspectos que valoramos como dirigentes, como contar con atletas experimentados y jóvenes a la vez, lo que marca que hay futuro. También se clasificó en quince deportes confirmando que se está armando una buena base”, agregó Valladares. Indicó, además, que el apoyo del interior será clave para seguir desarrollándose y que ya están trabajando en el Noreste y Cuyo para llevar escuelas de iniciación y grandes eventos.

Entre los presentes estuvo Yanina Martínez, ganadora de la medalla dorada en la final de los 100 metros T36. “Me siento muy bien, me gusta”, respondió sobre sus sensaciones en este día. También recordó la carrera de 14 segundos y 46 décimas que puso fin a una sequía de veinte años sin que Argentina consiguiera una presea de oro en una cita paralímpica. “Corrí rápido y les pasé el número a la colombiana y a la alemana”, resumió la rosarina de 22 años, que integra la selección nacional de atletas con parálisis cerebral. También contó que cuando corre siente el cuerpo y agradeció el respaldo incondicional de su familia y su entrenador Martín Arroyo.

A unos metros de la campeona, con un platinado al estilo Lionel Messi, estaba Hernán Barreto. En Londres 2012 logró medalla de bronce y en Río duplicó la faena con sus conquistas del mismo metal en 100 y 200 metros de la categoría T35. Tiene 25 años, entrena de lunes a sábado y realiza una dieta estricta a base de pollo y fideos. Al igual que Yanina, el velocista convive con una parálisis cerebral. “Empecé en el atletismo a través de mi profesora (de primaria) Norma Bayol. Entrenaba solamente para salir de mi casa, porque tenía una vida difícil. Sufría maltrato de parte de mi papá. Y después se fue dando, pero no era una cosa que me gustaba realmente. Hoy lo disfruto, pero en ese momento mi pasión era el fútbol”, reconoció.

Consciente de su influencia, Barreto regaló un consejo a los que nunca practicaron algún deporte y a sus respectivos padres, quienes a veces temen por soltarlos: “Les va a abrir la casa. En mi caso pasé de estar en una depresión profunda a salir adelante. Conocí ocho países, algo que nunca había imaginado. Es bueno dejarse ayudar. A veces uno piensa que nació así, pero puede ser un diamante en bruto con su misma discapacidad”.

Cuando la pelota dejó de sonar y las indicaciones del arquero –único vidente del equipo– frenaron, Marcelo Panizza detuvo sus gambetas en el partido de presentación que hicieron Los Murciélagos. Hasta ese momento, el jugador de 33 años que representa a River en la Liga Nacional parecía hacerle un culto a Serú Girán demostrando que con los ojos cerrados veía mejor. Esa capacidad técnica y aceleración lo llevó al seleccionado de fútbol 5 para no videntes en sólo dos años. En 2007 arrancó y en 2009 le llegó la chance.

“Es muy lindo representar a la Argentina, enfrentarse a otros países y compartir equipo con Silvio Velo o Gustavo Maidana, grandísimos jugadores que lograron medalla olímpica y son de los mejores del mundo”, arrancó envalentonado el jugador de un plantel que hace menos de dos meses logró medalla de bronce en Río al superar por penales a China.

“Jugar al fútbol es uno de los sueños que cumplí en mi vida, antes hacía otros deportes. Recién a los 23 me animé. Sinceramente me daban miedo los golpes y los choques en un deporte de tanta fricción”, admitió. Sus padres descubrieron sus problemas de visión a los tres años. Fue cuando pateó la pelota contra la pared y la fue a buscar a un lado distinto al que había rebotado.

“El deporte me dio ganas de salir a la calle, de moverme solo, porque antes dependía de mi familia para ir de un lado a otro. El bastón no lo usaba porque me daba vergüenza. Además encontré un trabajo, porque tengo beca deportiva al jugar en la Selección. Pude formar una familia y hasta a mi esposa la conocí a través del fútbol, porque su hermano atajaba en mi equipo y un día nos fue a ver. Fue amor a primera vista”, dijo entre risas.

Ese clima jovial, ese espíritu sin límites –como se leía en las remeras que lucían los deportistas y se podían adquirir por $100–, esa capacidad de superación, marcó el pulso de un encuentro con entrada gratuita, que duró más de tres horas y congregó a más de mil personas en el mítico estadio porteño. Además de las presentaciones de las distintas disciplinas, hubo tiempo para un emotivo video con imágenes de Río 2016, para que los más chicos disfruten con Rosco y Lola –las mascotas oficiales de la Liga Nacional de Básquet– y para que los más grandes se sorprendan con las volcadas acrobáticas del Power Team. La Comisión para la Plena Participación e Inclusión de las Personas con Discapacidad (Copidis) premió a Yanina Martínez, quien también se quedó con un galardón de los premios EXPA a la excelencia Deportiva Paralímpica.

Antes del final, Antonella Pralong compartió su caudal tenístico en la cancha y su historia de vida con Página/12. A los ocho años perdió su pierna izquierda en un accidente de tránsito, a los doce agarró la raqueta y a los quince ya ocupa la tercera posición del ranking mundial juvenil. Sueña con decir presente en los Paralímpicos de Tokio 2020. Para eso entrena de lunes a viernes en doble turno en el Centro Asturiano y los sábados en el Cenard. Acaba de ser campeona en singles y dobles junto a Florencia Moreno en el Abierto de Melipilla, Chile, y va por más. Como hacen a diario cada uno de estos enormes deportistas que parecen no tener techo.

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