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Deportes|Viernes, 2 de abril de 2004
VENEZUELA, EL CUCO DE LAS ELIMINATORIAS

El vino tinto que causa acidez

“¡Qué demostración le hemos dado a Uruguay y al fútbol del mundo! ¡Ya basta de seguir sin mirar a nuestra selección!” Las palabras pertenecen a Richard Páez, entrenador de Venezuela, que se pronunció tras el histórico triunfo ante Uruguay. Es que el 3-0 en el Centenario no pasó inadvertido y se transformó en la noticia futbolística del día. Porque, además del resultado, la manera en que lo logró despertó la admiración de los hinchas neutrales, que se encontraron con una producción brillante del hasta hace poco peor equipo del continente.
“Nosotros estamos disfrutado este triunfo. Han sido 36 años de humillaciones y ahora que sentimos tres años de victoria y de noticias positivas, tenemos que ir disfrutando, pero con humildad”, expresó un exultante técnico venezolano. Lo significativo del caso es que Venezuela no se desesperó a pesar de las frustraciones y apostó por una línea de juego. Los resultados parecen estar a la vista: de ser el rival más débil pasó a estar a sólo dos puntos de Argentina y en la misma posición que Brasil. Además, si las Eliminatorias terminaran hoy, tendría su pase asegurado al Mundial.
El proceso de Venezuela viene de lejos, con un lento pero progresivo crecimiento. Desde hace varios años, los resultados comenzaron a aparecer en juveniles. La primera muestra la dio en el Preolímpico de Mar del Plata en 1996, cuando accedió a la ronda final y terminó en la cuarta posición. De ese equipo Sub-23 surgió Gabriel Urdaneta, autor del primer gol ante Uruguay. También en el estadio José María Minella protagonizó otra gran sorpresa, cuando en el Sudamericano Sub-20 de 1999 derrotó 1-0 a la Argentina, equipo que era dirigido por José Pekerman y tenía nombres fuertes como Aimar, Cambiasso, Montenegro y Galletti. José Arango, autor del tercer tanto en el Centenario, le había convertido el gol a Costanzo. Otro apellido repetido entre aquella hazaña y la del miércoles es Páez: Richard, el entrenador, era el técnico; Ricardo, su hijo, era el conductor del equipo.
La imagen del final, con los venezolanos tocando en el terreno de juego y los hinchas uruguayos gritando olé desde las tribunas, llevó de inmediato a un paralelismo con una situación vivida por la Argentina: cuando Colombia bailó a la Selección de Alfio Basile en el Monumental. Es más que probable que Venezuela no llegue en el corto plazo a lo que lograron Valderrama, Rincón y compañía. Pero por el respeto por la pelota, la actitud de jugar pese a tener adversarios a priori superiores y una técnica cada vez más depurada, llevan a que Venezuela ya figure en el mapa futbolístico de Sudamérica.

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