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Deportes|Domingo, 24 de octubre de 2004

Blatter tiró el achique y Grondona respondió con los tapones de punta

El presidente de la FIFA quiere reducir la cantidad de equipos en las ligas para que haya menos partidos, pero el titular de la AFA contestó que ese proyecto sólo es viable en países poderosos.

Por Gustavo Veiga
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Julio Grondona y Joseph Blatter parecen discutir por algún conflicto.
Uno, Joseph Blatter, jugó al achique. El otro, Julio Grondona, le salió a marcar el territorio con los botines de punta. No es común que los dos dirigentes más influyentes del fútbol mundial establezcan sus diferencias en público. El suizo había propuesto tras una reunión cumbre de la FIFA hace unas semanas: “Seguiremos apostando a encontrar el modo de que ningún torneo nacional tenga más de dieciocho equipos”. ¿Para qué? El vecino ilustre de Avellaneda acaba de responderle en declaraciones formuladas a Página/12: “Lo dice porque nunca fue presidente de un club. Jamás sufrió la presión de la masa societaria”.
El dirigente que conduce la AFA desde hace 25 años y medio, incluso fue más allá. Analizó la iniciativa de Blatter como si se tratara de un conflicto entre trabajadores y patrones. Y se colocó el ropaje de un sindicalista consuetudinario. “Acá, lo que propone él generaría un problema de índole laboral. Habría gente que se quedaría sin trabajo.”
El presidente de la FIFA incursionó en un terreno demasiado resbaladizo y Grondona, quien con paciencia de orfebre mantiene un antiguo y precario equilibrio entre las instituciones del fútbol argentino, pensó que se metían en su propia casa y por la puerta de atrás. Por eso, reforzó más su idea: “Dieciocho equipos pueden ser viables en un torneo estilo Italia o España, por su poder económico, que les permite estar tres meses sin jugar. Pero vaya a quedarse acá tres meses sin fútbol...”
Es muy delicado lo que representa esa amenaza que parece tener pocas posibilidades de prosperar. Si la suma de los dos campeonatos, Apertura y Clausura, arrojara 34 fechas en lugar de las 38 vigentes –como se desprende de la reducción de 20 a 18 equipos sugerida por Blatter– en la Argentina habría, como mínimo, un mes menos de fútbol al año. Los jugadores tendrían más descanso, es cierto, pero los clubes verían agravados sus problemas económicos por la inactividad más prolongada.
“Una cosa es lo que resuelve el comité ejecutivo de la FIFA y otra muy distinta lo que dice Blatter después”, le confió a este diario una fuente de la AFA que no es Grondona, y que atribuyó a la incontinencia verbal del suizo su inclinación a formular ciertos anuncios. Que nada tuvieron de inocentes, a juzgar por el auditorio que lo escuchó: una conferencia de prensa donde se garantizó masiva repercusión.
Se había discutido en Zurich el exceso de actividad futbolística, aunque para Blatter, quizá lo más importante resultó el viaje posterior que efectuó a Alemania. Allí se entrevistó con el ministro del Interior de ese país, Otto Schily, y Franz Beckenbauer, con quienes el suizo firmó un convenio sobre las condiciones en que se desarrollarán distintos actos previos al Mundial 2006. La FIFA no será neutra en esa fiesta que tendrá a Berlín como escenario. Aportará 22 millones de euros.
Por ese motivo, su presidente declaró que en la temporada 2005-2006 “todos los campeonatos deberán finalizar el 14 de mayo”, una fecha que comprimirá al máximo la actividad futbolística de un país como el nuestro. De ahí que Grondona se encrespó por lo que sonó como una imposición: “Una cosa es decir que lo ideal sería que hubiera 18 equipos. Y otra cosa es afirmar: tienen que ser 18 equipos”.
Blatter, en cambio, que reside en Suiza, corazón financiero de Europa y sede de la FIFA, tiene urgencias que no necesariamente comparte el patrono de Sarandí. Es obvio que quiere quedar bien con Alemania, el organizador del próximo Mundial, y tal vez con el G14, el grupo de los catorce clubes más poderosos del Viejo Continente. Allá se dictan las políticas globales del fútbol y, por lo general, los afectados son los más débiles. Grondona sabe de qué se trata. Es un dirigente poderoso de un país lejano.

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