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Deportes|Domingo, 24 de julio de 2005
ENTREVISTA CON EL PSICOLOGO DE LAS SELECCIONES JUVENILES ARGENTINAS

“La psicología es jugar con ventaja deportiva”

El licenciado Marcelo Roffé trabaja en los equipos menores de la AFA desde hace cinco años y tiene una visión muy lúcida de cómo la ciencia puede ayudar a los deportistas para lograr su máximo rendimiento en la alta competencia.

Por Adrián De Benedictis
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El licenciado Marcelo Roffé, psicólogo de las selecciones juveniles de la AFA desde hace cinco años.
Ante la necesidad de encontrar caminos distintos para alcanzar las metas, el deporte también suele estar muy cerca de la psicología. En ese sentido, muchas figuras mundiales que se destacan en su actividad, han reconocido que buscaron la ayuda de un psicólogo para poder desarrollarse mejor en su disciplina. En Argentina, alguien que está ligado directamente a los deportistas es Marcelo Roffé, licenciado en Psicología, recibido en la Universidad de Buenos Aires (1990), y responsable desde el año 2000 del Area de Psicología del Deporte de las Selecciones Argentinas Juveniles de Fútbol (Sub-20 y Sub-17). Además, desde hace dos años preside la Asociación de Psicología del Deporte Argentina (APDA).
Roffé también es autor de cuatro libros y el último fue publicado en mayo pasado: Alto Rendimiento, Psicología y Deporte, compilado junto al profesor de Cuba Francisco García Ucha. Este libro fue el resultado de un congreso realizado en Buenos Aires el año pasado, y donde se compila el trabajo de 20 psicólogos de alto rendimiento de seis países de Iberoamérica. La primera experiencia de Roffé en el fútbol fue en Ferro, hace diez años, cuando su proyecto le interesó al doctor Rotemberg, que trabajaba con el plantel profesional, y a partir de ahí comenzó a relacionarse con los chicos de la cuarta división del club de Caballito, que dirigía Miguel Tojo.
–¿Cuáles son los mayores reclamos de los deportistas?
–Lo que más buscan es controlar la ansiedad precompetitiva, descansar bien la noche previa a la competencia. Para eso los ayudamos con técnicas de relajación, respiración, con música especialmente seleccionada. También buscan tener las metas claras, estar motivados con objetivos a corto, mediano y largo plazo. Michael Jordan decía: “Todo lo que conseguí fue por ponerme metas cortas y realistas, y así fui armando el rompecabezas de mi carrera deportiva”. Y otro gran tema es el control de los miedos y las presiones, que merman el rendimiento del deportista o del equipo.
–¿Qué buscan concretamente?
–Ellos buscan fortalecer la autoconfianza para tomar mejores decisiones, porque alto rendimiento es eso, tomar decisiones rápidas y buenas. Vos no podés tomar decisiones lentas y buenas, ni tampoco malas y rápidas. Y rápidas no es apuradas. Esto es lo difícil en el alto rendimiento, saber elegir qué es lo que te conviene en el momento justo. En cualquier otro trabajo hacés todo bien y te va bien. Acá podés hacer todo bien y perder. También buscan estar concentrados, focalizados, aislarse de las presiones externas como puede ser del público, de los gritos del entrenador, de las cargadas de los adversarios, o de las presiones de los padres. Exterior o interiormente: por ejemplo, quedarse pensando en un error, enganchados e irse del partido. Cada deporte es una especialidad y tiene sus secretos. En los de conjunto se busca integrar bien al grupo y ayudar a transformar el grupo en un equipo. Que el nosotros sea más preponderante que el yo.
–¿Los tenistas son los que más consultas hacen?
–Ultimamente sí. Una vez Gaudio declaró que no les podía ganar ni a la mamá, y a los seis meses, después de haber trabajado con un psicólogo, ganó Roland Garros. Fue muy claro ese ejemplo. Pero no ganó sólo por la preparación psicológica. Primero está el talento. Y en los deportes de equipo, el psicólogo tiene que pasar más inadvertido, no tiene que confundir que el protagonismo verdadero lo deben tener el jugador y el entrenador. Hoy se dice que los 100 mejores jugadores del mundo de tenis son muy parejos técnicamente, pero los que están entre los diez primeros son los que mejor adaptación tienen a situaciones de estrés. A los viajes, a los cambios constantes, a las crisis. En los deportes individuales, esto de jugar con ventaja, que puede ser la preparación psicológica, toma más auge y cada vez se van convenciendo más. Hay dos maneras de jugar con ventaja una vez que se equipara lo técnico, lo táctico y lo físico, y una es legal y ética, que es la preparación psicológica, la que termina torciendo el curso de un resultado. La otra, que lamentablemente muchos escogen por esto de ganar de cualquier modo, es muy reprochable y está reñida con la esencia del deporte: el doping, que es jugar con ventaja extradeportiva. En cambio, la psicología en el deporte es jugar con ventaja deportiva.
–Precisamente Gaudio, con todos los vaivenes emocionales que exhibe, ¿es un caso especial?
–Todos son casos especiales, desde que cada persona es única, insustituible, y cada uno tiene su historia. Cuando se habla en términos de éxito y de fracaso, a veces el periodismo es muy duro. Cómo hacés para saber si alguien fracasó si no conocés las metas que tenía. Vos fracasás en relación a las metas que te pusiste. En natación vos podés tener tres tipos de metas distintas que no son excluyentes entre sí. Podés tener como meta estar en el podio, mejorar tu marca individual en segundos o pulir tu estilo personal de nado. Son todas distintas, entonces si dicen fracasó porque salió tercero en lugar de primero no es real porque tal vez el objetivo era estar en el podio. Ahí está este “otro evaluador”, que hace que a veces el deportista prefiera no leer los diarios o no escuchar nada porque lo daña moralmente.
–¿Qué sucede con el fútbol?
–El fútbol es menos permeable si se quiere. Muchas veces cuando van a algún consultorio lo hacen medio a las escondidas, porque pueden ser etiquetados de locos o enfermos. Y no pasa por ahí, nosotros los ayudamos a mejorar en todas estas variables. No es que tienen que estar mal, sino que pueden estar mejor.
–En esta actualidad donde se busca el éxito permanente, ¿un deportista de elite necesita psicólogo?
–Yo no soy de la idea de que todos lo tienen que tener, como en la clínica todos tienen que hacer terapia. Seguirán saliendo campeones sin psicólogo. Porque lo más importante es el desempeño, y ganar o perder es una consecuencia del desempeño, que a su vez es una consecuencia del entrenamiento. Entonces hay que preguntarse si se hizo todo lo que se podía o todo lo que estaba al alcance. Ahí se pueden dar cuenta de que en lo psicológico no se estaba trabajando y que se está guardando algo. En ese sentido es una elección y muchos no lo eligen porque no conocen los alcances o las virtudes, y hay muchas experiencias buenas que preferimos que pasen inadvertidas. Hubo malas experiencias cuando se hizo marketing con el tema de la psicología en el deporte, revelando el secreto profesional. Aparte, el deportista valora mucho que el psicólogo no aparezca. En mi caso sólo hablo cuando sale un libro porque es mucho esfuerzo publicarlo, y uno como autor quiere que lo lean. En este libro hay trabajos que reflejan deportes individuales y deportes de equipo. Y las tendencias actuales que hay hoy en el mundo.
–¿El reclamo de un deportista amateur es distinto?
–Nosotros partimos de la idea de que el 90 por ciento de los deportistas es normal. Lo que pasa es que el juego devino deporte y el deporte devino negocio. Es como una deconstrucción negativa. Cuando el deporte de alto rendimiento introduce el tema del dinero, ya mitad es salud y mitad es enfermedad. Hay deportistas que son sanos y normales hasta que tienen fama, empiezan a tener dinero, el entorno se transforma. Aparecen los aduladores, los amigos del campeón, las novias del campeón, los dirigentes, los periodistas. Una serie de cosas que antes no estaban. Y cuando el lugar del psicólogo no se ocupa, se ocupa mal porque lo ocupa el entrenador, el preparador físico, el kinesiólogo, o el médico.
–Precisamente, cuando algunos técnicos dicen que también hacen de psicólogos, ¿ustedes cómo lo toman?
–Supongo que al médico no le gustará que yo diga que soy médico, o al preparador físico que el entrenador diga que es preparador físico, sin haber estudiado para eso. Yo digo que el entrenador tiene que usar la psicología y tiene que ser medio psicólogo, pero si dice que es psicólogo no estamos de acuerdo. Nosotros estudiamos seis años en la facultad y después nos especializamos. Pero sí, el entrenador tiene que manejar estrategias psicológicas, tenga psicólogo o no. Se pueden dejar asesorar como muchos entrenadores como Russo o Gallego, que han declarado que van al psicólogo a modo personal para que los ayude a controlar las presiones y ser mejores frente a los jugadores. En eso hay un pequeño avance. Ellos necesitan trabajar su psiquis.
–¿Pero por qué el fútbol es más reticente a la aplicación de la psicología?
–Desde que se incorporó el rol a las selecciones juveniles en el año 2000, en estos cinco años diez colegas comenzaron a trabajar en distintos equipos de fútbol juvenil, ya que la Selección se vuelve un modelo referente. En Primera División no hay experiencias visibles, todavía falta.
–Con los chicos del seleccionado, ¿qué temas se tratan?
–El psicólogo es un complemento del entrenador, un auxiliar. En la Selección no alcanza con jugar bien nada más, también hay que tener valores éticos, humanos, educativos. Entonces está creado el Departamento Psicosocial, con una trabajadora social, que me antecede, la licenciada Bracco. Se trata de darle importancia al tema del estudio, indagamos en el aspecto familiar, hacemos un perfil de virtudes y defectos para ayudarlos a mejorar y a mantener lo bueno que tienen. La personalidad es muy importante, porque está quien necesita más de un psicólogo y quien necesita menos. Trabajamos mucho los miedos y las presiones de vestir la camiseta de la Selección, ya que representar al país no es para cualquiera. En definitiva, se cree más o se cree menos en un psicólogo. Todo en el marco de un trabajo interdisciplinario. El profesor Eduardo Urtasun reconoció que al principio le costó aceptar este nuevo rol. Y hablamos de buenos profesionales, pero sobre todo de buena gente. Yo aprendo cada día de ellos. Funcionamos como una escudería de Fórmula 1. Hay muchos trabajadores invisibles detrás de un logro.
–¿La frustración por no conseguir algo es mayor en los chicos?
–Sí, porque están conformando la personalidad. En Ferro, cuando trabajábamos, de 100 que arrancaban en novena, uno o dos llegaban a Primera. Ahí sí es mejor que estén estudiando para continuar con su vida. En la Selección, de 150 o 180 que integran la preselección para que después 20 vayan al Mundial, ya es distinto. De esos 180, un gran porcentaje va a llegar a Primera. En ese caso la frustración puede ser haber quedado afuera de la Selección, que es muy duro, pero tienen el colchón del club. La desafectación es un momento muy triste. Hay que explicarles que deben tener reacción ante la adversidad, saltar obstáculos, concebir que la vida no es una carrera corta sino un maratón de 42 kilómetros con vallas. Si vos tenés metas claras y perseverancia vas a llegar a donde querés. Si sorteás esas vallas crecés y te fortalecés. A los 15 o 18 años hay muchos que las defensas no las tienen tan estructuradas.
–A largo plazo, ¿ustedes buscan que el deportista rinda más o se sienta mejor de la cabeza?
–Primero que se sienta bien con él mismo, suelto. Con eso, tarde o temprano, va a rendir mejor. No son máquinas.
–El ejemplo de joven deportista exitoso parece ser el del español Rafael Nadal. ¿A los 19 años se puede soportar tanta exigencia triunfalista?
–Lo que está claro es que cada vez son campeones más jóvenes y cada vez se retiran más temprano. Hay apuro por llegar y, en el fútbol, apuro por emigrar. Hace poco los periodistas especializados decían que entre Federer y el segundo había un abismo, y en Roland Garros ganó Nadal. Es difícil hacer futurología en el deporte, predecir. Lo que sí se puede es achicar los márgenes de error, y la psicología en el deporte trata de achicarlos. El mejor ejemplo es Tiger Woods, que siendo número uno no se cree el mejor, sino que trabaja para ser el mejor. Ganó todo y quiere seguir mejorando. Eso pasa muchas veces, que el dinero fagocita la motivación interna. O sea, lo exterior fagocita lo interior.

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