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Deportes|Lunes, 8 de julio de 2002

El sueño del Mundial propio

La desolación post-Mundial –entre el síndrome de abstinencia y el amargado resentimiento– puede adquirir las más insólitas formas. Los que no se resignan a la penosa realidad del que acabó, siempre tienen el recurso de inventarse uno nuevo hecho de partidos viejos, antología selecta de una historia más rica que el presente. Claro que, en tren de imaginar, no hay que dejar nada librado al azar...

Por Juan José Panno
La verdad, no me pude bancar que se acabara el Mundial y mucho menos del modo espantoso en que acabó. Por eso, el mismo día que terminó me empecé otro. Me había acostumbrado de tal manera a los horarios japoneses, que no me quedó más remedio que organizarme un Mundial propio, me lo armé yo solito... Dígame, ¿qué otra cosa podía hacer un jubilado medio locatelli como yo? Perdóneme que lo demore, pero en un par de minutos le cuento mi Mundial.
Vayamos por partes. Le cuento que en el primer partido nos tocó Hungría. Eso de que “nos tocó”... Bueno, es una manera de decir porque un poquito de manipulación hubo, debo reconocer, pero convengamos en que no se podía andar haciendo pavadas y elegir cualquier video de la videoteca justo en el primer partido: mirá si te toca el de Camerún del ‘90, Dios me liberti y guardiola... Porque una cosa es el azar y otra cosa es ser un gilberto, ¿no? Así que, primer partido: Hungría. El partido del ‘82. Pero ojo que no cualquier Hungría, ¿eh? Estamos hablando de la Hungría de Meszaros, Balint, Nyilasi, Fazekas... Si, ya sé, tampoco era la Hungría de Puskas, Czibor y Kocsis, pero los tipos –haga un poco de memoria– venían de hacerle diego a El Salvador: diez a uno le habían ganado.
A las tres y media de la mañana del lunes 1º de julio me preparé el matienzo, me acomodé en el sillón de terciopelo bordó (porque las cabaleiras hay que respetarlas, aun en estos casos de resultado cantado) y empecé a ver. Obligación, lo que se dice obligación de ver todo el partido, uno no tiene; en cualquier momento vale hacer avance rápido y listo, pero aunque usted no me lo vaya a creer, lo vi completito y eso que ya sabía del 4 a 1 final. Gol de Bertoni, gol de Maradona enseguida, gol de Maradona en el arranque del segundo tiempo y gol de Ardiles, fíjese bien, Ardiles, un ratito más tarde. Ya estaban cuatro a cero cuando los húngaros se dieron cuenta de qué color era la camiseta de Fillol. Usted me dirá que exagero. Puede ser, pero la verdad es que los tipos no podían pasar la mitad de la cancha. Una milonga de esas que te llenan la panzeri, hermano, fue como Holanda 4 - Argentina 0, pero al revés.
Y ahora que lo nombro: ¿qué se habrá hecho de ese partido? Porque en la videoteca sé que no está, por ahí lo perdió mi nieto que siempre anda revolviendo o la patrona cuando limpia, vaya uno a saber. Más de un video se perdió acá en la videoteca: del ‘74 me falta ése y también el de Brasil, que perdimos 2 a 1; y el de Polonia, el primer partido nuestro en el campeonato. Después, los demás están todos o –mejor dicho– casi todos. Del ‘78 me está faltando el que perdimos 1 a 0 con Italia, que es el único que perdimos. Por otra parte, a ver, déjeme pensar... Del ‘90 me falta el primer partido, contra Camerún, y el último, contra Alemania. Y ya viniendo más acá en el tiempo los huecos que tengo son los partidos contra Inglaterra de este último Mundial y el de Holanda en el ‘98.
Le dije un día a la patrona: “Estamos perdidos, porque se pierden justo todos los partidos perdidos”. Usted se habrá dado cuenta a esta altura, y perdone que lo demore, de que yo soy medio loco de los juegos de palabras. Medio loco de los juegos de palabras, medio loco de los videos y medio loco por el fútbol. ¿Sabe cómo me tendrían que decir a mí? Loco y medio me tendrían que decir, pero me dicen loco a secas. A veces también me dicen Tarzán, porque me llamo Tarsani... Pero no me quiero ir por las ramas.
Bueno, le sigo contando. El 4 de julio fue el día del segundo partido. A las siete y media de la mañana se jugó, porque si se quieren hacer las cosas bien –y le garanto que ése es mi propósito– no se puede andar repitiendo horarios. Yo ya estaba levantado desde las 5, imagínese la ansiedad por saber con quién nos tocaba jugar, porque hasta última hora no se sabía el rival, hasta el momento de sacar un partido de la videoteca, con los ojos cerrados, la incertidumbre es total.
Yo, de puro ansioso, me armé una estadística para ir conociendo las posibilidades matemáticas. Usted me va a decir ahora que en el fútbol no hay lógica, que muchas veces la historia no cuenta, y yo le voy a tenerque dar la razón, pero con las estadísticas, deberá aceptarme, la cosa se palpita de otra manera.
Bueno, no lo demoro más y, le cuento: desde el ‘66 hasta hoy, con lo que yo tengo, o debería tener en la videoteca, Argentina jugó 48 partidos de los cuales ganó 22, empató 12 y perdió 14. Esto quiere decir que en el momento de cerrar yo los ojos y manotear un video en la videoteca tendría un 45 por ciento de posibilidades de sacar un triunfo, un 25 por ciento de posibilidades de sacar un empate y un 30 por ciento de posibilidades de sacar una derrota. Si descuento los videos perdidos por causas desconocidas, ya hay que hacer un cambiasso en los números. Los videos perdidos son, a ver, mmdosdemmlandammmeeelemanieeeecincomerúnocho. Ochoa, son los que faltan y eso, figúrese, nos va aumentando las chances. Le digo más: también hay que considerar como triunfos los empates contra Italia y Yugoslavia del ‘90, y el de Inglaterra en el ‘98, porque se ganó en la definición por penales. Haga números: 24 ganados, porque son 25, pero hay que descontar el de Hungría que ya se jugó, 9 empatados y 6 perdidos... 61 por ciento de posibilidades de sacar un triunfo, 14 por ciento de posibilidades de embocar una derrota.
Muy bien. Acá viene lo increíble, la cosa esa que yo le digo de que estamos meados por los perrones... Porque, ¿sabe qué partido saqué? ¿Sabe que partido saquéééééé? El de Inglaterra en el ‘66. ¡Me quería morir!
Perdimos con esos piratas, y otra vez en riesgo la clasificación. Y no sólo eso: tres minutos estuve frente al televisor, tres minutos que es todo lo que dura el condensado ése que tengo: el gol del inglés Hurst anticipando a Roma que se fue a cazar mariposas al Hyde Park, el gol que se perdió el Mono Más pateando cruzado, la expulsión de Rattín, las discusiones, la banderita, la alfombra, alguna cosa de Ermindo Onega y cuando te querías acordar, ¡zas! Se acabó todo. Ahora hay que ganar el próximo partido, que es mañana a las cuatro, que es una buena hora porque coincide con el antibiótico que estoy tomando.
No sé por qué, pero tengo el presentimiento de que nos va a tocar Jamaica del ‘98 o Haití del ‘74 o Perú del ‘78 o Corea del Sur del ‘86, un partido de esos porque la clasificación, de alguna manera, hay que asegurarla. Está bien lo del fair play, entiendo eso de que no tiene graciani hacerle trampas al solitario, pero tampoco se puede arriesgar a que te toque un Bélgica del ‘82, un Rumania del ‘94, o un Italia del ‘78 y te quedes afuera en la primera ronda como nos pasó precisamente en Japón. Le digo más: esos partidos los voy a sacar. Por ahora, por unos días, los voy a piantar de la videoteca, por una cuestión de cábala, si se quiere. Voy a sacar esos tres y también voy a guardar aparte los dos de la segunda fase del ‘82, con Italia y Brasil, y si también saco el de Bulgaria, ya se obtienen ciertas garantías. Igual se podrían dejar porque, como le digo, tengo la casi certeza de que en el momento de manotear voy derechito a Jamaica, aunque tenga los dos ojos cerrados. Mire lo que le digo: con un ojo cerrado le agarro Jamaica y con los dos ojos cerrados, también.
Lo que sí, estaba pensando en una variante: lo voy a agarrar ahora mismo y se lo voy a decir a mi sobrino, que trabaja en Torneos y Competencias, que se lleve el video y le haga cambios. Como una especie de sorpresa y media para mí solo. Póngale que le inserte en el medio un gol de Houseman en el ‘74 o el segundo de Maradona a Bélgica en el ‘86, que fue una pinturita. Ya está, voy a sacrificar un poco de la emoción que da la incertidumbre y la voy a cambiar por esta otra incógnita. Por ahí resulta que en vez de cinco a cero terminamos ganando once a cero a Jamaica y batimos records históricos. Está muy bien eso, ¿no le parece? Pero a mi sobrino le explico un poco y le digo que haga una edición bien hechita. El va a saber entender, no va a ser tan idiota de mezclar los referís de este Mundial y anularme todos los goles de Argentina, pero por las dudas lo voy a prevenir, no está de maschio la advertencia.
Lindo, lo que se dice lindo se va a poner después, cuando lleguen las próximas etapas, porque estoy segurola de que a la final vamos a llegar.El martes 30 de julio, a las 8 de la mañana, se juega la final. No lo invito por una cuestión de cábala, ¿sabe? Porque como ya estuve solo en el primer partido, no quiero poner nada en riesgo. Me gustaría que en una de esas en los octavos nos toque Holanda del ‘78, en los cuartos Brasil del ‘90, en la semifinal Alemania del ‘86 y en la final Inglaterra, con mano de Dios y golazo del Diego incluidos. Le digo más: le voy a ir diciendo a mi sobrino que lo termine ahí mismo, con el segundo gol de Maradona, que en la carrera del festejo levante la copani y se la muestre al mundo. ¿Cómo la ve?

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