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Deportes|Viernes, 3 de noviembre de 2006
EL NEGOCIO SE ESTA COMIENDO AL JUEGO Y AFLORA LA MISERIA

El año patético del fútbol argentino

Como en la Libertadores, no hay equipos argentinos en las semifinales de la Copa Sudamericana y el Apertura es discreto.

Por Daniel Guiñazú
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El Toluca sacó a San Lorenzo de la Copa Sudamericana. Los mexicanos crecen.

La eliminación de Lanús y San Lorenzo a la altura de los cuartos de final de la Copa Sudamericana cierra un 2006 decepcionante para el fútbol argentino a nivel internacional. En ninguna de las tres competencias en las que participó (Mundial de Alemania, Copa Libertadores y Copa Sudamericana) pudo pasar a las semifinales. Y en los amistosos posteriores a la Copa del Mundo, la Selección de Basile recogió dos sonoras derrotas que anticiparon el fin de la temporada. Sólo una excepción reconoce este panorama desalentador: la Recopa Sudamericana que Boca le ganó a San Pablo. Después, la oscuridad y nada más. ¿Dónde habrán quedado las huellas del aquel glorioso fútbol argentino que supo ganar dos títulos mundiales de mayores, cinco de juveniles, veinte Copas Libertadores, nueve Intercontinentales, seis Supercopas, tres Copas Conmebol y tres Sudamericanas?

Por haber estado integrada hasta ahora por jugadores que se desempeñan en equipos del exterior, la Selección Argentina queda fuera de este análisis, aunque podría entrar a considerarse por qué, luego de haber jugado tres finales del Mundo entre 1978 y 1990, desde entonces no se pudo ir más allá de cuartos de final y no se gana una Copa América desde 1993: casualmente, el último año en que no hubo semifinalistas argentinos en torneos continentales. Pero lo que llama la atención (y preocupa) es la merma en el rendimiento otrora ganador de los equipos. No se pierden las finales. Directamente, no se llega. Todo termina mucho antes y muy lejos, demasiado para lo que estábamos acostumbrados.

Quizás, el problema radique en que cada uno de los sectores con voz y voto en el fútbol atiende su juego, mientras que el juego del fútbol les interesa cada vez menos a todos. Y así nos va. Ocupados como están los dirigentes en mantener sus clubes a flote, en hacer nuevos negocios, en cumplir los contratos con la televisión y en negociar una coexistencia pacífica con las barras bravas, obsesionados los futbolistas con que una venta a Europa o a cualquier parte les salve la vida a ellos y a sus familias, comprometidos los técnicos con cualquier táctica que les permita aguantar una semana más en sus cargos, aunque el espectáculo que entregan sea cada vez peor, dedicados los empresarios a desmantelar los equipos cada seis meses y ahora, a ganar mercados quedándose con los chicos antes que sean jugadores, volcado un grueso sector del periodismo al frenesí del espectáculo y del impacto fácil, el fútbol como juego está arrinconado, olvidado, empobrecido, saqueado, bastardeado, esperando que alguien se acuerde de él y lo saque de la costumbre de las derrotas.

El día a día excitado de la semana, el gana-pierde furioso de cada domingo, el negocio al fin y al cabo están ahogando al fútbol argentino, alguna vez orgulloso y ganador y ahora, perdedor sin remedio. No es esto lo más grave. Lo peor es que a casi nadie le importa, inmersos todos como están en una desesperada lucha por sobrevivir.

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