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Deportes|Jueves, 21 de junio de 2007
RIQUELME FUE EL JUGADOR MAS DESEQUILIBRANTE DE TODO EL TORNEO

El que lo tenía era el campeón

Por Juan José Panno
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Riquelme festeja el segundo gol, Saja queda derrotado en el piso.

Si hubiera tenido en el equipo a Juan Román Riquelme, el Cúcuta, Libertad, Santos, Vélez o cualquiera de los equipos que atravesaron la primera fase, seguramente podía haberse consagrado campeón de América. Pero la Copa se la llevó Boca, el club donde juega Riquelme y aquí no se habla de hipótesis sino de hechos confirmados de la influencia decisiva de un jugador en el logro de un equipo. Como Maradona en el Mundial del ’86, salvando cualquier distancia. La importancia de Riquelme en el logro de Boca salta a la vista; también se puede medir desde la frialdad de los números:

- En la primera fase del campeonato no estuvo en la cancha en los tres partidos que el equipo jugó como visitante: Bolívar (empate 0-0), Toluca (derrota 2-0) y Cienciano (derrota 3 a 0). Un solo punto sobre 9 logró el equipo. El lugar común lo define con acierto: brillar con ausencia.

- Riquelme hizo ocho goles en el torneo (fue el goleador del campeón), casi todos decisivos: contra Vélez (uno en la ida y otro en la vuelta); contra Libertad, contra el Cúcuta y contra el Gremio acá y allá. Goles que abrieron partidos cerrados o que confirmaron victorias vitales.

- En los 27 goles que convirtió Boca, tuvo participación directa, marcando, asistiendo o iniciando jugadas en 22.

Con independencia de los contundentes datos, la influencia psicológica de la sola presencia del crack para sus compañeros es notable. Palermo, Neri Cardozo, Palacio, Ledesma, saben que tienen que tener paciencia cuando el equipo hace circular la pelota en las inmediaciones del área contraria, porque en cualquier momento puede aparecer un pase de magia que los deja cara a cara con el arquero. Sin Riquelme en la cancha, Banega, Ledesma y Cardozo tienen a su turno la responsabilidad de la creación, conscientes de que van a generar mucho menos juego que cuando la manija gira sobre los pies del “diez”. Sin la carga sobre sus espaldas, cualquiera de ellos se puede convertir en un socio ideal.

A los rivales también les pesa anímicamente saber que enfrente está Riquelme en un nivel superlativo. Los defensores salen achicados mientras los técnicos preparan esquemas variados, le ponen una sombra, le hacen doble marca, lo rodean en zona, pero sin perder de vista que ninguna de esas alternativas es garantía de éxito porque en el momento más inesperado el talento hace surgir una jugada que rompe planes y destroza pizarrones.

La obtención de la Copa es la culminación de este paso tan breve como brillante de Riquelme. Volvió del exilio maduro, enchufado, con muchas ganas, convencido de su enorme capacidad para hacerse cargo del equipo y para tomar las mejores resoluciones en los instantes decisivos. No le costó mucho entrar en escena y desde que marcó el primer gol contra el Toluca ingresó en una impresionante curva ascendente, sin bajar nunca de los 8 puntos en la unánime calificación de los medios.

Un jugador no gana campeonatos; que todos hacen su aporte y que los méritos por lo general se reparten. Lo que no sabe es qué podía haber pasado si Boca no hubiera tenido a Riquelme. No se sabe, pero se sospecha.

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