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Deportes|Domingo, 18 de agosto de 2002
A POCO MAS DE DIEZ DIAS DEL DEBUT EN EL MUNDIAL DE INDIANAPOLIS, EL PODIO NO PARECE LEJANO

El básquet argentino viaja con permiso para soñar

La selección argentina de básquetbol llega al Mundial de Indianápolis en su mejor momento: la experimentada juventud de una generación en su apogeo. La jerarquía individual del plantel y su evolución como conjunto permite ilusionarse. Se habla de quedar entre la media docena de mejores, pero sólo el Dream Team y Yugoslavia son inaccesibles: ¿semifinalistas?

Por Ariel Greco
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El plantel de la selección nacional en pleno. El entrenador Rubén Magnano ha sabido transmitir al grupo personalidad y convicciones.
Como pocas veces antes, la selección argentina de básquet afronta la previa de un campeonato mundial con una expectativa inusitada. Las posibilidades de cumplir una actuación histórica, con la ilusión de acceder a un lugar en el podio, están muy bien sustentadas, ya que varios factores se conjugan para mirar el certamen con optimismo. Un plantel con jerarquía individual en todas las posiciones, que llega al Mundial en su mejor momento; un grupo que se conoce desde etapas juveniles, que fue evolucionando en conjunto y que se lleva muy bien tanto dentro como fuera de la cancha; un entrenador que supo inculcarle su filosofía a los jugadores, que además no dudaron en adoptarla. Razones más que suficientes para aguardar el inicio del Mundial con mucha esperanza. A ello le suma una confianza muy elevada a partir de la seguidilla de resultados favorables que obtuvo en los últimos dos años.
Cada vez que se lo consulta, el entrenador Rubén Magnano repite que el objetivo es meterse entre los seis mejores del mundo, con la opción de encontrar un cruce favorable y poder subir algún peldaño. “Estamos ante una posibilidad histórica, pero no puedo prometer nada. Mejorar nivel mundial no es sencillo, por lo que estar entre el quinto y el séptimo lugar también sería un avance”, indicó Magnano. Pero internamente, más allá de la cautela, toda la delegación sabe que las chances de llegar a las semifinales son concretas. Así lo asume el base Juan Ignacio Sánchez. “Las expectativas son muchas, pero queremos ir tranquilos, sabiendo que los partidos no serán fáciles desde el comienzo. Argentina está en un lote de seis equipos que pueden alcanzar las semifinales, pero también hay que ser realistas, porque tal vez se deba pelear un escalón más abajo”, comentó el ex jugador de Philadelphia 76ers.
De acuerdo al análisis de los rivales, sólo el Dream Team y Yugoslavia estarían fuera del alcance de Argentina. Ante el resto de los equipos europeos –Rusia, Alemania, Turquía y España–, las chances de triunfos están parejas, por lo que una buena tarde puede ser la diferencia entre cumplir una actuación histórica o una tarea decepcionante. Las otras dos selecciones que podrían complicar son Canadá o Brasil, aunque en los últimos enfrentamientos, Argentina demostró que está en un nivel superior. De ahí que la especulación de los jugadores y el técnico es que con un rendimiento esperado y un poco de suerte –evitar a Yugoslavia en cuartos–, llegar a las semifinales no es una utopía. “Esperamos hacer un buen papel y si podemos subir al podio, es decir: obtener una medalla, será bienvenida”, aseguró el pivot Rubén Wolkowyski para reafirmar la confianza del equipo.
A pesar de ser un grupo joven, el plantel elegido por Magnano cuenta con una gran experiencia a nivel internacional. Con la base del equipo que finalizó cuarto en el Mundial Sub 21 de Australia 1997 –Emanuel Ginóbili, Fabricio Oberto, Juan Ignacio Sánchez, Leandro Palladino, Leandro Gutiérrez, Gabriel Fernández y Lucas Victoriano–, más el aporte de los experimentados Alejandro Montecchia, Rubén Wolkowyski y el capitán Hugo Sconochini y las ganas de los más pibes como Luis Scola y Andrés Nocioni, el entrenador Magnano cuenta con múltiples variantes para pelear por los primeros lugares.
A nivel individual, la figura de Ginóbili sobresale sobre el resto. El escolta de San Antonio Spurs demostró que tiene capacidad suficiente para asumir su rol de goleador y su aporte en defensa es fundamental para lo que pretende Magnano. El ex jugador de la Kinder Bologna desequilibró a casi todos sus marcadores en Europa y tiene todo para convertirse en una de las figuras del torneo. Pero más allá del protagonismo que tendrá Ginóbili, también está claro que el bahiense no será la única vía de gol del equipo, que puede anotar a través del juego interno de Oberto y Scola o con los tiros de larga distancia de Palladino, Nocioni o Montecchia. Es verdad que Argentina no cuenta con un gigante de más de 2,10 como el resto de sus rivales, pero igualmente bajo los tableros no dará las ventajas de otras épocas.
Uno de los aspectos más positivos con los que cuenta el técnico es la posibilidad de rotar a sus jugadores sin que se resienta la estructura del equipo. A lo largo de los últimos dos años, los jugadores argentinos exhibieron su jerarquía en los diferentes torneos de Europa, por lo que cualquiera está capacitado para cumplir una función específica. “La mayoría de nosotros jugamos en ligas europeas y eso te da muy buena experiencia. Formamos un gran equipo”, señaló Wolkowyski. A nivel internacional, el recambio de nombres es una condición indispensable para poder jugar los 40 minutos con la misma intensidad, mucho más a partir del escaso tiempo de descanso que hay entre juego y juego.
En cuanto al sistema de juego, en el Super 4 quedó muy claro que el equipo de Magnano se siente muy cómodo cuando puede aprovechar el contragolpe. Gracias a una defensa a presión que recupera mucho balones y que permite correr para lograr puntos sencillos, Argentina demolió a Venezuela y a Uruguay y le sacó claras ventajas a Brasil. En esa faceta se puede convertir en un adversario temible. Sin embargo, muy diferente fue la situación cuando debió atacar con la defensa rival bien parada. Allí surgieron los inconvenientes, que le permitieron a Brasil remontar un partido que parecía definido. A ello se le agregó una llamativa falta de madurez al llegar a un final cerrado, ya que ante Brasil se cometieron errores que dejaron bastante preocupado al entrenador. “Tenemos que acostumbrarnos a los partidos cerrados porque en el Mundial todos los juegos se definirán sobre el final, pero no podemos perdonarle la vida al rival de esta forma. Hay que aprovechar los momentos favorables para sacar ventajas y luego para manejar con tranquilidad el cierre. Ante Brasil cada uno intentó salvar al equipo de manera individual, algo que no es lo que pretendo”, analizó el técnico.
Así está en marcha un sueño. Para el ambiente, la mejor generación de los últimos cincuenta años tiene su gran posibilidad en el Mundial. Fabricio Oberto lo sintetizó perfecto: “Tenemos que demostrar que lo que dicen de nosotros es cierto”.

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