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Deportes|Domingo, 2 de diciembre de 2007
EL CONJUNTO DE CABRERO VA A LA BOMBONERA A BUSCAR EL PUNTO QUE LE FALTA PARA ADJUDICARSE EL APERTURA

Para coronar algo más que un equipo campeón

Lanús, una entidad que supera lo que significa un club de fútbol, puede ponerle el broche de oro a su proyecto institucional con el primer título profesional de su historia. El éxito de una gestión que mantuvo una línea durante muchos años.

Por Gustavo Veiga
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El pueblo de Lanús quiere el título. Menos de tres mil podrán estar en la Bombonera.

Lanús quiere decir muchas cosas. Un club fundado en 1915 que está a un solo punto de salir campeón por primera vez. Un apellido de linaje que deriva de Lanusse y que, en francés, significa de las landas, lanudo o del cordero. Un partido del Gran Buenos Aires donde nació Diego Maradona, el argentino más famoso del planeta. Una ciudad de 463.254 habitantes, según estadísticas de junio de 2007. Una palabra mágica de cinco letras que completó el título de una obra de teatro (Made in Lanús) en que se basó una película célebre estrenada en 1987 (Made in Argentina). Y un sentimiento pincelado de color granate que colocó al equipo de Ramón Cabrero en las tapas de todos los diarios.

Lanús es todo eso y lo que siempre se destacó de una institución que, entre un puñado, concibe al deporte como un derecho de muchos y no un privilegio de pocos. Es, en definitiva, un club que, si sale campeón, merece el título por su fútbol, pero también por mantener una línea, por haber apostado al semillero y señalarles el camino a los que derrochan dinero o malvenden a sus jugadores.

La vigilia

Había que ver, durante dos noches consecutivas y con una ilusión precaria para obtener una entrada, cómo se amucharon los socios en Guidi y Arias, a las puertas de la cancha. Lamentablemente para ellos, apenas salieron a la venta 1300. Las 1460 restantes (Boca le cedió al club la amarreta cantidad de 2760 populares para vender) ya se habían repartido entre la Subcomisión del Hincha, la Peña Guido Scasso, los dirigentes, el personal del club y el plantel profesional más el cuerpo técnico, que recibieron unas 400. Esto provocó la bronca de hinchas, vecinos y hasta conocidos de los directivos, que insinuaron marchar hasta la sede social.

De nada sirvieron las gestiones que realizó el presidente Alejandro Marón ante su colega Pedro Pompilio para que tuviera un acto de desprendimiento. Según Nicolás Russo, vicepresidente 1 de Lanús, “les pedimos que nos dieran las dos bandejas y plateas, pero dijeron que había expectativa por la presentación de Riquelme. Después ofrecieron sacarle las butacas a la popular de arriba y ascender la capacidad a 5300 lugares, pero Javier Castrilli les respondió que no. A Boca, siempre le entregamos la cantidad que nos pidió: 12 mil, 15 mil... Ah... cuando juguemos en el próximo torneo y aunque vayamos últimos, les vamos a dar 2 mil”.

Un comunicado oficial acompañó estas palabras: “Lanús entiende en esta instancia que, por más que las decisiones referidas tengan aval reglamentario, eso no obsta a que las mismas puedan calificarse como absurdas, irritantes, provocativas e intrínsecamente injustas”.

Quienes no puedan ir a la Bombonera deberán conformarse con una pantalla gigante instalada en el estadio Néstor Díaz Pérez –hermano de Darío, el intendente electo que destronó a Manuel Quindimil del gobierno municipal– que les permitirá seguir al equipo en el partido más importante de su historia. Tendrán que pagar 5 pesos los socios y 10 los invitados para recuperar los 20 mil pesos que cuesta alquilar la pantalla.

El club, su historia

Lanús tiene un presupuesto anual para el fútbol profesional de 9 millones de pesos. Esa misma cantidad, pero en euros, Boca le pagará a Riquelme por su contrato hasta 2010. En este caso, las comparaciones no son odiosas, pero sí delatan de qué se nutren las viejas diferencias entre equipos grandes y equipos chicos. No pesan únicamente la mayor convocatoria o las vitrinas atestadas de copas. Tampoco el hecho de hacerle sentir al más débil cuánto poder es capaz de emplear el más fuerte. Los dineros que manejan unos y otros le permiten a Boca prescindir del valor de 14.000 pesos o el equivalente a 10.000 populares vendidas si se las hubiera cedido a su rival de hoy.

Las diferencias se esfuman en otros rubros, donde la política deportiva tiene su razón de ser. Con menor presupuesto que Boca y River, el club se ubicó tercero en la tabla general de las divisiones inferiores de toda la temporada, detrás de los dos más grandes. La explicación para las buenas campañas recientes –el título posible no salió de un repollo– está en ese semillero, del que surgieron Diego Valeri, la revelación del campeonato; Agustín Pelletieri, convocado en su momento a la selección nacional; Hoyos; Sebastián Blanco; Fritzler; Lautaro Acosta; Marcos Aguirre; Salomón; Biglieri; Diego Lagos y tantos pibes que se suman al plantel profesional un año tras otro.

El español Ramón Cabrero es la síntesis de todo eso. Saltó desde las divisiones menores a la Primera en noviembre de 2005 y ahí sigue, con una proyección de contrato por delante que lo ubicaría en la senda de Alex Ferguson, el técnico vitalicio del Manchester United. Además, Lanús vende bien a los futbolistas que saca de su cantera: Sebastián Leto, Rodrigo Archubi, Cristian Fabbiani y Mauricio Romero, por mencionar a los últimos. Y el complemento ideal para esas operaciones es que suele comprar mejor. Los goles de José Sand, desahuciado en River, lo corroboran. Ahora el pase del correntino vale bastante más que el 1.300.000 dólares que costó. Y pensar que Néstor “Pipo” Rossi, jugando para el equipo de Núñez, lo fracturó al “nueve” de Lanús, Benito Cejas, en 1956. Fue durante aquel torneo que los dos pelearon hasta el final, pero que ganó River por apenas dos puntos. Con Sand, 51 años después, aquella deuda parece saldarse.

Los duendes de Guidi, Daponte y Nazionale, la línea media de los Globetrotters, subcampeones de 1956; los de Acosta y Silva, registrados como los albañiles por la historiografía futbolera; los de Héctor Enrique –campeón mundial del ’86– y sus hermanos, Ramón y Carlos; los del Chupa López, Ariel Ibagaza y Hugo Morales, merodean en este momento por el quinto partido más poblado del conurbano. Desde Villa Fiorito a Monte Chingolo y desde Gerli a Remedios de Escalada, los 92 años de Lanús harán fuerza por un equipo que irá a La Boca a jugar el partido más importante de su historia.

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