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Deportes|Sábado, 26 de enero de 2008
BORRO A FEDERER EN SETS CORRIDOS

Djokovic también sabe dar sorpresas

El serbio dejó afuera al suizo y ahora sueña con ganar su primer Grand Slam.

Por Sebastian Fest
desde Melbourne
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Djokovic festeja su pasaje a la final ante Tsonga.

El serbio Novak Djokovic logró ayer el triunfo más importante de su vida, una victoria ante el suizo Roger Federer que le permite luchar por su primer título de Grand Slam. “Es un sentimiento indescriptible vencer en sets corridos al mejor del mundo, al que es quizás el mejor jugador que haya dado este deporte”, dijo Djokovic tras su 7-5, 6-3 y 7-6 (7-5) sobre Federer, que venía de jugar las últimas diez finales de Grand Slam. Djokovic, de 20 años y número tres del mundo, se medirá mañana con la revelación del torneo, el francés Jo-Wilfried Tsonga, en la que aparece como una inmejorable oportunidad de ganar su primer Grand Slam, ya que no pudo hacerlo en 2007 cuando cayó en la final del US Open frente a Federer.

Fue una semifinal extraña, porque Djokovic jugó en gran nivel, pero Federer fue por momentos una sombra de sí mismo. Lento de reacción, enojado por momentos, llamativamente desacertado: el suizo difícilmente olvide alguna vez el partido que hizo trizas su sueño de conquistar el Golden Slam, los cuatro grandes más el oro olímpico.

Hacía mucho tiempo que no se veía a Federer jugar tan mal en un partido de tanta importancia. Ya en el primer set el número uno dejó claro que el de ayer no era su día. Había quebrado a Djokovic para 4-3 y tuvo una gran oportunidad sirviendo 5-4, pero cometió un par de errores clave y Djokovic igualó en cinco. Un rato más tarde un revés largo de Federer le hizo perder su segundo servicio consecutivo y el set por 7-5.

En vez de reaccionar, Federer se hundió en una rabieta que le duró casi todo el segundo set. Cuando quiso darse cuenta, Djokovic estaba 5-1. En el medio se había tenido que tragar el orgullo: quiso “sobrar” al serbio con un toque de volea de revés, pero Djokovic –muy veloz– llegó a la pelota y conectó un revés paralelo por fuera de la cancha, rozando el poste que sostiene la red. Federer se las arregló para reducir distancias a 5-3, pero un ace a 202 kilómetros por hora le dio el set por 6-3 al serbio.

Djokovic se fue al baño, Federer meditaba en su silla y los espectadores en el Rod Laver Arena murmuraban excitados. ¿Sería capaz Federer de torcer el camino hacia la derrota? Viéndolo jugar, parecía difícil.

Federer no pudo aprovechar un 0-40 sobre el saque de Djokovic en el segundo juego, y debió luchar para levantar cuatro break points en el game siguiente. Los gritos secos del suizo se perdían de tanto en tanto en la noche australiana. “¡Vamos!”, se gritaba a sí mismo.

Pero Federer no era Federer. Llegó a ir trotando, apurado, impaciente, a devolver el servicio de Djokovic en el sexto juego. No suele ser así: parte de la imagen del número uno se construyó sobre su aura de tranquilidad y relajada suficiencia. Nada de eso se vio ayer, porque Federer notaba que era incapaz de controlar lo que estaba sucediendo. No podía controlarse a sí mismo, y menos a su rival.

Djokovic salvó con dos saques ganadores y una derecha furiosa dos set points sirviendo 5-6, atrajo a su rival a la red con un drop para volear con contundencia y el set desembocó en el tie break.

Federer tuvo ventajas de 2-0 y 3-1 en ese tie break, pero tras enganchar dos derechas consecutivas quedó 3-3. Una brisa fría surcó el estadio, anticipo de que todo se terminaba. Saque ganador a 200 kilómetros por hora para 5-5, otro a 199 km/h para 6-5 y una derecha de Federer en la red para cerrar con 7-5 el parcial, el partido y una era del tenis.

Djokovic se arrodilló, cerró los ojos y apretó los puños. Luego se acercó a la red, arrojó su raqueta y saludó a Federer, que enfiló hacia el vestuario con la extraña sensación de no ser Federer. Y era tarde para intentar nada. Djokovic, con el torso descubierto, recibía la ovación del estadio, testigo de un partido que cambió la historia del año.

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