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Deportes|Martes, 13 de julio de 2010
Andrés Iniesta, icono del campeón

Pálido caballero

Por Ignacio Naya

Su nombre estará siempre unido a la historia grande del fútbol español, pero Andrés Iniesta es un héroe atípico. Nada de grandes campañas publicitarias, nada de mansiones de lujo y nada de tatuajes, es un hombre del pueblo.

Las sonrisas y las bromas las deja para el vestuario, para sus íntimos. En público, sólo sus palabras muestran la felicidad que recorre su cuerpo.

“Me siento muy feliz de estar en este momento de la vida, del fútbol y de la historia”, confesó Iniesta con un vasito de plástico en la mano lleno de brotes de césped, el césped duro del estadio Soccer City.

Allí, en una noche de intenso frío invernal en Johannesburgo, Iniesta se convirtió en el primer y único jugador español que marcó en una final de la Copa del Mundo. Su 1-0 contra Holanda es ya historia del fútbol de su país, pero fue también una compensación.

Su primer recuerdo nada más marcar fue para un amigo fallecido, Dani Jarque. El jugador del Espanyol murió súbitamente en agosto de 2009, durante la pretemporada del equipo. Iniesta esperó hasta la final del Mundial para homenajearlo con un mensaje en su camiseta interior. “Siempre con nosotros”, se leía.

Iniesta vive en el pueblo de Sant Feliu de Llobregat, en las afueras de Barcelona, en una casa adosada. Cada vez le resulta más difícil pasear por sus calles, pero no es extraño verlo comprar el diario o comer en algún sencillo restaurante en sus días libres. Su menuda figura, apenas mide 1,70 metro, pasa inadvertida entre la gente. No es un jugador mediático. Pero todo es diferente cuando salta al campo.

Iniesta es “uno de esos piececitos milagrosos que, nacidos en Fuentealbilla, se han criado y hecho futbolista en La Masía, en la cantera del Barça, una de las mejores escuelas del mundo”, aseguró el ex jugador y entrenador azulgrana Johan Cruyff.

Cuando aún era un niño, Pep Guardiola le entregó un premio en un torneo y le aseguró que en unos años estaría viéndolo jugar desde las tribunas del Camp Nou. No se equivocó, pero tampoco resultó tan fácil.

En sus primeros años en el primer equipo, Iniesta tuvo problemas para encontrar un sitio en el equipo titular. Primero se lo consideró incompatible con Xavi Hernández, con el que hace una sociedad temible tanto en el Barcelona como en la selección. Luego, su falta de corpulencia causó desconfianza en técnicos como Frank Rijkaard.

Pero su calidad acabó imponiéndose. Y nadie duda de que cuando David Villa le gritó “¡Grandeeee!” al pasar a su lado en la zona mixta de Soccer City lo único que hacía era expresar una opinión generalizada.

“El pálido caballero Iniesta no decepciona nunca”, escribió el diario italiano La Gazzetta dello Sport. “Winiesta”, tituló por su parte el británico The Sun.

“Iniesta –resumió el francés Le Figaro– fue un símbolo de la fuerza creativa del juego español.” Un símbolo dentro y fuera del campo. Un símbolo de un equipo “campechano”, como dijo el capitán Iker Casillas. “Son chicos limpios, sin prejuicios, maravillosos”, sentenció emocionado el seleccionador español, Vicente del Bosque.

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